| | Navidad y Año Nuevo ponen a la parentela en apuros a la hora del brindis Fiestas en familia: ¿paz y amor? Los regalos, la comida, el lugar de reunión. Motivos no faltan para discutir, según 5 humoristas rosarinos
| Laura Vilche
Sucede en las mejores familias. Quien no haya vivido un entuerto familiar antes, durante o después de las fiestas, que tire la primera piedra. ¿Otra vez con tus viejos?; ¿también hay que comprarle regalo a tu tía?, si ni sé cómo se llama; todos vienen, morfan, brindan y se van, después la pila de platos me queda a mí; ¡abran rápido los regalos que nos queremos ir a bailar!. -Tu primo es un garrón, se chupa todo, encima trae sidra cuando nosotros ponemos champán y los turrones que sobraron del año pasado. -¿Y tu hermana, que siempre regala campanitas de porcelana y velitas perfumadas? Toneladas de campanitas y velitas tenemos en casa. La cuestión no queda en los reproches, sino en la dificultad de conformar a todos con la asistencia en Nochebuena y Año Nuevo. Tener padres separados puede superarse sencillamente: se celebra una vez con cada uno. Pero ¿cómo sortear este conflicto cuando los separados también son los suegros? Y ni qué hablar de los niñitos. Ambos integrantes del ex matrimonio quieren verles las caras a sus chicos abriendo los regalos, así que las discusiones sobre la patria potestad son en más de un caso la antesala segura de la Navidad. Así las cosas. Para muchos, estas celebraciones están lejos de la noche de paz y amor tan esperada. Cinco humoristas rosarinos, que coinciden con que el panorama para esta fecha tiene mucho de turbulento, contaron a La Capital su parecer y algunas de sus más íntimas experiencias en la materia. Para Roberto Fontanarrosa, los conflictos y peleas familiares son lógicos e invariables. Según dice, todo comienza en el mismo momento en que alguien hace la pregunta de rigor: ¿Dónde la pasamos?. Si se decide ir a la casa de Fulano, se piensa que se debería invitar también a Mengano y a raíz de eso se piensa que no se puede dejar afuera a Sultano. Así se van agregando personajes y problemas. Creo que los únicos que tienen eso solucionado son los integrantes de esas familias inmensas, donde se reúnen unos doscientos invariablemente en una casa. Eso sí, para ellos el problema comienza después, cuando alguien pregunta, ¿quién limpia todo esto?. Lo más gracioso es la mezcla grotesca de fiesta religiosa y pagana, sostienen los historietistas Esteban y Pirín. Porque en el fondo -agregan- es una fiesta cristiana que termina en comilona general, donde se superponen costumbres nórdicas con el agobiante calor rosarino. Todos comen nueces, garrapiñadas de almendras y turrones, cuando lo más adecuado sería tomar helado haciendo honor a la ciudad, que fue declarada «capital del helado artesanal» por el ex presidente Menem. El dúo también ironiza sobre el aspecto bizarro que se traduce de la superposición de símbolos navideños. Al pesebre se le suma un Santa Claus y un abeto nevado. ¿Quién puede explicar qué es todo eso?, se preguntan. También se refieren a los regalos y a las distintas formas de festejar de cada familia. Algunos -comentan- toman estas fiestas como un verdadero encuentro. Otros terminan tomando y bailando sin saber muy bien con quién. Y ni qué hablar de los regalos. A más de uno le causa agobio salir a comprarlos, encima están los que los hacen por compromiso y ni hablar de quienes se preocupan porque no se le deje el precio al paquete para que nadie se entere de lo poco que costó. Pero aun si se supera con éxito la prueba de los regalos, nunca falta quien lleva al medio de la mesa familiar un tema que causa escozor. Hay que evitar hablar de política o de tópicos que puedan generar discusiones, recomienda Julio Juliovich, y continúa: Cuando alguien se expide en contra o a favor de tal o cual cosa, todos comienzan a hablar a la vez. Siempre alguno termina ofendido y nadie sabe por qué. Pero en mi familia esto no pasa porque como somos todos ignorantes siempre hay uno que habla y el resto lo escucha callado. Para Andrea Fiorino, la costumbre hace que nos reunamos pese a todo. Dice que en muchos casos sucede que la gente no se ve durante todo el año, pero se ofende si no vas a su casa o no la invitás para las fiestas. Si te invitan te jode, pero si no te invitan te jode igual. Un dilema, asegura. Apelando a la memoria de su historia personal cuenta que en una Navidad, cuando tenía 20 años, sus padres se fueron antes a la casa de sus tíos, lugar donde se festejaría la reunión familiar, y la dejaron sin darse cuenta encerrada en su casa. En las ventanas había rejas, llamaba por teléfono pero nadie me oía porque estaban de pura fiesta, y en esa época no existía celular. Yo lloraba pensando que estaban preocupados por mí, que le había arruinado la noche a la familia, pero me equivoqué. Recién vinieron a ver qué me pasaba después del brindis. En definitiva la pasé sola. Hoy, si me sucediera eso, se los agradecería. En fin. Con mayores o menores emociones, y cumpliendo con un rito que ya tiene 2.000 años, estas fiestas se celebrarán en muchos hogares. Allí, al menos durante el brindis, y por pocos minutos, parecerán ser las fiestas felices, llenas de paz y amor, que pintan las postales navideñas.
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