La cosecha nueva en Santa Fe será mejor que la del año pasado y eso traerá mayores recursos a la provincia. Así fue como el gobernador Carlos Reutemann, a poco de finalizar el 2000, trazó un diagnóstico sobre por dónde puede pasar la tan ansiada reactivación de la economía en el territorio santafesino, un tema que no sólo es parte de su agenda urgente sino que se convirtió en una materia impostergable para el gobierno nacional en el 2001.
Con esta premisa, el primer mandatario provincial coloca a la producción granaria en la grilla de los notables entre los rubros que permitirían inyectar recursos a las arcas provinciales a la par de la recaudación tributaria, el achicamiento del déficit público y las privatizaciones pendientes.
Las esperanzas se desprenden de una realidad mucho más alentadora que la del año pasado, más allá de los vaivenes coyunturales de los últimos días en el mercado granario. Las estimaciones de producción de los principales cultivos de la provincia de Santa Fe -soja, maíz y trigo- hablan de un aumento del 6,5% en la campaña 2000/2001 respecto de la anterior, alcanzando en conjunto las 12,6 millones de toneladas. Y aunque sólo se trata de estimaciones, los números se desprenden de cálculos efectuados sobre la semilla echada. Si el clima y el mercado no dan sorpresas, un cálculo primario estaría arrojando un ingreso entre 200 y 300 millones de dólares sólo por soja.
Un dato que en el último mes alentó una nueva expectativa de precios es la posibilidad de aumentar las exportaciones de harina de soja a la Unión Europea a raíz de la suspensión del uso de harinas de origen animal para alimentación de ganado en el viejo continente, a partir del recrudecimiento del mal de las vacas locas. Como contrapartida, la industria procesadora atraviesa por uno de sus peores momentos a raíz de la sobreoferta de aceite y la profundización de las barreras al comercio internacional.
En el caso del trigo, a pocos días del año nuevo, ya se recolectó prácticamente todo el trigo en territorio provincial, con rindes promedio de 30 quintales (entre 20 y 40 quintales en distintas partes del territorio); el maíz recibió lluvias en plena etapa de floración y se aguardan rendimientos de 50 quintales en algunas zonas y más del 95% de la soja estaba implantada en los últimos días de diciembre pasado, en óptimas condiciones.
Sin embargo, aunque la actividad primaria es el sello que caracteriza a la región pampeana y la producción de soja en particular es el principal recurso exportable de la provincia de Santa Fe, la participación del sector agropecuario argentino en el producto bruto es ínfima, ya que no llega a superar el seis por ciento de ese indicador.
Cabalgando sobre esta premisa, algunos analistas consideran que la incidencia de una buena cosecha con precios relativamente estables y un óptimo nivel de exportaciones no aportará mayores recursos fiscales a la economía santafesina. En especial, porque las ventas de la actividad primaria y la industria exportadora están desgravadas y porque el sector no es un gran generador de mano de obra.
Otros, en cambio, reconocen que los números del PBI son engañosos ya que si bien el sector rural en sí mismo no genera un cúmulo importante de empleo, el núcleo de servicios que se desarrollan en torno a la actividad agrícola -como el transporte, los seguros, la actividad comercial- son verdaderos motores de la economía de una región.
Si se observa en frío, la participación del sector granario en el PBI representa sólo el 6%, pero de ese modo se están dejando de lado los servicios conexos que genera la actividad, explicó Rogelio Pontón, titular del Departamento de Informaciones y Estudios Económicos de la Bolsa de Comercio de Rosario.
En la zona de los puertos del Gran Rosario durante plena cosecha transitan más de 5.000 camiones diarios, ejemplificó el especialista para dar cuenta de la importancia que tienen los servicios ligados al agro y agregó: En los pueblos del interior, toda la actividad comercial está ligada al resultado de la cosecha, al igual que la demanda de bienes de capital, como maquinarias y equipos y los insumos del sector.
El ministro de la Producción, Miguel Paulón, señaló que hasta el momento, vienen muy bien todos los cultivos de la cosecha gruesa, disminuyó el girasol por razones de precio pero se sostuvo el maíz y se incrementó la soja.
Frente a eso, estimó un nuevo récord de producción, que se suma a la tendencia de una mejoría que se viene dando en los precios, lo cual permitirá a los productores remontar un situación prácticamente de subsistencia que tuvo en los últimos tiempos.
El funcionario se entusiasmó porque todo lo que sea mayores ingresos al sector supone una mayor demanda de bienes y servicios, reactiva el proceso de reinversión, moviliza el mercado de equipos y maquinarias e insumos y dinamiza los servicios de transporte.
