En J.B. Molina, el campo de Eduardo Buzzi, actual presidente de la Federación Agraria Argentina (FAA), alberga los contrastes de una realidad que representa la historia de muchos pequeños y medianos productores agropecuarios de la región: lotes sembrados en directa con maíces y soja de alto potencial de rendimiento y una casa que años atrás cobijaba una familia, con huerta, gallinero y conejeras que ayudaban a la subsistencia familiar. El éxodo rural dejó y también fue un disparador de la militancia de Buzzi.
La pelea de la FAA es mantener la gente en el interior y repoblar el campo, afirmó el dirigente gremial, exhibiendo sus 20 años de actividad en la organización.
Eduardo Buzzi es tercera generación de productores agropecuarios. En 1914, como muchos inmigrantes italianos, su abuelo se instaló después de una incursión en el norte de la provincia de Buenos Aires, en Colonia Apaolazza, cerca de J.B.Molina.
Cuando mi abuelo llegó a la Argentina, ya había pasado el Grito de Alcorta y en la colonia todavía subsistía una forma de esclavitud ya que los productores estaban obligados a comercializar la producción y comprar los insumos en un solo almacén de ramos generales, explicó Buzzi.
El titular de Federación Agraria asegura que, desde los orígenes de su familia, el árbol genealógico acumula 400 años de historia como agricultores.
En la historia familiar se entrecruzan la sangre piamontesa por el lado paterno y la mixtura española e india de la línea de su madre, Delia Abonizio.
Su padre, siguiendo la escuela de su antecesor, arrendó tierras hasta los años 50, cuando la ley 13.246 le permitió comprarla.
Así fue que Pablo Buzzi, con junto con su hermano, levantó dos chacras de 110 hectáreas dedicadas al cultivo de lino, cuando el país era uno de los principales exportadores mundiales de esa oleaginosa.
Además, producían para la subsistencia familiar hortalizas, conejos, gallinas, vacas y porcinos.
La ley 13.246, promulgada durante el gobierno de Perón y estructurada por Federación Agraria fue una especie de reforma agraria, ya que implicó una transformación del campo por la vía pacífica, aclaró el dirigente agropecuario.
El trabajo en el campo
Cuando su familia todavía vivía en el campo, Eduardo Buzzi, colaboraba con las tareas rurales, manejando el tractor o atendiendo los cerdos. Sus primeros años de estudio fueron en una escuela rural, ubicada a 2 kilómetros, a la que concurría a caballo y se terminó formando en un centro agrotécnico con el título de Técnico en Gestión y Administración en empresas agropecuarias.
Mi padre deseaba que fuera ingeniero agrónomo pero mi inclinación política pudo más, explica el titular de FAA.
A los 20 años, su padre se jubiló, y lo puso al frente de la explotación. Por entonces, se había disuelto la sociedad familiar con su tío. Según el dirigente, esta división se originó en la ampliación de la familia y a que ya habían alcanzado el objetivo de la consolidación como productores. Resolvió la convivencia para el momento pero fue un debilitamiento ya que con la aparición de la soja era recomendable expandirse, expresó Buzzi.
Desde entonces trabaja unas 150 hectáreas, 50 propias y 100 arrendadas. El esquema mixto de producción de los años 50 siguió hasta la aparición de la soja, cuando se privilegió la agricultura, con más mecanización y sin vacas.
El gerenciamiento
El campo es mi esencia, cuando mi agenda de actividades se tranquilice me gustaría volver porque yo sé que pertenezco acá y no a la ciudad, expresó Buzzi.
Si bien tiene un tío que le ayuda a coordinar las tareas necesarias para la explotación, la gestión de la empresa la realiza el propio dirigente. El riesgo empresario lo asumo yo, enfatizó.
En las 150 hectáreas que explota, Buzzi utiliza un esquema de rotación basado en trigo, soja para lograr cobertura, maíz para no interrumpir la soja y que no se generen hongos y soja de primera.
Desde hace 4 años se plegó a la tendencia de la siembra directa, intentando organizar un sistema de producción sustentable.De esta manera se están reconstituyendo los suelos, se terminó el problema de arrastre por erosión hídrica, estabilizó los suelos y son muchos más bajos los costos, indicó el titular de la FAA.
Este cambio en el modo de labranza implicó, por otra parte, la decisión de vender la maquinaria agrícola y contratar servicios de terceros para realizar siembra, fumigación, etcétera. Es más rentable, aclaró.
En la recorrida a campo, Buzzi enfatizó que está obteniendo buenos rendimientos. Para la soja de primera, y dependiendo de las condiciones climáticas, los rindes oscilan alrededor de los 25 qq por hectárea. Estamos por encima de la media nacional, señaló. En el caso del trigo, los datos de la última cosecha indican un rendimiento en el orden de los 30 quintales por hectárea y en el caso del maíz va de 70 a 80 quintales por hectárea.
Utilizamos fertilizantes con moderación pero no usamos el máximo del paquete tecnológico ya que se encarece mucho, explicó Buzzi.
En cuanto a las innovaciones tecnológicas implementadas, el dirigente indicó que además de la siembra directa, utilizan semillas con alto potencial de rendimiento para el maíz y la soja, y también transgénicos.
Para el titular de la FAA, una de las ventajas de utilizar organismos genéticamente modificados (OGM) es que se pueden elegir materiales con distintos ciclos y además, con la aplicación de glifosato se baja el costo en el control de malezas.
Consultado acerca de cómo había logrado sostener su explotación en medio de la crisis por la que atraviesa el sector, el dirigente agropecuario explicó que en los últimos 3 años no se agrandaron.
Lo que hice fue liquidar el stock de cerdos y maquinarias que iban camino a la obsolescencia y cancelar pasivo, dijo. La estrategia apuntaba a lograr el equilibrio entre el ingreso y el egreso en base de un manejo cauto.
Por otra parte, Buzzi indicó que con un esquema de 150 hectáreas dedicadas a agricultura sólo puede vivir una familia con mucho cuidado. Sus cálculos señalan que en un año bueno se obtienen aproximadamente 1.500 pesos por mes y, si las condiciones no se presentan de lo mejor, alrededor de 770 pesos. La realidad es muy diferente a los años 80, antes se vivía muy bien, se invertía, se capitalizaba. Hoy hay que prender velas para que no venga mal la cosecha, advirtió.
La comercialización y los seguros
Siguiendo con la tradición familiar y sus convicciones cooperativistas, la comercialización de su cosecha la realiza en forma exclusiva con la cooperativa de Agricultores Federados Argentinos de J.B. Molina. Es la extensión de la chacra, aclaró.
Si bien gran parte de lo que produce lo vende en el mercado físico, también utiliza las opciones y futuros con el objetivo de cubrir los costos y asegurar la rentabilidad. Desde su perspectiva, es una herramienta que debería difundirse más.
En cuanto a las previsiones, todas las campañas asegura su cosecha contra el granizo pero hasta ahora no ha utilizado los multirriesgos. Este tipo de seguro no cubre rentabilidad sólo costos. Hasta que no se mejore la oferta, no los voy a implementar aunque creo que hacen falta ya que hay lugares con riesgos, señaló.