Antes el barrio parecía una película de cowboys, y ahora se terminaron, están todos presos. La comparación surgió del comerciante que denunció a cinco policías de la seccional 12ª que se encuentran detenidos, procesados por los delitos de amenazas, chantaje, exacciones ilegales, falsificación de documentos públicos, extorsión y privación ilegal de la libertad. Los policías apresados por orden del juez Adolfo Prunotto Laborde, a cargo de la investigación iniciada en mayo, son el subcomisario Eduardo Ojeda, el oficial Ramón Higinio Arce, el cabo primero Ramón Orlando Luna, el oficial Miguel Prado y el suboficial Alberto Nieto, quienes pertenecían a las comisarías 12ª y 17ª. Florencio Ataliva Vega, el comerciante que desencadenó las denuncias, sostuvo que a él lo persiguieron más de un año. Venían con el auto, amenazaban, mangueaban, se llevaban cosas, recordó ayer en su viejo galpón de barrio Ludueña, que funciona como fábrica de muebles de caños y maderas y empresa de mudanzas y fletes. Vega denunció que los policías acusados se llevaron mercaderías en varias oportunidades, pero el detonante de la presentación judicial fue una amenaza telefónica. Si no ponés 2 mil pesos, tu familia va a tener algún problema o te vamos a iniciar una causa, dejaron grabado en su contestador. No tenía nada más que perder, estaba perdido. Cuando te amenazan, te manguean y te aprietan, te cansás. Pero amenazar a mi familia era lo último que podían hacer, dijo Florencio. Por eso decidió consultar a la fiscalía para que lo asesorara en cuanto al modo de proceder. La consulta la recibió la titular de la fiscalía Nº1, Alba Olmos, que se comprometió a investigar si el comerciante radicaba la denuncia. La fiscal personalmente vino al barrio a recabar información. Ella hizo la investigación y las Tropas de Operaciones Especiales hicieron lo mismo. Así verificaron que no era una situación que padecía un solo comerciante sino todo el barrio, sostuvo. Además de pedir dinero y mercadería a los comerciantes, la investigación descubrió que los policías amenazaban con detenerlos e inventar causas en su contra o involucrando a los familiares. Vega asegura que los policías infundían terror en en el barrio. Entraban con el auto en contramano, iban sin camisa, con el arma en la mano. Eran impunes, contó el hombre. Justamente esa sensación de impunidad era la que paralizaba a los vecinos en la decisión de denunciarlos. Son policías. Tenían un arma, una chapa, un uniforme, y se abusaban, indicó Vega. Además de la amenaza telefónica que desencadenó la denuncia, Vega recibió otras intimidaciones. Después de realizar la presentación, encontró un papel pegado en la puerta de su local, ubicado en Formosa 132 bis, con amenazas de muerte, que denunció ante la fiscalía Nº2. Decían que me iban a matar. Pasaban en un Fiat 128 por el galpón y me hacían señas pasándose la mano por el cuello, contó. En otra oportunidad, los familiares de uno de los policías denunciados se presentaron en el local para amedrentarlo. Todas las intimidaciones lo obligaron a pedir protección ante el juez Prunotto Laborde, que le ofreció una guardia policial, a lo que Vega se negó. No quería policías en mi puerta, los quería adentro, señaló el hombre y destacó que desde que los policías fueron apresados el barrio está tranquilo. Todo se hizo como correspondía. Todos los comerciantes del barrio tenían miedo de ir a Tribunales porque temían que estos policías quedaran impunes, por eso con el procesamiento el juez me dio una inmensa satisfacción, señaló el comerciante. Pero el temor por las intimidaciones no cesó. Si algo nos pasa a mí o mi familia, estos señores son los responsables y en mis denuncias están las pruebas, aseguró el hombre.
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