Ramón César Ovelar tenía 24 años y convivía con una chica en Villa Gobernador Gálvez. Desapareció el 4 de junio de 1995 y su cadáver fue hallado el 1º de octubre en el lecho del Saladillo, en un sector conocido como La Olla: tenía una bolsa de nylon en la cabeza y las manos atadas con unos cables. En la espalda le habían amarrado una bolsa con peso para que el cuerpo no flotara.
Su familia pudo reconocerlo por las zapatillas y la dentadura. Y los médicos forenses encontraron en el cráneo huellas de dos disparos: lo habían matado con un revólver calibre 22. Después, el asesino arrojó el cuerpo al fondo del arroyo.
El juez del caso, Alberto González Rímini, consideró que todos los indicios reunidos en una voluminosa causa prueban que Bon Saleh es el asesino.
Para el magistrado, tanto las pruebas físicas como una gran cantidad de testimonios demuestran que lo condujo a la casa de un amigo prometiéndole que lo ayudaría a vender su moto, una poderosa Kawasaki Ninja de 750 centímetros cúbicos. Una vez allí, le disparó a quemarropa en la cabeza. Después cargó el cuerpo en un auto que le habían prestado, lo sentó como si fuera su acompañante para que pareciera que estaba vivo y lo tapó con un abrigo. Así recorrió varias cuadras y finalmente lo tiró al Saladillo.
El móvil no está probado. Se supone que lo hizo porque quería quedarse con la moto de la víctima, pero el juez consideró que los indicios no son suficientes para asegurarlo.
Se sabe, de todos modos, que Bon Saleh guardó la moto un par de días. Después, cuando ya se sospechaba de él, se la entregó a otras personas para que la desguazaran y desapareciera como indicio.
Los testigos y las pruebas
En toda la trama cometió varios errores. El primero es que demasiada gente lo vio junto a Ovelar el 4 de junio en varios lugares. Entre esos sitios está la casa de San Nicolás 2119, en Villa Gobernador Gálvez. Para González Rímini, allí fue donde mataron a Ovelar entre las 19.30 y las 20 de aquel día.
Otros hechos lo incriminaron. Aunque limpió el escenario (la casa de San Nicolás 2119), dejó pequeñas manchas de sangre en las paredes, en la carretilla que usó para cargar el cuerpo y en el Fiat 600 en el que lo llevó hasta el arroyo. Más tarde las pericias demostrarían que esa sangre era del mismo grupo y factor que el de la víctima.
Antes y después, Bon Saleh fue sembrando indicios en su contra. Y a la hora de explicarlas hizo alarde de una gran imaginación, la misma que empleó para engañar a Ovelar y conducirlo hasta el escenario donde lo mataría: \Le pidió a un amigo que le prestara la casa porque tenía que encontrarse con una mujer. Como el dueño llegó antes de la hora prevista, le pidió más tiempo y explicó que no había podido mantener relaciones porque la chica estaba menstruando. Así logró justificar, además, por qué había lavado el piso y por qué quedaron pequeñas manchas de sangre en la pared.
Al juez, en cambio, le dijo que pidió la casa para Ovelar, que es quien supuestamente se encontraría con una mujer en ese sitio.
Al dueño de casa le explicó que la Kawasaki Ninja que vio estacionada era de la chica con la que se había encontrado. Pero esa persona lo había visto un rato antes junto a Ovelar, quien conducía la misma moto.
Quien le prestó el Fiat 600 fue su cuñado. Cuando éste descubrió manchas de sangre entre los asientos delanteros, Bon Saleh le dio esta explicación: Atropellé a un perro y el dueño me obligó a llevarlo a una veterinaria.
A la hora de explicar por qué se había ocultado los días posteriores a la desaparición de Ovelar, urdió complicadísimas tramas y hasta inventó una gran conspiración para incriminarlo.
Tres camaristas deberán revisar ahora toda la causa y decidir si hay pruebas suficientes para condenarlo. Recién en caso de que confirmaran la condena, Bon Saleh deberá ir a prisión. Siempre y cuando llegue a tiempo.