Jorge Salum
Llegó solo al juzgado. Se presentó en la mesa de entradas y dijo quién era. Lo hicieron pasar a una pequeña salita abarrotada de expedientes. No quiso leer las 203 páginas del fallo. Un sumariante lo guió directamente hasta el párrafo que le importaba. Así confirmó el anticipo de sus abogados: el juez lo había declarado culpable y lo condenó a 15 años de prisión. Acaso porque ya lo sabía, no se inmutó. Preguntó dónde tenía que poner la firma y pronunció la palabra clave: Apelo, dijo. Después saludó, buscó la puerta y se fue por donde había llegado, confundiéndose entre la gente que trajinaba los tribunales la calurosa mañana del lunes 11 de diciembre. A Manuel Alberto Bon Saleh, de 30 años, lo condenaron por homicidio simple y hurto. Para el juez Alberto González Rímini, que es quien lo sentenció, se trata de la persona que asesinó a sangre fría a Ramón César Ovelar y ocultó el cadáver en el lecho del arroyo Saladillo. El crimen ocurrió hace ya cinco años y medio, en Villa Gobernador Gálvez (ver aparte), y el cuerpo de la víctima recién apareció cuatro meses después. Pero Bon Saleh no irá preso, al menos por ahora. Un error de la Justicia impide que esté en prisión como cualquier otra persona condenada por asesinar a otra: como estuvo demasiado tiempo detenido sin que le dictaran sentencia, fue beneficiado con la ley del 2 x 1. Y así quedó libre, hace ya dos años. Por el momento, esta situación no puede ser modificada. Y esto es así porque, al ser apelado, el fallo tendrá que ser revisado por la Cámara Penal. Mientras tanto, Bon Saleh podrá seguir en libertad como si no lo hubieran condenado. Aún así, el juez que lo sentenció a prisión le dictó la captura. Pero lo hizo por una cuestión formal y no por la de fondo: como no se presentó en el juzgado el día que lo citaron para notificarle la sentencia, lo declaró rebelde. Por esa razón, al tratarse simplemente de una formalidad, en caso de que lo detuvieran de todos modos podría volver a ser excarcelado. Recién en el supuesto de que la Cámara Penal confirme la condena, Bon Saleh debería ir a la cárcel para cumplir con la pena de 15 años de prisión que le impuso el magistrado. Y antes de que eso ocurra, es decir que la Cámara revise el fallo y dicte el definitivo, podrían pasar semanas y hasta meses. La de Bon Saleh es una situación poco común, probablemente sin antecedentes en Rosario: un imputado que queda libre en medio de un interminable proceso, beneficiado por una ley que contempla las garantías constitucionales y castiga la ineptitud de la propia Justicia, pero que finalmente resulta condenado. Esa es la clave: lo que convierte a este caso en inédito es la condena, ya que en general las causas cuyos imputados son beneficiados con el 2 x 1 terminan archivadas. En este caso el juez siguió adelante con el juicio por más que el acusado quedara libre, y finalmente dictó un fallo que lo declara culpable de un delito grave y lo castiga con una pena severa. Es lo que fue a enterarse Bon Saleh el lunes a la mañana al juzgado de Sentencia Nº 6. Aunque ya hacía cuatro días que el juez ya lo había declarado rebelde y había pedido su captura, allí nadie lo detuvo. Por eso se notificó de la sentencia y se fue caminando.
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