Los mensajes de Navidad de los obispos argentinos denotaron la profunda preocupación de la Iglesia por la crisis socioeconómica que padece el país, que tiene a la desocupación y pobreza crecientes como sus signos más notorios.
Cada uno en su estilo, los prelados manifestaron los temores de los hombres de Iglesia frente a las consecuencias del modelo neoliberal imperante, sin excluir exhortaciones a la esperanza y a ponerse manos a la obra para cambiar este panorama de inequidad e injusticia social.
Uno de los mensajes más críticos sovobre la situación imperante fue el de monseñor Jorge Casaretto (San Isidro), quien aseguró que la pobreza y la exclusión social demuestran que el país viene en franca decadencia y presagió que este proceso todavía no llegó a su fin.
El prelado sanisidrense lamentó también que la clase dirigente no esté a la altura de las circunstancias e insistió en que no hay signos de recuperación ético-moral en la actual cultura argentina.
No obstante, el también titular de Cáritas Argentina hizo hincapié en la virtud de la esperanza y convocó a orar para que la sensación de fracaso que nos rodea nos ayude a encontrar los consensos necesarios para que todos (y no sólo los pobres) convengamos en sacrificarnos por el bien común del país.
Mientras, monseñor Estanislao Karlic (Paraná) instó a efectuar un proyecto común terrenal-celestial, porque Dios quiere que nuestro trabajo, como el suyo, sea un trabajo para el bien de todos, y monseñor José María Arancedo (Mar del Plata) expresó que para superar la crisis -sobre todo moral- y afrontar el futuro con esperanza, es necesario asumir como norma de vida la sinceridad y el compromiso con la palabra dada, la honestidad en la conducta y la solidaridad como expresión generosa de pertenencia a una comunidad.
Auguran más exclusiones
Los obispos José Pozzi (Alto Valle), Rubén Frassia (Bariloche) y Marcelo Melani (Viedma) vislumbran un futuro donde muchísimos hombres y mujeres no tendrán ya lugar y se encontrarán cada día más excluidos, lo cual representa una de las consecuencias más graves de la crisis que estamos padeciendo, y que está provocando cambios muy grandes en el campo familiar, laboral y social.
Los prelados rionegrinos denunciaron que la exclusión de tan grande masa de hombres y mujeres es fruto del pecado del egoísmo e individualismo que imperan en nuestras sociedades y advirtieron que la fuerza de este mal es tan grande que se cristaliza en estructuras sociales, económicas, políticas y culturales que provienen del egoísmo, el cual hace que parezca normal e inevitable la exclusión presente y conduce a una exclusión cada vez mayor.
En tanto, monseñor Baldomero Martini (San Francisco) sueña con una sociedad utópica pero posible, donde la justicia sea la gran bandera de los que gobiernan, y el derecho sea el respeto profundo del bien común de las personas y de todas las personas.
Anhela, asimismo, que en la Argentina ya no haya corrupción y se haya ingresado finalmente en la globalización de la solidaridad. Haya unidad y no división. Y que entonces la bandera se enarbole esplendorosa, porque los argentinos no se van del país, ni llevan sus dineros afuera, ni hacen sus inversiones en otros países.
Por los que más sufren
Monseñor Carlos Franzini (Rafaela), en cambio, dedicó su escrito a quienes están sufriendo de manera más directa la actual crisis: los desocupados, los afectados por las inundaciones, quienes no tienen acceso a condiciones de salud, vivienda o educación dignas. También se refirió a los jubilados, los que emigraron del campo y aquellos que han perdido la confianza en las instituciones.
A todos ellos, que son víctimas de la creciente inequidad en la sociedad, el prelado santafesino les recordó que no están solos, porque la Iglesia quiere ser solidaria y compañera de camino, aunque no tenga todas las soluciones a sus necesidades pero sí la fe, capaz de transformar toda injusticia y todo dolor.
En la misma línea, monseñor Agustín Radrizzani (Neuquén) explicó que vivir la Navidad significa tener en nosotros los ojos y el corazón en Cristo, comprender el dolor de los que sufren, acercarnos a quienes más nos necesitan, a ejemplo de Jesús, que se acercó a los pobres, a los enfermos, a los marginados, a los tristes y se preocupó por aquella multitud que no tenía qué comer.
Tras destacar la labor de los voluntarios y de quienes, a pesar de sus dificultades, se empeñan por la solidaridad, exclamó: El camino privilegiado para superar la crisis es ayudar al necesitado y buscar caminos de equidad y justicia mediante el testimonio personal y familiar.