Pablo F. Mihal Aníbal Fucaraccio
En el año 2000, el aletargado proceso de crecimiento institucional y deportivo del seleccionado de rugby Los Pumas dio señales intermitentes aunque inequívocas de haber dado un claro paso adelante con vistas a su aún lejano norte. Un paso firme, enemigo de las ambiciones desmedidas, que se esfuerza por destacarse detrás de algunos resultados adversos en el cierre del calendario internacional, pero que merece ser resaltado en su justa medida teniendo en cuenta las limitaciones estructurales siempre vigentes en nuestro país. No se puede obviar que en la presente temporada, Los Pumas enfrentaron a grandes potencias de este tradicional deporte como Irlanda, Australia, Sudáfrica e Inglaterra. Y eso, lejos de acentuar el efecto cruel de las derrotas, sirvió como exigente parámetro para relevar las reales posibilidades del representativo argentino en el contexto internacional. Las conclusiones, si no son apresuradas y no se dejan llevar por la tibieza de la última actuación, revelan que Los Pumas, con el correr de los partidos, van mereciendo el codiciado sitial que lograron en Gales. Aún sin encontrar el ansiado equilibrio de conjunto y todavía ajustando algunas tuercas entre dos sistemas que evidentemente no tienen la misma consistencia (el defensivo y el ofensivo), los argentinos se plantaron con enorme personalidad entre los más poderosos de este deporte y ese escenario no les quedó grande. El sólido triunfo ante Irlanda, el segundo test contra Australia y el repunte del final con Sudáfrica marcan una clara tendencia de Los Pumas hacia una corajuda entereza colectiva para encarar compromisos difíciles. Hoy el seleccionado argentino es mundialmente reconocido por su bravío espíritu defensivo, su tackle es temido y su pateador (tan determinante como irregular) genera permanente peligro para cualquier adversario. Y más allá de que todavía quedan apreciables asignaturas pendientes, el juego argentino consiguió una base definida y demostró tener conceptos básicos aprendidos que servirán de plataforma para seguir progresando. La primera temporada de Los Pumas bajo la conducción de la dupla conformada por Marcelo Loffreda y Daniel Baetti arroja variadas y ricas aristas para desmenuzar a través del análisis. Pero lo más destacable, sin dudas, es la confirmación del rumbo del seleccionado luego del histórico quinto puesto del último Mundial. Ese halago fue el punto de partida y el marco referencial para esta incipiente etapa. Incluso se presentaba bastante complicado superar ese hito, que se podía transformar en la mejor manera de largar o en el peor estigma comparativo para los nuevos entrenadores del seleccionado. Pero la prueba fue superada con gran suficiencia y en este año Los Pumas se instalaron con tendencia sedentaria en la elite del rugby mundial.
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