Año CXXXIV
 Nº 48.991
Rosario,
lunes  08 de
enero de 2001
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Reflexiones
El poder

Alrededor del año cero, cuando se iniciaba el primer milenio de nuestra era, se extendió por todo el imperio de Roma una peligrosa rebelión de esclavos. Espartaco ha quedado como el héroe irredento de aquel tiempo. El movimiento fue aplastado con innumerables crucifixiones pero sólo una de ellas, que simbólicamente acaeció en Jerusalén, sirvió para sublimar esta subversión general.
El cristianismo fue creado para controlar la rebeldía concreta de los humillados transformándola en una vaga esperanza celestial, con la que se anuló cualquier conato de su venganza en la tierra. También el Mesías de los judíos que iba a ser un guerrero glorioso y vengador contra Roma quedó convertido sólo en un Cristo redentor de los pecados. A los mansos de corazón les estaba reservado un banquete infinito de leche y miel para después de la muerte.
En este momento sube desde la cocina por el hueco de la escalera un perfume a bizcocho y alguien me llama para que baje a oír un disco de Barry White tomando un ron de Jamaica. Alrededor del año mil por toda Europa se extendía la peste, se elevaban templos, se fundaban abadías y proliferaban las sectas de herejes e iluminados mientras cundía también una rebelión de siervos de la gleba. Las gárgolas abrían las fauces sobre el vacío desde los arbotantes de las catedrales como símbolos del terror. Si en el año cero se fundó el cielo como dulce remedio para aplacar a los esclavos, al final del primer milenio, agotada esta fórmula, se creó el infierno para someter a los siervos aún más con la amenaza del fuego eterno.
Durante dos mil años la esperanza y el miedo han sido la ley alternativa de dominio absoluto sobre los desheredados, al cual la Iglesia había dado un carácter sagrado. En el año cero se creó el cielo, en el año mil se instituyó el infierno y si al finalizar el segundo milenio el cielo y el infierno han sido abolidos es porque los poderosos hoy tienen armas más modernas para someter a los rebeldes. Como una trapecista se balancea Marilyn Monroe desnuda cabeza abajo sobre un mar de mendigos envueltos en cartones y todos alargan la mano hacia el dólar ensangrentado que ella lleva en la boca. Y ahora yo mismo acabo de cambiar el banquete del cielo por un bizcocho de mandarina y el fuego del infierno por esta suave lumbre de ron en el paladar mientras la voz negra de Barry White canta el tema Staying power, que significa Consolidando el poder.


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