El pianista argentino de jazz Adrián Iaies es una de las revelaciones musicales del 2000. Tuvo un año espectacular: editó su disco de sólo piano Una módica plenitud; grabó su primer álbum en España; se confirmó la edición de su obra en los Estados Unidos, comenzando por el lanzamiento de su álbum doble Las tardecitas de Minton's grabado en 1999 y nominado este año para el premio Grammy; fue el primer músico en tocar en el Cerro Catedral de Bariloche -durante el Festival de Jazz de los Siete Lagos-; fue telonero de Yellow Jackets y Ron Carter en sus conciertos de Buenos Aires; dio siete conciertos en Barcelona y tocó por primera vez en Nueva York. Todo en un año. Para Iaies -que mostrará su música por primera vez en Rosario el próximo jueves, a las 21.30, en el auditorio del Parque de España- el jazz es una herramienta de búsqueda, su personal modo de abordar una voz propia a partir de ritmos autóctonos, aunque aclaró que ideológicamente se siente más cerca de Bill Evans que de Horacio Salgán. En su charla con Escenario el pianista también adelantó que tiene previsto entre sus proyectos hacer alguna vez una disco basado en la música de Luis Alberto Spinetta. -¿Por qué te inclinaste hacia el jazz cuando tu gran maestro de piano fue Manolo Juárez, un músico de folclore? -En principio, Manolo no es un músico de folclore estrictamente. Sobre todo es un músico que está comprometido con algo más que un género. Es un músico clásico de primera y yo fui a estudiar con él originalmente composición y orquestación clásica, pero además es un tipo comprometido con el jazz, ya que armoniza música popular bajo un concepto jazzístico. Los primeros músicos de jazz los escuché en su casa, por ejemplo a Keith Jarret y a Bill Evans, cuando yo tenía 14 años. Además Manolo es un maestro que nunca trata de dirigir tu camino sino que intenta que encuentres como músico hallar tu propia voz. -En este sentido, en la Argentina de los últimos tiempos prevalece una tendencia de utilizar al jazz como una herramienta de búsqueda de una voz propia, nutriéndola de músicas autóctonas. Esta inclinación ¿llevará a la creación a de un movimiento fuerte o pasará de moda rápidamente? -Vos podés usar el jazz de dos maneras: podés delimitarlo estilísticamente al jazz que hacen los norteamericanos o bien transformarlo en una herramienta de búsqueda, donde lo importante no es la música que tocás sino qué haces vos con la música que vas a tocar. Con respecto a la pregunta, a mí me cuesta mucho opinar sobre eso porque el problema básico de un músico es que difícilmente sea un buen analista de la situación musical, sobre todo por la falta de objetividad. Lo que sí creo es que en la medida en que hay un proceso de globalización irreversible necesariamente cualquier proyecto musical tiene que tender a ligarse a la tierra de donde sos, porque es la única posibilidad de identificación. Hoy en día ya no alcanza con que toques tango y folclore porque hay un millón de tipos haciendo eso, no solo acá sino en todo el mundo. Tenés que tener algo personal para decir. Lo que sucede es que si vos partís de una música que tiene que ver con el lugar donde creciste estás partiendo de algo que como vehículo es más apto para que puedas desarrollar un sonido propio. Cuando Hank Jones toca Gershwin está tocando una música con la cual creció. Yo puedo tocar Gershwin en el estilo correcto pero no es la música que escuché en el barrio donde crecí. En este sentido, el tango representa a nuestra idiosincracia, como los standars americanos representan la idiosincracia de un norteamericano. Un standar es un tema que tiene 16 compases; es muy sintético y sencillo. Ya el modo de hablar norteamericano tiende a sintetizar. En cambio, un tango tiene una parte mayor, una menor, una introducción, un puente entre las dos partes, y también es representativo de cómo somos los argentinos. Decir las cosas de mil maneras porque te cuesta ser sintético. -¿Esa globalización en lo musical no fue además la que imposibilita que en el jazz norteamericano no haya aparecido un movimiento fuerte y localista desde el bebop de los años 40? -Cuando hablás con productores que están en el negocio del jazz te dicen que hoy el mejor jazz se hace fuera de los Estados Unidos. Tienen una crisis en la medida de que son muy pocos los tipos que están diciendo cosas nuevas. A mí me pasó algo curioso. Me van a editar en Estados Unidos Las tardecitas de Minton's a través de un sello importante (32 Jazz) y entonces yo le preguntaba a un productor amigo ¿por qué un sello tan