Durante la vida intrauterina y los primeros meses de existencia extrauterina, facilitan el proceso de multiplicación celular que permite al cerebro crecer a gran velocidad. Además, participan en la formación de mielina, una sustancia que recubre a las neuronas y facilita las conexiones entre ellas.
Su deficiencia implica un desarrollo impropio del cerebro y otros órganos y su ausencia completa está reñida con la vida, según Edward Siguel, investigador argentino del Centro Nacional para la Nutrición y los Acidos Grasos, en Estados Unidos.
En la vida adulta facilitan el proceso de plasticidad neuronal y mejoran el rendimiento cognitivo. Al evitar la formación de plaquetas que pueden taponar las arterias, reducen el riesgo vascular. De allí que la nutricionista Eleonora Zummer, miembro de la Sociedad de Dietistas y Nutricionistas, en Buenos Aires, Argentina, los define como antiarterioescleróticos naturales.
Por tantos éxitos, el ácido linoleico y el alfa linolénico son ácidos grasos esenciales. Sin embargo, esconden un inconveniente: el cuerpo es incapaz de fabricarlos y debe obtenerlo de los alimentos.
Leche materna
Los niños alimentados a pecho por madres con un estado nutricional adecuado tienen, años más tarde, mayor agudeza visual y mejor desempeño cognitivo que los niños que no recibieron leche materna durante sus primeros meses de vida, dice Laura Pascual de Unia, docente de histología, embriología y genética de la Universidad Nacional de Córdoba.
La diferencia entre ambos grupos es el consumo de ácidos grasos esenciales ya que, según la experta, a pesar de los esfuerzos encarados por la industria farmacéutica, ninguna leche maternizada contiene estos componentes tal como los fabrican las mismas madres.
Por su parte, Ricardo Uauy Dagach, director del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Chile, confirma en un artículo publicado por la FAO (Organización para los Alimentos y la Agricultura) que las alteraciones visuales y del sistema nervioso se deben probablemente al déficit de un derivado del ácido alfa linolénico, en función de su elevado contenido en la retina y en la corteza cerebral.
Aunque la ingesta recomendada se incrementa durante los primeros meses de vida y el embarazo, el ácido linoleico y el gama linolénico tienen que estar siempre presentes en la dieta.
Pascual propone incorporar sistemáticamente alimentos que los contienen: pescados, porotos de soja y aceites de oliva, de girasol o aquellos que en su etiqueta especifiquen su presencia, bajo la forma de distintos nombres, tales como omega 3 u omega 6.
Siguel, en tanto, recomienda tomar entre una cucharita de té y una de sopa -según la composición corporal-de aceite de soja natural, sin modificaciones genéticas de los ácidos grasos y sin cocinar a temperaturas altas. Además, preferir siempre los alimentos naturales, como vegetales, huevos, pescado, pollo que incluyen sus grasas esenciales.
La inclusión de suplementos nutricionales todavía circula en un terreno de controversias. Recientemente, la FDA, el organismo norteamericano de control de drogas y medicamentos, autorizó a los fabricantes de suplementos a base de aceite de pescado a incluir en el etiquetado el efecto potencial de estos productos sobre el corazón, dejando las certezas para próximas investigaciones.