Año CXXXIV
 Nº 48.982
Rosario,
viernes  29 de
diciembre de 2000
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El criminólogo Elías Neuman elogia la política de reducción de daños
"La represión del consumo de drogas sólo sirve para incrementar el precio"
El penalista sostiene que el negocio del narcotráfico mueve anualmente 500 mil millones de dólares

Gabriela Zinna

Es muy difícil que se legalice la droga, porque el negocio reporta 500 mil millones de dólares anuales y es el segundo más importante del mundo, después del tráfico de las armas. La explicación la brindó el criminólogo Elías Neuman, quien además consideró que la prohibición en el consumo de estupefacientes solamente sirve para incrementar el precio del producto. El especialista dialogó con La Capital y se refirió a la despenalización de la droga y a los programas asistenciales para consumidores que se basan en la reducción de daños y no en el abstencionismo.
-La gente cree que si se despenaliza la droga aumentará el consumo.
-La gente tiene derecho a creer eso. Pero cuando nosotros hablamos de legalización de las drogas, no estamos diciendo que vamos abrir las compuertas. Estamos hablando de una legalización, pero no de las adicciones. Propiciamos una legalización que debe ser controlada.
-¿A qué se refiere con legalización controlada?
-Nos referimos a que no se debe reprimir como hasta ahora. Controlar quiere decir reducir los daños, intentar que la persona que va a una farmacia y sabe que es un adicto, pueda conocer cuáles son las medidas que debe tomar para no agravar su situación.
-¿Cuál es el objetivo de esta política que impulsa la reducción de daños?
-La intención es no ahondar la victimización de una persona por desconocimiento. Acá directamente se reprime y la persona va a la cárcel por haber cometido un delito formal, llamado técnicamente delito de mera actividad y peligro abstracto.
-¿En qué consiste exactamente ese tipo de delitos?
-Son delitos que no tienen sustancia humana. Vale decir que una persona cuando declara y conjuga un determinado verbo, incurre en el delito. Cuando un tipo dice tengo, poseo, uso, facilito o suministro droga, comete el delito de mera actividad y peligro abstracto. No importa que la persona pase por eso porque se le murió la hermana, la madre se volvió loca y el padre se fue. A la Justicia no le interesa. A los jueces sólo les interesa el verbo.
-¿En qué situación queda una persona que conjuga esos verbos durante una declaración ante un juez?
-Si un muchacho reconoce que le facilitó un porro (cigarrillo de marihuana) a su novia en un pub, se lleva 15 años de prisión y esa pena no es excarcelable. Muchas de las personas que conocí que se drogan lo hacen por problemas desatados por grandes tensiones, angustias o sobreexcitaciones. Si a eso se le agregan mayores angustias o tensiones a través de la ley, se crea todo un clima de retroalimentación. Pero todo sirve para el negocio.
-¿Cree que es posible llegar a despenalizar en la Argentina el consumo de droga?
-Es muy difícil. Ya ocurrió en el mundo un problema similar con la legalización del alcohol. En el año 33, en Estados Unidos, se derogó la ley seca que regía desde el año 20. Al principio hubo como una oleada de alcohol, pero después la situación se estabilizó. No se trata de legalizar y chau. Entran en juego también ideas preventivas.
-¿Qué circunstancias deberían darse para que se legalice la droga?
-Por ahora no creo que eso ocurra. Podría suceder si todos los pueblos que alguna vez decidieron reprimir internacionalmente a través de distintas convenciones se reúnen y deciden hacer exactamente lo contrario, porque admiten que la represión fracasó. Pero me temo que eso no pasará. El negocio reporta 500 mil millones de dólares anuales. Es el segundo más importante después del tráfico de armas.
-¿Dónde quedan esos capitales?
-La mayor parte de esos fondos quedan en los países de consumo, no en los de producción.
-¿La Argentina está considerada como país de tránsito o de consumo?
-Nosotros no somos un país de consumo. Tenemos un consumo incrementado, pero somos un territorio de tránsito o lavador. También pienso que si de lavado de dinero se habla, tendría que considerarse a Uruguay, que tiene un sigilo bancario mayor que el de Suiza.
-¿Cree que desde el Estado se desarrollan políticas preventivas en materia de droga?
-La palabra prevención hay que abortarla del diccionario. El Estado no tiene intenciones de revertir la situación actual. Las organizaciones no gubernamentales (ONG) plantean políticas de asistencia, como por ejemplo la creación de hogares para chicos. Sin embargo, el Estado sigue creando reformatorios terroríficos para seguir resintiendo aún más a las personas. Entonces esos seres humanos son victimizados doblemente. Pudiendo hacer algo diferente, el Estado prefiere no hacerlo.
-¿Por qué piensa que el Estado actúa de esa forma?
-El Estado actúa muy perversamente. No se entiende muy bien cómo juega. Estas actitudes se las ve también en las cárceles, en los reformatorios, en los geriátricos y en los hospitales. Ahí, donde haya minusválidos para la vida se ven estas actitudes, porque ese ser humano no interesa seriamente. Es un problema de costos, riesgo y beneficio. ¿qué pueden hacer con esas personas si la tecnología los reemplazó?
-¿Cree que la prohibición de la droga en algún momento sirvió para frenar el problema?
-Desde principio de la década del 60 hasta la actualidad, se demostró que la represión no dio resultado. En todas partes hay una represión severísima con respecto a las víctimas de las drogas, es decir a los tenedores, usuarios, minitraficantes para consumo propio, facilitadores a título gratuito... Todos estas son las figuras más pálidas que pueblan las prisiones. Pero el narcotraficante rompe la regla y no llega a ser capturado. Nosotros llegamos a la conclusión que la represión no logró prohibir nada.
-¿Por qué razón se mantienen entonces esas políticas represivas?
-Porque de esa manera, a través de la represión, se logra incrementar el precio del producto, prospera el negocio y fluyen los narcodólares. Se beneficia la industria prohibiendo y creando un lenguaje pánico. Se crean estereotipos y la gente termina creyendo que cualquier persona que actúa diferente está drogado. Cuando alguien es asaltado en la calle, termina diciendo que los ladrones estaban drogados. En este país ni la policía tiene los detectores necesarios para saber si una persona está drogada y eventualmente con qué droga.



Para Neuman el Estado no busca revertir la situación.
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