Juan José Salinas
Cortejado por sectores del gobierno, el ex ministro de Economía Domingo Cavallo se transformó en la niña bonita de la política argentina. Sin embargo, el actual diputado nacional niega que se le haya hecho un ofrecimiento formal para incorporarse al gabinete aliancista. El líder de Acción por la República elogió a Carlos Chacho Alvarez y enfatizó que hay que prestar mucha atención a lo que dice y hace, sobre todo en materia de gasto social. Durante una entrevista con La Capital, Cavallo también planteó una profunda reforma del sistema impositivo y afirmó que quienes proponen escenarios de salida abrupta de la convertibilidad y devaluación, hacen planteos esotéricos y contribuyen al caos. -Finalmente llegó el ansiado blindaje. -El blindaje es bueno para el país por una razón muy sencilla: nos da acceso a créditos que necesitamos, en condiciones financieras más favorables que las que estaban ofreciendo los mercados. No cabe ninguna duda de que esto le ofrece al gobierno una oportunidad de provocar una reactivación. Claro que hubiera sido mucho mejor que esto hubiese ocurrido un año atrás. Pero hay que aprovechar las oportunidades cuando se las tiene. -¿De qué manera se recuperará el camino del crecimiento? -Que entremos en una etapa de reactivación económica depende de las inversiones. Y para generarlas se deben remover todos los impuestos que las gravan. El sistema impositivo argentino tiene un defecto grande: no fuimos capaces, a lo largo del tiempo, de cobrarle a quien gana dinero, a quien genera valor agregado efectivo, a quien lo agrega y lo transforma en dinero para sí. Tratamos de cobrarlo por anticipado, cuando el empresario o el trabajador hacen el esfuerzo. Y los desalentamos, porque los costos de inversión y de la producción son ciertos mientras que las ganancias no lo son. -La desocupación es el obstáculo más difícil de remover. -Sí, para que empiece a aumentar el empleo hay que conseguir un vigoroso crecimiento económico. El problema no es sólo el alto número de desocupados, también el muy largo tiempo por el cual han estado sin trabajo. La desocupación se está transformando en un problema crónico. -Además, hay una pérdida acelerada de calidad en los empleos que se preservaron de la destrucción. -La precarización laboral es un anticipo de la desocupación. La gente empieza a darse cuenta que, si bien no está desempleada hoy, puede estarlo dentro de 2 o 3 meses. Con un proceso de inversión va aumentando la expectativa de los que tienen trabajo y apareciendo empleo para los que no lo tienen. Y se incrementa el consumo. -Hay pronósticos muy sombríos, planes que están haciendo algunos funcionarios para salir de la convertibilidad devaluando y, seguidamente, dolarizando. -No hago pronósticos, soy un dirigente político que trata de aportar soluciones. Plantear ese tipo de escenarios catastróficos es contribuir al caos. Esos planes alternativos son absurdos, hechos por personas con frondosa imaginación que no entienden absolutamente nada. Son esoterismos económicos y políticos. -¿A qué atribuye la revalorización de su figura tras su contundente derrota electoral en Buenos Aires? -Es un error considerar que fue una derrota. Quizás sea la imagen que mostré porque me enojé mucho. Yo creí sinceramente que nos estaban haciendo trampa. Pero, al margen de eso, obtuvimos un resultado muy bueno: sacamos el 34 por ciento de los votos frente a una alianza de las dos principales fuerzas de ese distrito. Ese porcentaje es el máximo que logró obtener el PJ durante la década pasada en el mejor momento del gobierno de Menem, cuando yo era ministro. El gran error que cometí fue hacer campaña diciendo que desde la Capital Federal iba a ayudar a la reactivación y al crecimiento de la economía nacional, porque me anticipé a todo esto que pasó después. La gente no era tan consciente del peligro de que la recesión se prolongase y no pude conseguir que demandara mi participación a nivel ejecutivo a través del gobierno porteño, como lo está haciendo ahora. -La crisis del Senado abrió una grieta en la sociedad, pero sólo renunciaron Alvarez y Melgarejo. Y Cantarero regresó como si nada... -(Interrumpe) Creo que se perdió una gran oportunidad. Hubo una crisis institucional que pudo ser sanadora, pero en lugar de eso sobrevino otra que debilitó al gobierno. Si Alvarez, De la Rúa, la UCR y el Frepaso hubieran trabajado para inducir una dimisión generalizada de los senadores y llamado a elecciones anticipadas para renovar la Cámara alta, se hubiese curado el problema. Como la Constitución reformada del 94 prevé la elección popular de los senadores, iba a quedar conformada una Cámara mucho más representativa. -La percepción popular es que la corrupción empezó mucho antes. Basta recordar aquella foto en que los diputados del PJ se abrazaron como jugadores de fútbol a la hora de privatizar YPF. -No creo que haya habido corrupción en la privatización de YPF. La clave, me parece, está en el sistema de gastos reservados, que se justificó en su momento porque las remuneraciones nominales eran muy bajas y, equivocadamente, no se querían reflejar las reales en el presupuesto. Todo eso se fue deformando y, en el Congreso, se transformó en un manejo de una cierta cantidad de gastos reservados por los jefes de bloques. Hay que valorar la actitud de Alvarez de apoyar al gobierno y trabajar por la unidad de la Alianza. Hay que prestar atención a lo que Chacho dice y hace, en especial en materia de gasto social. Y el hecho de que le haya enviado una propuesta al presidente me parece digno de encomio. -¿Cómo observa a Reutemann, Ruckauf y De la Sota? -La gente demanda, tanto del presidente como de los gobernadores, una buena gestión. No está interesada en que se dediquen a campañas proselitistas de manera muy anticipada. Reutemann y De la Sota están preocupados por los problemas de sus provincias. Ruckauf, que al principio se metía bastante en el tema nacional, en las últimas semanas está actuando como los anteriores. En la medida en que se dediquen a gobernar, van a ser cada vez más reconocidos por la gente.
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