El tiempo de descanso por el extenuante viaje ya está archivado en el cajón de los recuerdos. El plantel canalla comenzó a transitar ayer el segundo segmento de trabajo (el primero fueron los tres días en Granadero Baigorria) diseñado por el profesor Alejandro Mur para esta pretemporada versión 2001 y cumplió con el primer doble turno desde su llegada a las sierras.
El día de los muchachos arrancó un poco más tarde de lo acostumbrado (se levantaron pasadas las nueve y media de la mañana porque el profe Mur prefirió que se recuperaran bien del periplo Rosario-La Cumbre). Entre rostros que reflejaban la modorra y caras que nunca le dieron permiso a las sonrisas, el plantel se reunió en el amplio comedor del primer piso del Hotel Intersur. Con los amplios ventanales como únicos testigos de la ceremonia, una fila de señoras muy respetuosas y amables que obraron de mozas empezaron a distribuirse por las tres mesas preparadas para el plantel y el cuerpo técnico. Después llegó el turno de saciar el apetito de los muchachos con una nutrida fuente de frutas, jugos (preferentemente de naranja), leche chocolatada y cereales. Si bien la mayoría optó por devorar todo lo que reposaba sobre las mesas, algunos se inclinaron por el clásico café con leche y medialunas y no exhibieron rubor en repetir la porción.
A las 12.30 clavadas llegó la hora del almuerzo. El plantel se prendió a las tartas de atún y pastas caseras de la casa y finalizó el ritual con una suculenta porción de duraznos en almíbar. Luego la siesta reparadora hasta las 16.30 y a merendar lo mismo que en el desayuno para cumplir con el doble entrenamiento estipulado hasta la 19.15. Ducha, caminata por el hall del hotel y llamados telefónicos a los familiares se encargaron de darle forma al paisaje antes de la cena. Un poco de esparcimiento para no caer en las garras del aburrimiento y a las once el cuerpo pidió a gritos la cama.
La rutina de trabajo
Cuando la contundencia del reloj marcó las diez, el profe Mur hizo sonar el pito como sinónimo de comienzo y los muchachos emprendieron la caminata hasta el circuito que bordea la cancha del Golf Club La Cumbre. Una especie de paño de billar gigante que a esa hora de la mañana ya cobijaba el vicio de varios vecinos sofisticados.
Cronómetro en mano, y secundado por el Camello Di Leo, Daniel Teglia y los preparadores físicos Germán Remolini y Marcelo Márquez, el profe Mur arengó a sus muchachos, les dio el bautismo de fuego en tierras serranas y esbozó en forma de orden el trazado que debían cumplir. Realizamos un trabajo tradicional. Si bien el trazado es largo en cuanto al kilometraje (8.700 metros) la idea no fue mejorar los tiempos para transitar el kilómetro, sino hacer hincapié en una medida de rendimiento para estos primeros días, resumió Mur la tarea llevada a cabo en la mañana de ayer.
Sobre las dispares reacciones que manifestaron los jugadores al realizar el trabajo evaluativo, el preparador físico se encargó de precisar: A pesar que dentro de los distintos grupos de trabajo hubo algunos jugadores rezagados, los tiempos logrados están dentro de los parámetros esperados. Quizás en los días posteriores tengamos que cambiar a algún muchacho de grupo, pero eso no modifica mi evaluación.
También puede ocurrir que a algunos muchachos les cueste más el inicio de la pretemporada porque presentan físicos más propensos a mantener y lograr rápidamente la forma deportiva. Igualmente a los muchachos los veo muy bien, enchufados y con unas ganas bárbaras de trabajar, profundizó el profesor canalla.
Por la tarde, la rutina fue diferente. Llegó el momento de agarrar la pelota e incursionar en trabajos con estacas, conos y arcos en miniatura. Un picado informal con algunas reglas impuestas por el profe y el Camello Di Leo y la vuelta al hotel para esperar la muerte del día.