Aapresid es bastante más que sinónimo de siembra directa. En los últimos años, del trabajo de los productores de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Apresid) salieron innovaciones que de a poco se fueron metiendo en el sector agropecuario. Nosotros no somos inventores pero sí intercambiamos información sin prejuicios e innovamos, señala Víctor Trucco, su presidente, que en el año que se va estuvo especialmente activo en el debate de temas cruciales para el agro. Posicionada a favor de la biotecnología, Aapresid se lanzó a la pelea a favor del desarrollo de productos transgénicos, polemizando públicamente con Greenpeace por el etiquetado y encabezando la creación del Grupo Biotecnología. Además llevó a la cumbre climática de La Haya la propuesta de incluir a la siembra directa como actividad de secuestradora de carbono, pasible de participar del mercado de bonos de oxígeno. Sin esquivar la polémica, Trucco asegura que no le preocupa que se identifique a su organización con las grandes empresas y señala que para el desarrollo del sector más que plata, hacen falta ideas. -¿Cuáles son las oportunidades y amenazas del sector agropecuario en el año que se inicia? -Para nosotros, la limitante en la cuestión agropecuaria es el conocimiento. Los paquetes tecnológicos no se limitan a dos o tres cosas. Hay gente que dice: la siembra directa tiene este problema y el otro. Y la siembra directa no es la panacea, es simplemente algo mejor de lo que estábamos haciendo porque hemos dejado de destruir el suelo, que es con lo que producimos. Lo mismo pasa con la biotecnología. Ha producido un cambio fabuloso en la producción de soja. En los últimos años pasamos de 12 millones de toneladas a cerca de 24 millones. Y eso no es un milagro, no pasó en todas partes del mundo. ¿Por qué pasó acá? Porque la tecnología resolvió un montón de cosas, que no es sólo plata. Antes se requería un control muy ajustado y eso provocaba que mucha gente se equivocara, que llegara tarde a la siembra o entrara tarde a la cosecha. Ahora eso se simplificó. A las aceiteras, que ahora están complicadas, ¿qué les hubiera pasado si encima no tuvieran producción? -Son pocas las organizaciones que han salido a dar el debate activamente a favor de la biotecnología. -Hay cosas que no las entiendo. Si tenés un verdulero que tiene su puesto y viene un tipo y le dice a todo el mundo: no la compre porque la fruta es venenosa, el verdulero reacciona. Nosotros nos encargamos en Aapresid de reaccionar, civilizadamente, explicándole a la gente y con la mejor buena intención. Es decirle a estos señores: están equivocados, porque ya llevamos a analizar las naranjas y están sanas, son iguales a las otras. Por eso las exportamos. Un etiquetado en la Argentina implicaría mucho porque destruye marcas, complica la infraestructura y anula la verdad que Argentina defiende afuera, que es que los alimentos que venden son seguros. A veces se generan fantasmas y hay gente del mismo sector que no entiende, entonces no se quiere enfrentar. Nosotros hemos sido los primeros en salir a debatir porque pensamos que si tenés razón, tenés razón, pero si no tenés razón, no me importa quién sos. -Aapresid promueve una agricultura sustentable y por eso sus opiniones son escuchadas cuando se habla, por ejemplo, de biotecnología. ¿Pero no temen ubicarse como los ecologistas de las grandes empresas? -Muchas veces se simplifica. Nosotros no somos hipócritas. No tengo ningún temor de sacarme una foto con Monsanto porque sus productos han beneficiado enormemente al sector agropecuario. Imaginemos un escenario: no se puede usar el glifosato. ¿Te imaginás el escándalo que sería en el campo? Sería destruir la agricultura. Sería volver para atrás y empezar a destruir los suelos, etcétera. Lo mismo con la biotecnología, que revolucionó la agricultura. Por otro lado, estos desarrollos vienen por el lado de las empresas, ya no se puede esperar que los haga el Estado. La tecnología viene de la mano de las empresas, como los autos, los teléfonos y todo los que nos rodea. Puede haber gente que no le guste pero el mundo es así. De otra forma habría que anotarse en Expedición Robinson, negar todo y vivir en una isla de la caza y de la pesca. Pero si uno quiere vivir en el mundo moderno, viajar en auto, ver los partidos de la selección, tiene que aceptar las condiciones. Y nuestra intención como entidad es hacer punta en esos desarrollos. Y nos gustaría como país no sólo ser consumidores sino generar investigación y exportar conocimiento. -¿Cuál es la traba? -Para mí no es falta de plata sino de ideas. Hay muchísimos argentinos talentosos. Pero no veo a las empresas peleándose por los mejores, por los estudiantes más brillantes. En ese sentido, Aapresid, en la medida en que no tiene prejuicios, va a fondo. Ya en el 95 difundimos un documento expresando por qué Aapresid le dice