Bucaramanga, Colombia. - John Fredy sabe disparar una AK-47, cavar trincheras, orientarse en medio del monte y custodiar a los secuestrados. Pero este joven de 13 años, de mirada vivaz y mente rápida, con grandes orejas y dos años como rebelde de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, (Farc), no sabe leer ni escribir. Cuando estaba casi congelándose en el páramo, y al borde de desfallecer por el hambre, luego de cinco días sin comer y ante el acoso de las tropas gubernamentales decidió entregarse en la cordillera oriental, cerca a esta ciudad del noreste colombiano.
Desde el inicio de la ofensiva a finales de noviembre, el ejército colombiano ha capturado o recibido como desertores a 95 guerrilleros -41 de ellos menores y ha matado a 51 combatientes- 34 con menos de 18 años, de un grupo de 240 personas.
Otras dos unidades guerrilleras con 120 hombres se rezagaron y no cayeron en el cerco gubernamental. La operación militar ha dejado al descubierto una siniestra y triste radiografía del conflicto colombiano: el creciente uso de niños como combatientes. Los datos que están saliendo de esa columna, esta proporción de menores, es alarmantemente alta, dijo Carel de Rooy, representante de la Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) en Colombia. O la proporción de niños en las tropas rebeldes está muy por encima de lo que se había estimado o incluso peor, los están mandando a la primera línea de la guerra, agregó el funcionario. Este consideró que un 20 por ciento de niños integran actualmente las Farc.
Los expertos calculaban que había unos 6.000 menores en los grupos ilegales de izquierda y derecha, es decir un cuarto de los casi 30.000 hombres en armas. La cifra es apenas una fracción de los 300.000 menores en armas en el mundo, según estadísticas de Human Rights Watch. El desarticulamiento de esta columna también confirma realidades que habían sido denunciadas pero que quedan confirmadas con los testimonios de los menores: el reclutamiento de menores en el área de distensión -zona del tamaño de Suiza que el gobierno del presidente Andrés Pastrana concedió a las Farc para realizar negociaciones de paz- y el entrenamiento militar que reciben allí los insurgentes.
Entrevistados cerca a Bucaramanga en un centro gubernamental para menores para iniciar su proceso de readaptación, en medio de la algarabía e historias dificultades en la travesía, de los 16 hombres y seis mujeres que había de esta institución, casi la mitad afirmaron que habían ingresado a la guerrilla forzados.
Reclutamiento forzoso
Algunos jóvenes dijeron que ingresaron por amenazas contra su familia o incluso como el caso de un indígena de 16 años del departamento de Vichada, amarrado y llevado en un carro hasta el campamento guerrillero. Pero John Fredy, quien aunque es el menor del grupo era el líder natural de sus compañeros, sí entró porque quería. Buena ropa, un fusil y pasear en 4x4, dijo John contando como ingresar al grupo rebelde le pareció una promoción social de su condición de cargador de piedras para una carretera. Te pintan pajaritos de oro y luego sólo eres un esclavo, agregó este joven, el único que mantuvo la compostura cuando llegó un mayor del ejército con regalos de ropa nueva y elementos de aseo para todos.
Los muchachos narraron cómo habían salido del área de distensión hace más de tres meses luego de recibir entrenamiento militar, algunos luego de solo haber disparado cinco cartuchos. La mayoría dice que entrenaron con palos de madera tallados en forma de fusil por tres meses y solo usaban las armas cuando iban al polígono. Era bueno, se gozaba, dijo Patricia, de quien no se puede utilizar su apellido por prohibición legal. Ella es otra de las niñas que llegó el miércoles capturadas y para quien ser guerrillera era un juego antes de salir de la protección que brindaba la zona de distensión y enfrentar al enemigo. Luego vinieron las caminatas, el frío, el hambre, el sufrimiento, dijo esta joven de pelo rojo y quien afirmó que ese día -el miércoles- era el primero que comía en 10 días a pesar de llevar cuatro buscando el ejército para entregarse.