China, el gigante asiático, todavía no desplegó todo su potencial, pero su sola sombra ya asusta. El agro no es la excepción. Décadas de políticas de promoción a la producción granaria y protección a la industria procesadora convirtieron al gigante de un importador neto a un exportador, todavía marginal, de alimentos. El sistema de responsabilidad estatal aplicado a la producción de granos generó durante los últimos años que los precios internos cotizaran por encima de los establecidos internacionalmente, lo que alentó cosechas récords ya que los productores continuaron tomando sus decisiones de producción en forma independiente de la situación del mercado internacional. Este sistema, sin embargo, discrimina a los granos oleaginosos. Pese a que China produce cerca de 40 millones de toneladas de oleaginosas al año (de las cuales un tercio es soja), ha mantenido una clara política de promoción de importaciones. Más aún, desde 1994, las políticas de industrialización de aceites han estimulado un fuerte crecimiento de las importaciones chinas de granos oleaginosos. Se convirtió así en el principal importador de granos oleaginosos, con compras estimadas en 8,2 millones de toneladas para la campaña 1999/2000, frente a las 795 mil toneladas de la campaña 95/96. Pero ese aumento es inversamente proporcional a la reducción de importaciones de aceite de soja, que pasaron de más 1,5 millón en la campaña 97/98 a las 725 mil toneladas estimadas por el Usda para la campaña 1999/2000. Del total de importaciones de granos oleaginosos, 5 millones corresponden a soja y 3,2 millones a colza, que aumentó notablemente su participación desde las 28 mil toneladas del ciclo 97/98. El gran salto de esta oleaginosa -que proviene en su mayoría de Australia-, es aprovechado para su procesamiento (aceites y harinas) y comercialización interna a precios subsidiados. En algunos casos, se reexportan como subproductos. Las políticas del gobierno chino de los dos o tres últimos años, implementadas a partir del mantenimiento del arancel del 3% para las importaciones de granos de soja, el manejo restrictivo de las licencias de importación y la casi imposibilidad de obtener parte de la cuota para la importación de aceite crudo por parte de las comercializadoras extranjeras radicadas en China, ha determinado en buena medida este sustancial cambio en el desempeño productivo/importador de ese país, explica el trabajo. Al mismo tiempo, los elevados aranceles vigentes para la importación de aceites y el tradicional sesgo otorgado por las autoridades chinas en pos de asignar los cupos anuales en forma preferencial a los aceites de palma (ya que la soja en términos relativos es más onerosa) estimularon el procesamiento interno de la soja. Por su parte, la importación de harinas proteicas de soja, sin restricciones hasta 1999, comenzó a ser penalizada durante el último año con un impuesto al valor agregado (IVA) del 13%. Pero la historia no termina y otros compradores tradicionales de aceite se embarcaron en una política similar de promoción industrial. Es el caso de Pakistán, Bangladesh, India, Filipinas, Tailandia, Irán, Israel, Egipto, Turquía y Malasia.
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