Carina Bazzoni
Las madamas, rufianes y prostitutas de Pichincha volverán al barrio. Aunque esta vez sólo lo hagan convertidos en los personajes de un mural que recrea sus andanzas sobre una pared ubicada en Güemes entre Suipacha y Francia. La obra fue realizada por un grupo de estudiantes de cuarto año de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario y será inaugurada hoy a partir de las 18. El diseño del mural mereció una prolija investigación histórica de la época de esplendor del movimiento prostibulario de Rosario. Pichincha, un barrio con historia, un mural para recordarlo. Esta es la propuesta del Grupo 6 -formado por media docena de estudiantes de Bellas Artes- que desde hace cuatro meses se embarcó en la creación del primer mural rosarino con temática histórica y urbana. La obra tiene 25 metros de largo y se extiende en una pared lateral de la papelera Ricardo Lingua. El colorido del mural contrasta con el gris de los inmuebles cercanos y con el ocre de los vagones y máquinas herrumbradas que descansan en terrenos ferroviarios en desuso. La fachada de un antiguo prostíbulo inicia la creación. A su lado, un grupo de parroquianos correctamente vestidos se agolpan, dinero en mano, bien dispuestos a la adquisición de placeres. Luego, el mural reproduce una lata del Petit Trianon, famoso tugurio de la zona. Este elemento era la moneda de cambio que entregaban las madamas a sus clientes para acceder a alguna prostituta y, a su vez, la pupila volvía a canjearla al fin de la jornada de trabajo. También se recuerda el frente de el antiguo Gianduia, después conocido como La Carmelita, ubicado en la esquina de Ovidio Lagos y Urquiza. Alrededor de él, se mueven como fantasmas hermosas mujeres pelirrojas, rubias y morochas. La evocación de las publicidades de los cigarrillos Habanos, las palabras que serían el lema del Petit Trianón, discretion et securité; las piruetas del tango y las vías del ferrocarril son otros elementos que marcaron la vida del barrio en aquellos días. Pero la obra no es sólo una recordación nostálgica de tiempos pasados. La imagen de Raquel Liberman, una mujer polaca que desafió a la mafia de la mala vida, ilustra la violencia que acompañó el apogeo de Pichincha y el poco brillo que tuvieron sus famosos años dorados.
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