Telón final para el ciclotímico andar canalla en el Apertura. A esta altura de las circunstancias y cuando la mente del Patón está más pendiente de los pormenores que le deparará su futuro que en la conducción de noventa minutos, lo mejor que le podría pasar a Central es embolsar estos tres puntos ante Belgrano, irse al mazo y disfrutar de las vacaciones. Cada vez que finaliza un torneo, es común sumergirse en el juego del análisis y ubicar los rendimientos en el libro del debe y el haber. Y a juzgar por lo mostrado por Central durante el 2000, podría decirse que a los resultados habría que dividirlos en dos partes. Por un lado, el equipo vivió en carne propia aquello del roce internacional, participó de cuanta competición sudamericana y en ese terreno sacó un aprobado. Mientras que en la otra coordenada se ubicó el torneo doméstico. Ahí la historia careció de buenos dividendos. Por obligación, los canallas se desentendieron del Apertura y le dieron forma a un certamen vacío de buenas actuaciones. Por eso buscarle el grado de importancia al compromiso de hoy en Córdoba es un simple suceso lógico. No se puede conseguir en una fecha lo que no se pudo a lo largo de 18. El panorama de Belgrano es desalentador por donde se lo mire. Con el fantasma del descenso como aliado permanente y con un equipo que acredita peleas tanto adentro como afuera de la cancha, un hipotético triunfo ante los canallas se festejaría como una derrota de Talleres en su visita a Rosario. Mientras Central no ve la hora de cumplir con el tramite de los noventas minutos e irse de vacaciones, los cordobeses afrontan el pleito con el imperativo de lograr un buen resultado si quieren irse de vacaciones y rivalidar en el 2001 su condición de equipo de primera.
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