Rentabilidad acotada
Sin embargo, una cosecha con rindes más gordos no es la panacea, especialmente para el productor argentino y santafesino, que está atravesando por un serio endeudamiento comercial y financiero, derivado de una fuerte caída de la rentabilidad de su actividad. El sector proveedor de insumos todavía tiene por cobrar entre el 30 y 40% de las ventas financiadas en la campaña anterior.
La rentabilidad del productor en la Argentina es casi un 3% sobre el patrimonio mientras que las tasas del sector se ubican entre el 10 y 15% en el mejor de los casos. En ese escenario ¿cómo es posible funcionar?, se preguntó Pontón, quien consideró que el problema tiene su génesis en el profundo endeudamiento del Estado que se convierte en un gran tomador de fondos y provoca un aumento de las tasas de interés.
Para el especialista, algunos cálculos permiten inferir que entre deuda bancaria y comercial, el sector rural argentino adeuda unos 10 mil millones de pesos, casi una tercera parte del patrimonio. De ese modo, es imposible que se puedan remontar pasivos de ese nivel con rentabilidad del 3%, aclaró Pontón.
Mario Lattuada, del Programa Fortalecer de Federación Agraria Argentina (FAA), explicó que una buena cosecha trae aparejado un desahogo coyuntural, pero no soluciona la situación estructural de los productores que es la baja rentabilidad.
Para Lattuada, hoy el productor atraviesa dos inseguridades básicas: el clima y los precios en los mercados internacionales y frente a eso un empresario del campo con menos de 250 hectáreas en la provincia se endeuda y se descapitaliza cuando algunas de esas variables se trastoca.
El efecto blindaje
Las esperanzas oficiales de reactivación están centradas en los efectos benéficos del blindaje que obtuvo la Argentina sobre fin del 2000, que permitiría despejar el fantasma de la cesación de pagos, reducir el riesgo país, atraer inversiones y como consecuencia directa, reducir las tasas de interés para los distintos sectores de la economía.
La semana pasada, desde Estados Unidos llovió maná con la decidión de la Reserva Federal de bajar la tasa de interés. De esta forma, contribuyó al nuevo clima de optimismo que se instaló en el gobierno nacional, expresado en el vaticinio del presidente Fernando de la Rúa respecto de que la economía crecería este año por encima del 4%.
Sin embargo, las cuatro entidades del agro _Federación Agraria, Coninagro, CRA y Sociedad Rural_ coincidieron en que la reducción tiene que verse reflejada en en la banca local a fin de que el productor pueda endeudarse a niveles más bajos.
"Si a un mayor nivel de facturación que este año va a ingresar al campo santafesino por aumento de superficie y suba de precios se suma la baja fuerte que puede generar el blindaje en el costo de financiamiento, esto puedo puede repercutir positivamente en la situación general de los productores y redundar en mayores ingresos en la cadena comercial", estimó el Secretario de Agricultura provincial, Oscar Alloatti.
El fisco en off side
Sin embargo, una cosecha con rindes más gordos no es la panacea, especialmente para el productor argentino y santafesino, que está atravesando por un serio endeudamiento comercial y financiero, derivado de una fuerte caída de la rentabilidad de su actividad. El sector proveedor de insumos todavía tiene por cobrar entre el 30 y 40% de las ventas financiadas en la campaña anterior.
La rentabilidad del productor en la Argentina es casi un 3% sobre el patrimonio mientras que las tasas del sector se ubican entre el 10 y 15% en el mejor de los casos. En ese escenario ¿cómo es posible funcionar?, se preguntó Pontón, quien consideró que el problema tiene su génesis en el profundo endeudamiento del Estado que se convierte en un gran tomador de fondos y provoca un aumento de las tasas de interés.
Para el especialista, algunos cálculos permiten inferir que entre deuda bancaria y comercial, el sector rural argentino adeuda unos 10 mil millones de pesos, casi una tercera parte del patrimonio. De ese modo, es imposible que se puedan remontar pasivos de ese nivel con rentabilidad del 3%, aclaró Pontón.
Mario Lattuada, del Programa Fortalecer de Federación Agraria Argentina (FAA), explicó que una buena cosecha trae aparejado un desahogo coyuntural, pero no soluciona la situación estructural de los productores que es la baja rentabilidad.
Para Lattuada, hoy el productor atraviesa dos inseguridades básicas: el clima y los precios en los mercados internacionales y frente a eso un empresario del campo con menos de 250 hectáreas en la provincia se endeuda y se descapitaliza cuando algunas de esas variables se trastoca.