importante se fija en alguien como yo? Entonces me dijo: Es muy sencillo, todos los productores americanos estamos buscando afuera de los Estados Unidos, porque aquí nadie tiene nada nuevo que decir. Todos tocan muy bien, son instrumentistas virtuosos pero todos están tocando más o menos de la misma manera y el mismo tipo de repertorio. En el desarrollo del bebop también habían tipos virtuosos pero la cosa no pasaba por cuánto tocaban sino porque estaban diciendo algo nuevo. De todos modos, la edición en Estados Unidos es monstruosa, entre quince y veinte discos de jazz por día. -¿Te sentís más cerca de Bill Evans que de Horacio Salgán? -Desde un punto vista de lo que un músico de jazz debe ser me siento más cerca de Bill Evans que de nadie. Si bien amo a Salgán y creo que es uno de los más grandes pianistas del mundo, él es un músico que no improvisa, toca siempre los mismos arreglos. La magia está en que no me canso de escuchar esos arreglos veinte millones de veces. De todos modos, yo siento que hay algo que me separa de cualquier músico que no improvise. Para mí la improvisación es un elemento clave. -Un diario dijo de vos que sos el pianista que transformó el tango. ¿Se puede transformar el tango desde el jazz? -Primero de todo, no hay que creer todo lo que dicen los medios. Yo no transformé nada, porque además ni siquiera estoy haciendo una cosa revolucionaria. Estoy haciendo lo mismo que aprendí de los americanos, o sea cuando Hank Jones tocan Gershwin o Monk está mostrando su propia voz a partir de música que pertenece a su propio folclore urbano. Eso es lo que yo estoy haciendo. Si se puede transformar el tango desde el jazz..., y eso depende a qué considerás tango, y entonces te volvés a meter en la vieja discusión de los que decían si Piazzolla era tango o no. Si tango es el dos por cuatro entonces no hay forma de modificarlo. Es una discusión brava. Lo que yo propongo es elaborar un discurso expresivo propio a partir de una música que yo amo, con la cual crecí y me resulta entrañable y propicia para mi propósito. -Respecto a tu último disco, Una módica plenitud, ¿fue un gran riesgo hacerlo a partir de que en Argentina prácticamente no existen discos de sólo piano? -En Argentina es ficción. Los discos de sólo piano no lo compran ni los pianistas. De todos modos, mi disco se está vendiendo muy bien. Afuera del país pasa más o menos lo mismo. El disco de solo piano de Brad Mehldau, que es una gloria, es un álbum que se vendió muchísimo menos que cualquiera de sus discos en trío. Eso, en un punto, es grave, porque quiere decir que toda la gente que confió en él no se animó a confiar en él tocando el piano solo. -¿Qué te llevó a grabarlo? -Es que a mí me encantan los discos de sólo piano. Me gusta tocar solo. Es una situación en la cual asumís todos los riesgos y no asumís ninguno. Es pura improvisación, no prevés nada, pero al estar solo no dejás mal parado a nadie. Cuando yo toco con el trío tengo que preveer algunas cosas porque sino sería totalmente anárquico. Yo este año, además del disco, he tocado solo en un montón de lugares. En Barcelona, de todos los conciertos que dí la mitad fueron de sólo piano. Además soy un comprador compulsivo de discos de sólo piano y tengo pianistas que solamente los escucho en ese formato, por ejemplo, Jessica Williams, Tete Montoliu, Martial Solal, Michel Petrucciani y Chick Corea. Volviendo a la Argentina, casi no hay discos de solo piano. Baby López Furst -que es el pianista argentino de jazz que más me gusta- grabó algo por el estilo pero en base a computadoras. De hecho, Salgán no tiene un disco de sólo piano. -¿Aparte del tango, qué otra música te interesaría utilizar para hacer lo tuyo? -A mí gusta muchísimo Luis Alberto Spinetta, al punto de que algún día voy a hacer un disco, casi un tributo. Kamikaze es, seguramente, el disco más lindo que se hizo en el rock nacional. También me gusta El jardín de los presentes y todo lo de Jade. A mí me parece un músico tremendo, con un lenguaje armónico muy rico y a veces cercano al jazz. -¿Y cómo imaginás el disco? -Es cuestión de sentarse y trabajarlo. Es como si te gustara pescar, entonces tenés que buscar en aguas que sean ricas en variedad de peces. Bueno, a mí me parece que la música de Spinetta es un lugar donde podés ir a pescar y seguro vas a encontrar algo. Es un compromiso poder hacerlo algún día y lo único que puedo decir es que es importante que uno respete el espíritu que él le da a su música y no la estandarices.
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