María Rosa, de 7 años, es aborigen toba, vive en un paraje perdido de la provincia de Chaco -en el límite con Paraguay- y recibió el regalo de Reyes más importante de su vida: un grupo de pilotos humanitarios la trasladó a Buenos Aires para que pueda ser atendida a fin de que se recupere de su ceguera. Esta historia solidaria comenzó en la última Navidad cuando la agrupación humanitaria Los Aeroamigos y sus máquinas voladoras llegó a la localidad chaqueña de Las Palmas para entregarle juguetes a un millar de niños carecientes.
Luego de que uno de los pilotos, disfrazado de Papá Noel al que los anonadados nenes vieron descender en un avión de entre las nubes, repartió los regalos, los Aeroamigos decidieron extender el loable gesto a los aborígenes asentados en los alrededores.
Al llegar al paraje Pindó, situado a 50 kilómetros de Las Palmas y adonde se llega en camioneta por un polvoriento camino, el piloto Luis Vidal se sorprendió al ver una niña descalza que no sonreía y cuyos ojos extremadamente claros contrastaban notablemente con su tez oscura. Cuando se acercó para entregarle un juguete, la madre de la nenita lo sacó finalmente de la duda y lo conmovió hasta los huesos: la criatura ya casi no veía como consecuencia de un glaucoma de la que nunca la trataron los médicos, que ni siquiera llegan al asentamiento aborigen.
Desinteresados aportes
Inmediatamente los Aeroamigos dispusieron un operativo para encontrarle la solución a esta injusticia y en sólo una semana consiguieron un prestigioso especialista que aceptó con agrado analizar el caso de la niña y de ser posible operarla. En las primera horas de anteayer, cuando la mayoría de los niños de la Argentina revisaban sus zapatitos para ver qué les habían traído los Reyes Magos, dos avionetas de Aeroamigos despegaban del aeropuerto de San Fernando. Su destino: Las Palmas.
Las aeronaves, piloteadas por Lorenzo Hufman, Andrés Hillbritcht y Rodolfo Pousá aterrizaron poco antes del mediodía de ayer en una pista utilizada por fumigadores de la zona de plantaciones de arroz y sorgo e inmediatamente, en camioneta, partieron hacia Pindó.
Una bandera argentina flameando en un débil mástil al lado de dos ranchitos fue la comprobación de que habían llegado a Pindó. Allí vivía un joven toba que murió en la guerra de Malvinas y su familia le sigue rindiendo homenaje como héroe porque murió defendiendo a este país. En una especie de choza construida con palos de palma y adobe de barro y paja los Aeroamigos, junto con la delegada zonal de la Cruz Roja, Marta Mesa, encontraron a Mirta, la madre de Rosita, quien pese a estar embarazada de siete meses -sin haber recibido atención médica- aceptó volar a Buenos Aires para acompañar a su hijita.
En el asentamiento, donde todos duermen en piso de tierra sobre algunas mantas rotosas y donde un asiento viejo de automóvil sirve para los partos, sin médicos ni parteras, quedaron esperando el regreso de Rosita su padre y sus cinco hermanitos.
Una tormenta imprevista hizo que el vuelo hacia Buenos Aires se interrumpiera a mitad de camino y el avión que trasladaba a la niña y a su madre debió aterrizar en la isla Martín García, donde pasaron la noche en la hostería local. La dueña del hospedaje isleño no sólo no les aceptó a los Aeroamigos el pago por el servicio, sino que, conmovida, mimó toda la noche a Rosita y al despedirla le regaló una muñeca que la nena bautizó Martina.
Ayer en la mañana el avión por fin pudo despegar y a los pocos minutos aterrizó en el aeropuerto de San Fernando, donde Vidal, su esposa Bali y otros 15 Aeroamigos recibieron a Rosita con un abundante desayuno que Benjamín, el concesionario de la confitería, también se negó a cobrar.
Ahora Rosita está alojada en la casa del piloto Pablo Casabella, donde sus dos hijitas entretienen jugando a su nueva amiga toba, quien no se desprende de su muñeca, de su nuevo oso Juan y no se saca la flamante gorrita de Boca, equipo del que es hincha.
Hoy, esta niña, que de no haber sido descubierta por los Aeroamigos estaba condenada indefectiblemente a la ceguera, será revisada por el especialista oftalmólogo Oscar Nanno. Si recupera la vista será un triunfo, si no la misión habrá valido igualmente definió conmovido el Polaco Hillbritcht.