Sociedad apoltronada y enemiga ya de las grandes revoluciones, la de los principales países europeos no hizo hasta ahora buenas migas con la irrupción informática -quizás por ser algo que provino de Estados Unidos-, aunque ante lo inevitable parecen haberse decidido a recuperar parte del terreno. Salvo en casos especiales como es el de España, las grandes naciones de Europa tienen algo que podría definirse como un tipo de alergia hacia Internet. Hasta el punto que Alemania, nada menos, se vio obligada a importar 60.000 técnicos en informática de la India para paliar el déficit generado por el desinterés de sus propios estudiantes por este tema. Pero si el caso alemán es ilustrativo, para Francia la cuestión se transformó en un caso de extrema gravedad, porque allí el desinterés se convirtió en una negativa social a tomar las nuevas herramientas. Tanto que el propio primer ministro, Lionel Jospin, acaba de anunciar la creación de una misión interministerial para el acceso público a la informática, Internet y multimedia. Además, explicó que la misión tendrá como objetivo divulgar información sobre las iniciativas que se desarrollan en nuestro país, salgan del Estado o de otros actores, colectividades locales, asociaciones o empresas. El tema, precisó, es entablar una lucha frontal contra la fractura digital que enfrentan los franceses, no sólo internamente, sino con el resto del mundo. A nivel continental, recién en mayo pasado el Parlamento Europeo, dictó directivas sobre el comercio electrónico, fijando obligaciones de identificación y transparencia de las direcciones en Internet y especifica las reglas jurídicas aplicables a los contratos cerrados por vía electrónica. En el caso francés, antes que culmine el año se prometió reglamentar la ley sobre las tecnologías de información y de comunicación y se presentarán recomendaciones en cuanto a la seguridad en los pagos electrónicos con tarjeta de crédito, que condiciona en una amplia medida el desarrollo del comercio electrónico. De hecho, recientes encuestas demostraron que el comercio por Internet en Europa, dada la ausencia de normativas, desembocó en un verdadero fraude, por el cual más del 40% de los compradores jamás reciben los productos encargados.
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