Año CXXXIV
 Nº 48.980
Rosario,
miércoles  27 de
diciembre de 2000
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Crónica de un asesinato anunciado

El día que sepa que mi esposa está con otro hombre, los mato a balazos a los dos. Me llevo al nene, o me pego un tiro. La frase, amenazante y en parte premonitoria, es una de las tantas que se pueden leer en cuatro hojas de papel sueltas que Blanca, la madre de Carina Torres, encontró sin querer en un bolsillo del uniforme de Juan Ramón Farías y que actualmente guarda como el más preciado tesoro. Es que Blanca, junto con toda su familia, está convencida de que la tragedia de Navidad no fue un episodio aislado, producto de un arrebato por celos sino que ya había sido anunciado por los brutales castigos que había sufrido la joven enfermera (ver Un psicópata puro).
Fue un asesinato premeditado. Esperamos que ahora no digan que (Farías) está loco para declararlo inimputable y traten de salvarlo, reclamaron los familiares durante el velatorio de la chica. La capilla ardiente fue armada en la vivienda de los padres, una humilde casilla ubicada en el asentamiento precario de Ayacucho y Uriburu.
Carina era muy luchadora e independiente. Siempre decía que no quería vivir en la villa. Por eso trabajaba, dijeron ayer sus padres y hermanos.

Malos tratos
La pareja se conoció cuando el muchacho era cadete en la Escuela de Policía de Rosario. Unos años después, y cuando se había graduado, se fueron a vivir juntos a Rafaela donde Farías, que es oriundo de Santiago del Estero, tuvo su primer puesto en la policía. A su vez, la chica logró trabajar de enfermera en el hospital local. Con el tiempo la relación se deterioró por los continuos maltratos que Carina sufría.
Entonces decidió dejarlo y venirse a Rosario con el chico. Pero la cosa no cambió. Farías la seguía acosando, recordaron los familiares. Al momento de ser asesinada, Carina trabajaba en el área de pediatría del Hospital Español, pero antes también fue empleada en los sanatorios Mapaci y Británico. Después de su separación, es decir en menos de dos años, la chica vivió en tres casas distintas. Siempre tuvo que mudarse por temor a las agresiones de Farías.


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