Año CXXXIV
 Nº 48983
Rosario,
sábado  30 de
diciembre de 2000
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Balance del fútbol
Boca, el dueño de todo
Los xeneizes y el equipo nacional fueron los picos del 2000

El soñado y tan fantaseado 2000 fue indudablemente el año de Boca Juniors, que ganó casi todo lo que jugó y en el último semestre se dio el gusto de hundir a su enconado adversario River Plate en la más humillante de sus desgracias deportivas.
También fue grandemente positivo para el seleccionado argentino, que terminó muy cómodo al frente de las eliminatorias Sudamericanas al cabo de la primera rueda y consolidado, salvo un colapso total, como virtual clasificado para el próximo Mundial Japón-Corea 2002.
El conjunto nacional casi nunca logró plasmar un juego vistoso y apenas la renovada magia y desparpajo de Ariel Ortega, de regreso por estas tierras luego de su tumultuosa experiencia europea, provocó cierta fascinación.
Pero nadie le podrá objetar su rotunda eficacia, como tampoco a su entrenador Marcelo Bielsa el haber urdido un sistema, si bien demasiado rígido, dotado de enorme personalidad, carácter y bastante equilibrio en sus líneas. Para los más exigentes, quedará la asignatura pendiente de un fútbol que genere mayor magnetismo y emoción.
River comenzó el año a todo vapor, alzándose con el torneo Clausura y luego, con la llegada de Ortega, imaginó que ya nada ni nadie podría detener su senda mágica y triunfal, y que de alguna manera convertiría en sólo un amargo recuerdo la Copa Libertadores ganada, a sus expensas, por Boca.
Pocos imaginaban que el dolor, lejos de disiparse, se tornaría insoportable, al grado de tomar forma de tremenda pesadilla. Ya con Américo Gallego instalado como técnico, fue eliminado en semifinales de la Copa Mercosur poco después que Boca lo envenenara aún más con la obtención de la Copa Intercontinental.

Como si esto fuera poco
Y, además, el premio consuelo que le quedaba, el torneo Apertura, fue a parar a las ya empalagadas vitrinas xeneizes, luego de que los primos de la ribera se lo dejaran servido en bandeja.
Como bien se aprecia, Boca cerraba un 2000 bañado en oro.
Ramón Díaz había sido despedido en febrero, peleado con los dirigentes que ahora anhelan su retorno -también el de Enzo Francescoli- no sin antes haber manoseado a Gallego hasta límites de vejación moral insospechados, o no tanto, considerando que se trata de una dirigencia con abultados antecedentes de insensatez.
Los argentinos, y el mundo entero, sufrieron y mucho el principio del 2000, que amaneció con un Diego Maradona moribundo a causa de una gravísima descompensación cardíaca producto de los excesos de droga y alcohol que lo persiguen desde hace años.
Dios, por suerte, volvió a estar de su lado, poniéndole su mano no a la pelota sino a su inmenso corazón de siempre, ahora casi sanado: en el crepúsculo del año tenemos a un Diego de mucho mejor aspecto, pero también con el angustiante interrogante, nunca disuelto, de si finalmente lo logrará del todo.
Poco tiempo después, la tragedia enlutó al fútbol argentino con el suicidio del joven y promisorio jugador de San Lorenzo Mirko Saric, tras la cual se reavivó una polémica inútil por la obviedad que resulta en estos tiempos que los clubes de fútbol tengan asistencia psicológica obligatoria para sus deportistas, frecuentemente expuestos a trances depresivos que, de vez en vez, terminan en el acabóse.
La debacle institucional con miras de irreversible de Racing, que registró la peor campaña futbolística de su historia y su última posibilidad de salvataje parecía pasar por el gerenciamiento, el flojo año de su archirrival Independiente, también acuciado por severos pesares financieros, los ascensos a primera después de largo tiempo de Almagro y Los Andes, el regreso a la máxima categoría de Huracán y los descensos de Ferro, Instituto de Córdoba y Gimnasia de Jujuy también fueron temas resonantes del 2000.
Y ni hablar el de la violencia en el fútbol, que se cobró otras varias víctimas mortales sin que nada ni nadie, una vez más, pudiera hacer algo, siquiera lo mínimo, para neutralizarla.
Las barras bravas siguen siendo, sin oposición a la vista, el brazo armado del fútbol y con frecuencia la policía equivoca el camino y en vez de prevenir tira al bulto. Y también mata.
De todos modos, la violencia no puede quedar únicamente encapsulada en el problema barrabravas, sino que su fondo sigue siendo el mismo, aunque los gobiernos de turno lo sigan negando: la delicadísima situación social que provoca aumento de pobreza, brutales desigualdades de distribución de recursos, feroz desocupación y, ante este desastroso panorama, un profundo deterioro tanto material como anímico de gran parte de la población.
San Lorenzo, en tanto, volvió a caerse en las instancias finales en los dos torneos locales, pero el eje de su año fue el controvertido tema del gerenciamiento, al igual que el de Quilmes, que se convirtió en el pionero en esta onda privatista de los clubes, que llegó a provocar fuertes divisiones entre varias instituciones y otro motivo de desgaste del eterno presidente de la AFA, Julio Grondona, a quien el 2000, generoso en varios aspectos, le concedió el quinto mandato consecutivo.
Como el peor y por cierto inesperado fracaso futbolero del año puede citarse la traumática eliminación del estrellado seleccionado argentino Sub 23 en el crucial partido contra Chile que le impidió clasificarse para los tan anhelados Juegos Olímpicos de Sydney.



El Patrón Bermúdez y la Copa Intercontinental.
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