sí a la biotecnología. Argentina adoptó la biotecnología no por ser dóciles con las empresas sino porque fue oportuna. Es más, hoy me preocupa que Argentina haya puesto en el freezer desde hace tres años la liberación de nuevos eventos biotecnológicos. Veníamos al ritmo de Estados Unidos y se paró. -¿Y en Estados Unidos no se paró? -No. Para que un producto llegue a sembrarse pasa por una serie de etapas. De todos esos estudios que se hacen en el mundo, que es lo previo a la liberación, el 70% se hace en Estados Unidos, el 11% en Canadá y el 15% en la Unión Europea. En Argentina llegamos a un tope de 80 experiencias al año. Brasil, que empezó cinco años más tarde, tiene alrededor de 400. Son desarrollos que están en proceso de. Cuando se abra la puerta, los productos que van a estar en condiciones son los que cumplieron con todos esos pasos. Y acá hay eventos que se pararon cuando ya estaban listos para la comercialización, como el maíz RR y el algodón transgénico. Pero otras investigaciones han sido paradas por las empresas porque el costo pruebas y ensayos es muy grande como para no saber si después lo van a poder vender. Lo que pasa es que Europa decidió una moratoria y nosotros, si decirlo, también entramos en una moratoria. Lo que está buscando el Grupo Biotecnología es unir a todos los sectores, avanzar quizás más lentamente pero protegiéndonos nosotros mismos. -Hablaba de que faltan ideas. ¿Cuáles son las ideas que se vienen en el sector? -La biotecnología va a ser que el campo no sea sólo productor de alimentos sino que podrá producir cualquier cosa: plásticos, medicamentos. Porque se va a utilizar la semilla como una matriz de una fábrica. El año pasado hicimos una gira por Estados Unidos y visitamos la planta de Dow, donde nos decían que habían resuelto estratégicamente reemplazar el petróleo por las plantas. Todo lo que producen las plantas petroquímicas, que son altamente contaminantes, lo van a hacer con plantas. Y para eso se necesita producción. Y ahí estamos nosotros. Por eso tenemos que tener todo el país, con los puertos, la infraestructura y la estructura comercial, ordenado para eso. Y también científicos. En Argentina hay alrededor de 50 grupos que trabajan con biotecnología de plantas. En la mayoría encontrás gente de 35 para arriba. Los jóvenes no se quedan más. El próximo impacto es la genética y Argentina tiene escuela en eso. Una empresa que hoy vale 10 mil pesos dentro un año vale 50 mil millones. Y la generaron cuatro tipos. ¿Cuál es la inversión? Mente, gente inteligente. No es como fabricar energía atómica, que necesita de megainversiones. Hay países muy chicos que son grandes exportadores de biotecnología porque tienen gente capacitada. Por eso nosotros decimos que hoy el desafío es innovar. La única forma de sobrevivir es que la gente sea parte de un proceso productivo que le pueda dar valor. -Aapresid comenzó su trabajo haciendo foco en la siembra directa, pero ahora toca un universo más amplio de temas. -Nosotros nos definimos como una red de productores innovadores. La siembra directa fue la gran innovación, la que nos unió. Y significó un cambio total en la agricultura. Pero hay muchas cosas que han nacido de Aapresid, como es el uso de los grupos cortos de soja. Hoy el mercado no se hace más en mayo, a mediados de marzo ya está la gran producción. Cuando largamos no había soja de grupos cortos porque los grupos VI eran el gran mercado. Y ahora quedaron para la zona de suelos más degradados porque la elite está sembrando grupo IV. En el 93, en la Bolsa de Comercio de Rosario, hicimos una gran reunión con el tema del fusarium, por el uso del fungicida. Y hoy el boom es el uso del fungicida en trigo. La clave de nuestro trabajo es sencilla: no nos guardamos las cosas, sino que las ventilamos. Hay conocimientos que para que maduren necesitan de masa crítica, necesitan ser masificados. Cuando empezamos con la siembra directa, mucha gente decía que no iba, y no cualquiera lo decía sino gente reconocida. La soja en muchas partes no funcionaba, los grupos IV tampoco, los fertilizantes no eran necesarios. Y en ese sentido, los productores nucleados en Aapresid han sido muy innovadores, no por ser los inventores sino porque lo nuevo acá se analiza y se comparte. En un mundo tecnológico como el de hoy, lo importante es el conocimiento. Aapresid no hace ciencia, la aplica. -¿Las organizaciones del campo tienen que cambiar? -Nosotros nunca nos involucramos en la parte gremial pero sabemos que hay problemas muy amplios que justifican con creces la existencia de organizaciones gremiales del campo. Lo que sí creo es que las organizaciones, de espaldas a la tecnología, no van a ir a ningún lado. Porque el productor cada vez se va a sentir menos representado. Hoy las organizaciones no se pueden oponer a la biotecnología.
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