Washington. - La opción de nombrar al general retirado Colin Powell como nuevo secretario de Estado había sido un secreto a voces durante la campaña de George W. Bush, como modo de anticipar una política exterior firme y de contrarrestar en los votantes la ansiedad suscitada por la falta de experiencia de Bush en asuntos externos.
En cierto sentido, Bush con este nombramiento indica un retorno a la política exterior de su padre, que -según la descripción de su propia gente- estaba basada en el uso juicioso de la fuerza militar para proteger los intereses vitales de EEUU, en lugar de dispersarla para el mantenimiento de la paz en diversas situaciones de conflicto en el mundo.
Un dejo de ironía
Pero, al nombrar por primera vez a un afroamericano como secretario de Estado, Bush está también haciendo historia con una ironía hacia el Partido Republicano, que de por sí otorga fuerza al poder del hombre blanco. Powell, de 63 años, hijo de inmigrantes jamaiquinos, nació en Harlem y creció en Bronx, Nueva York.
Cuando Irak invadió Kuwait en 1990, Powell se manifestó inicialmente en contra del proceso de acumulación de tropas que se denominó Escudo del Desierto y posteriormente, cuando estalló la Guerra del Golfo, Tormenta del Desierto. Esta reticencia ha suscitado algunas dudas respecto a su idoneidad para convertirse en secretario de Estado. Pero, una vez que la campaña estuvo en movimiento, Powell se lució en el manejo del despliegue de tropas en el Golfo y en la posterior liberación de Kuwait. Los breves partes de noticias sobre la guerra que difundía por televisión lo hicieron una celebridad nacional, que nunca perdió.