Año CXXXIV
 Nº 48975
Rosario,
jueves  21 de
diciembre de 2000
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Temor y superstición bajo las laderas del Popocatépetl
Los miles de evacuados por la actividad volcánica quieren regresar a sus hogares pese a que se mantiene la alerta

Karina Balderas

San Pedro Cholula, México. - Un payaso con pantalones azules y camisa a rayas fue el único que logró arrancarle risas a más de 30 niños obligados a refugiarse junto con sus familias en uno de los albergues instalados en México tras una serie de erupciones del volcán Popocatépetl. La idea de llevarles un poco de distracción a los niños en el albergue en San Pedro Cholula, en el central Estado de Puebla, fue de una organización civil. En ese lugar, entretanto, sus padres seguían tratando de encontrar a otros familiares o de regresar temporalmente a sus humildes viviendas, ya que la mayoría teme que les roben sus pocas pertenencias o que sus animales mueran de hambre.
Sólo a los padres de familia se les estaban extendiendo permisos para que pudieran regresar temporalmente a sus viviendas a bordo de vehículos del ejército. El coloso de más de 5.500 metros de altura lanzó en los últimos tres días una lluvia de rocas incandescentes que tiñó sus laderas de rojo.
El Popocatépetl pareció ayer más tranquilo. Las erupciones y los retumbos se detuvieron momentáneamente, pero el estado de alerta máxima continúa en efecto pues los funcionarios advierten que la actividad puede no haber terminado. Los vientos llevaron las enormes columnas de ceniza hacia el sur, lejos de los 20 millones de habitantes de la ciudad de México. Pero en el Estado de Puebla, algunas farmacias vendían mascarillas de papel. La planta Volkswagen en Puebla reubicó los automóviles nuevos, que normalmente estaban en lotes abiertos, y la empresa estatal de petróleos Pemex cubrió su maquinaria y los desagües de su planta.
Vine con mi mamá y mis hermanitas. Nos espantó el volcán, dijo Daniel, un niño de 10 años que llegó al albergue en la madrugada del martes. Daniel dijo que su madre no quería abandonar su casa e insistía en que no iba a pasar nada. Sin embargo, el ejército los persuadió a que finalmente lo hicieran.
La orden de desalojo fue hecha desde el viernes, pero la mayoría de la gente de los poblados más cercanos a la boca del cráter se resistió. Fueron las erupciones del lunes y la madrugada del martes las que finalmente convencieron a la mayoría a abandonar sus viviendas, pero aún así, la mayoría de los adultos entre los refugiados en San Pedro Cholula sólo piensan en regresar.
En los albergues las autoridades repartían centenares de litros de leche y agua, mientras las comidas incluían guisos de carne con huevo, café y hasta tartas. Había cobertores y televisores para que la gente estuviera menos incómoda. Paradójicamente, los alimentos que han recibido son en muchos casos mejores de los que toman habitualmente, pero aún así, la mayoría quiere regresar a su vida cotidiana. Aquí no les gusta porque no es su comida ni es su casa, explicó María, una de las 3.184 personas en cinco refugios acondicionados en San Pedro Cholula, a unos 35 kilómetros al este del cráter.
Estos refugiados son apenas una parte de las más de 30.000 personas que debieron abandonar Santiago Xalitzintla, San Pedro Yacuitlalpa, San Mateo Ozolco, San Nicolás de los Ranchos y otras poblaciones ante la fuerte actividad del volcán.

Hombre-dios
En los albergue, los ancianos repiten casi idénticamente la leyenda de que el volcán personifica a un hombre-dios que se llama Gregorio Chimalpopoca, que es quien decide la suerte de sus cosechas, enviando lluvia para alentarlas o granizo para destruirlas. Cada 3 de mayo, los residentes del lugar han protagonizado una peregrinación a una cueva natural en una ladera del volcán para hacer ofrendas y rezar en silencio.
Según las leyendas locales, Gregorio Chimalpopoca o Don Goyo se le ha aparecido a algunos residentes que actúan como magos que son los encargados de comunicarse con el volcán. ¿Por qué no me hacen caso?, si no me hacen caso no les doy la lluvia, yo soy Gregorio Chimalpopoca, es la afirmación que acostumbra hacer Don Goyo, explicó Liborio Apanco, de 88 años.


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