Año CXXXIV
 Nº 48.984
Rosario,
domingo  31 de
diciembre de 2000
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Roca en La Paz

En Ascochinga, a sólo 14 kilómetros de Jesús María, se encuentra la estancia La Paz, un establecimiento rural que en su momento formó parte de la empresa jesuítica de Santa Catalina y que por muchos años fue epicentro de la vida política de nuestro país. Con un parque de casi cien hectáreas, el casco se levanta frente a un lago de más de ocho hectáreas con dos islas pobladas de aves acuáticas y una importante arboleda.
Al hablar de La Paz no se puede dejar de lado la historia y la investidura e importancia de uno de sus antiguos dueños, el general Julio Argentino Roca, dos veces presidente de la Nación.
Las tierras que hoy forman La Paz estuvieron pobladas por los indios sanavirones hasta que en 1589 fueron otorgadas como merced a Jerónimo Bustamante, y tras sucesivas ventas y legados Pedro Castañeda las donó a la congregación jesuítica para que ser incorporadas a la reconocida estancia de Santa Catalina bajo el nombre de Puesto Corral de Piedra.
En 1774 Santa Catalina fue adquirida por Francisco Antonio Díaz y con el correr del tiempo se la fraccionó hasta que Puesto Corral de Piedras pasó a manos de Eloísa Díaz, nieta de Francisco Antonio. Eloísa se casaría con Tomás Funes y una de sus hijas contraería enlace en 1872 con Julio Argentino Roca.
Funes construyó el casco principal en 1830 y en 1859 decidió cambiarle el nombre por el de Estancia La Paz, en honor al pacto de San José de Flores, del que esperaba, instauraría la paz en la República.
Roca vivió con su familia y gobernó el país durante muchos veranos desde La Paz. En sus funciones políticas recibió a grandes personalidades de la época como Mitre, Avellaneda, Sarmiento, Pellegrini, Cárcano, Figueroa Alcorta y Juárez Celman, con quienes seguramente delineó gran parte de los proyectos que caracterizaron sus dos gestiones presidenciales.
En 1994 los descendientes del líder de la Campaña del Desierto transfirieron la estancia a capitales extranjeros y, finalizando el siglo XX, La Paz retornó a manos argentinas a través de sus actuales propietarios.
Con todo ese pasado y la belleza de su paisaje, La Paz es el epicentro ideal de un interesante circuito turístico que un radio de pocos kilómetros permite el acceso a lugares de gran significación histórica como las estancias jesuíticas y otros lugares reconocidos de las sierras cordobesas.


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