Año CXXXIV
 Nº 48964
Rosario,
domingo  10 de
diciembre de 2000
Min 20°
Máx 35°
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





Los cines de Rosario. Ayer y hoy, de Sidney Paralieu
El contagioso entusiasmo amateur
El libro recupera la historia de salas cinematográficas en la ciudad desde sus orígenes a fines del siglo XIX

Fernando Toloza

Los cines de Rosario. Ayer y hoy, de Sidney Paralieu, que acaba de editar Fundación Ross, es un libro valioso porque releva exhaustivamente las salas de cine que existieron en la ciudad, desde las más humildes y primitivas hasta las más renombradas y sofisticadas, y además llega hasta el presente, para no quedar sólo como un ejercicio de la nostalgia.
El valor editorial del libro es claro y sin duda ya es un volumen de referencia imprescindible para cualquier persona interesada en la historia de Rosario en general y en la historia de las salas cinematográficas en particular.
Más allá de los méritos señalados, Los cines de Rosario tiene algunos problemas. El primero de ellos está relacionado con las fuentes. Al parecer la principal fuente para armar el libro fueron las carteleras de los diarios de la época, y por ello muchas veces la información que se da de algunos cines es telegráfica. Es decir, cuatro o cinco líneas, con frases huecas típicas de la publicidad de cada época. Es como si el autor no hubiese cruzado esa información de cartelera con otras fuentes. En ese sentido, el libro se resiente, pero también es cierto que deja abierta la posibilidad para que el lector indague a partir de ese dato o un futuro historiador lo tome de punto de partida para una investigación más profunda.
El criterio elegido por el autor para presentar el material fue el cronológico. Probablemente sea el acertado, pero a los fines de la búsqueda específica de un cine, el criterio muestra su falla, que se hubiese podido evitar con un índice alfabético. De tal forma, el lector tendría más a mano la información que busca y el libro prestaría un servicio más como fuente de consulta.

Libro de consulta
A pesar de los problemas señalados, la mejor perspectiva para abordar Los cines de Rosario es como libro de consulta. No hay que esperar de él grandes relatos de las costumbres de los rosarinos a la hora de ir al cine. Desde sus datos escuetos, el libro brinda sin embargo un poco de información sobre ese aspecto, ganando en interés. Pero cifrar las expectativas en hallar historias cotidianas no es el camino para apreciar al libro. Los cines de Rosario parte de lo fáctico: año de inauguración de una sala, dirección, a veces los nombres de los propietarios, programas de lo que se exhibió, y año de cierre. Es una introducción tentadora a un mundo que se transformó, mas sólo eso: una introducción.
En los datos mencionados se puede colar la imaginación del lector y en otros casos (no muchos) Paralieu aporta interesante información que hace a la vida y costumbre de los rosarinos. Los cines de Rosario revela el entusiasmo del amateur y como tal hay que disfrutarlo. El amateur coloca en el mismo plano de significación hechos disímiles y no es del todo constante. El resultado puede ser interesante, porque revela las historias menores, que durante mucho tiempo se consideraron ajenas a la historia con mayúsculas. Hay mucho para aprender del amateur, porque evidencia sus métodos de búsqueda, muestra el otro lado del trabajo, el hacerse. Para algunos puede haber desprolijidad, para otros un camino que indica cómo abordar un tema. En ese sentido, el entusiasmo del amateur es contagioso y positivo.

La fiebre rosarina
El trabajo de Paralieu pone al descubierto la fascinación que el cine ejerció sobre los rosarinos desde su mismo nacimiento. El autor recuerda, citando a Claudio España, que en Rosario se hizo la primera exhibición pública del cine en 1896. El lugar: el circo de Frank Brown. Con aportar estos dos datos se abre un campo rico en sugerencias, porque pone de relieve cómo el cine nació como arte popular y acompañó en sus orígenes a otras disciplinas artísticas, quizá porque no se sabía bien dónde ubicar a la flamante experiencia.
Rosario también fue la primera ciudad argentina que tuvo sala cinematográfica, el Cinematógrafo Lumière, según consigna Paralieu, que funcionó en la calle Rioja 1151, en 1898. El cine compartió escenario con zarzuelas, cantantes de tango, teatro y otras actividades artísticas. Entre los datos más sabrosos que aporta Paralieu se cuenta cómo el mismo día que se estrenó en el cine Variette La favorita de la legión también cantó allí Carlos Gardel. Esto revela el grado de popularidad del cine y la cercanía que tuvo para Gardel, quien quizá por eso se sentía tan cómodo haciendo películas. Al fin y al cabo, formaban parte de su realidad cotidiana, ya que tenía que competir con ellas según las normas del espectáculo de las primera décadas del siglo XX.
Pasar películas en cafés y al aire libre es otro de los recorridos que reconstruye Paralieu. Con unas frases, se sugiere la existencia de todo un mundo. Por ejemplo, Paralieu recupera la historia de la cigarrería de los hermanos Flo, en Córdoba y Laprida. Los Flo habían decidido proyectar cine y como las dimensiones de su local no se lo permitían montaron una pantalla sobre la terraza del negocio y ubicaron a la gente en la plaza 25 de Mayo. Las funciones eran gratuitas y nocturnas, recuerda Paralieu, y con esa brevedad ya logró su cometido: hacer que esa imagen se instale en el lector.
Paralieu le muestra al lector que la ciudad cobijó cines en los lugares menos pensados, y también demuestra que hoy muy poca gente sabe de esa historia. Por eso leer Los cines de Rosario puede cambiar la mirada que el lector tiene sobre la ciudad: caminando por una calle se acuerda de que allí hubo un cine y miles de historias. Después de leer este libro ya ninguna calle donde hubo un cine será igual para el lector. Más allá de los defectos, no puede haber mejor elogio para un libro



El cine Imperial en 1912, año de su inauguración.
Ampliar Foto
Notas relacionadas
A todas las generaciones
Diario La Capital todos los derechos reservados