Año CXXXIV
 Nº 48.958
Rosario,
lunes  04 de
diciembre de 2000
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Recorriendo la ciudad. El barrio extendió sus límites culturales
Fisherton: Un barrio repleto de paradojas
Viven desde empresarios hasta changarines. El ritmo de vida no cambió, pero sí su arquitectura urbana

Sergio Roulier

Fisherton cambió. Aunque mantiene sus particularidades y costumbres inalterables, está repleto de paradojas. Ha dejado de ser un lugar tradicional y aristocrático para convertirse en un zona donde conviven empresarios, gente de clase media y personas sin recursos. Hay countries y asentamientos irregulares, edificios Fonavi y casas de fin de semana, barrios obreros e imponentes chalés.
La gente tiene la idea de un Fisherton poderoso y con estilo inglés, del que hoy sólo le queda el casco y donde hay más pobres que ricos, definió Marta, del careciente sector sur del barrio.
Sin embargo, Julio Debernardi, impulsor de los eventos culturales en la zona, coincidió en que las desigualdades se han incrementado pero el ritmo de vida no se ha alterado. Ahora sus habitantes hasta tienen más cerca los cines, por lo que casi ni van para el centro de la ciudad. Hacen las compras, pasean y tienen sus diversiones en el barrio, son más bien caseros y no ocultan el orgullo de vivir rodeado de árboles y sin ruidos. Y a falta de bares, las estaciones de servicios se convierten en paradores de grupos de amigos y para el té de la media tarde.
Todos los caminos conducen al barrio. En los últimos 20 años, amplió sus fronteras y hoy cuesta delimitarlo. Desde Provincias Unidas hasta el arroyo Ludueña y desde Mendoza hasta Jorge Newbery, los vecinos se adjudican vivir en Fisherton, aunque sus barriadas hayan sido bautizadas con otro nombre.
Las calles Córdoba y Wilde trazan las grandes divisiones. Al sur de la primera se extiende una zona típica de clase media, donde hay poco movimiento y vecinos que se conocen desde hace años.
Del otro lado de Córdoba, la zona es más exclusiva. Las mansiones son cada vez más cerradas y ya algunos han optado por mudarse a los countries que hay más al norte. Dicen que ya no es un barrio tan seguro y ni siquiera la sede policial de calle Tarragona modificó esa tendencia. Sin embargo, la gente mantiene sus paseos en bicicleta y las caminatas debajo de las arboledas.
Entre los autos importados y las 4x4, se ven carros y sulkis repleto de basura. La gente más humilde vive en casas de techo de chapa y en los barrios populares como el 7 de Septiembre y Emaús. Es paradójico ver a un chalé de dos pisos compartir una medianera con un rancho de lonas, en calle República.
Los desigualdades sociales también aparecen detrás del Jockey Club con mayores niveles de pobreza y marginación. