Año CXXXIV
 Nº 48.986
Rosario,
miércoles  03 de
enero de 2001
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La moneda más antigua será sustituida por el euro
El dracma, que nació hace 2.500 años en Atenas, desaparece con la integración de Grecia a la Unión Europea

El dracma, la moneda más antigua de Occidente, comenzó a desaparecer ayer con la incorporación de Grecia al sistema monetario europeo. El euro rige ya en ese país como unidad de valor aunque convivirá con el antiguo símbolo monetario (de 2.500 años de historia) hasta el 1º de marzo de 2002.
Grecia es el único país de los quince que componen la Unión Europea que no pudo incorporarse al euro junto con los otros once aspirantes en el primer momento, el 1º de enero de 1999, debido a que su economía no estaba preparada para ello.
Con su ingreso al sistema monetario común, comenzará a recorrer el camino hacia la desaparición el dracma, la moneda creada por el gran legislador ateniense Solón hacia fines del siglo VII (AC).
Atenas, que por entonces contaba con menos de 30.000 habitantes, tenía graves problemas fiscales, inflación y un gran endeudamiento de su campesinado, arruinado y sin perspectivas de recuperación, en el marco de una economía agraria basada, centralmente, en la producción de cereales.
La gran reforma ateniense incluyó, entonces, la acuñación de moneda -el dracma- que ayudó para la licuación de los pasivos campesinos y una reforma agraria junto con el impulso al reemplazo de la producción granaria por la vid y el olivo.
Hacia el 480 (AC), Atenas, con unos 40.000 habitantes, ya era la gran potencia marítima del Mediterráneo Oriental y durante el siglo V (AC) conoció la gloria durante el llamado siglo de oro, bajo el liderazgo del estratega Pericles.
La moneda ateniense se convirtió en la base de las negociaciones comerciales de la etapa del predominio comercial ateniense, pero se mantuvo aún tras la pérdida de esa hegemonía y hasta se expandió más durante el efímero imperio macedónico del orientalizado Alejandro Magno.
El propio dracma ateniense continuó como moneda importante del sistema romano, donde se le reconocía el valor de cuatro sestercios (moneda de la que sólo hubo una pequeña emisión efímera en épocas arcaicas y que luego sólo se mantuvo a los efectos del armado de las finanzas públicas), al tiempo que se lo reconocía en paridad con el denario.
El viejo dracma, equivalente a un octavo de onza de plata, se perdió con el correr del medioevo en Occidente y el retroceso progresivo del Imperio Bizantino, hasta desaparecer junto con él bajo la dominación turca. Esa dominación, en Grecia, se extendió desde 1456 a 1830, cuando se restableció la independencia nacional con el apoyo del Reino Unido, y tras la cual el rey Ottón I restableció en 1831 la vieja moneda de Solón.
Los cimbronazos de las dos guerras mundiales no terminaron con el viejo dracma, ni tampoco las dificultades de la economía griega, la más atrasada de la Unión Europea (UE).


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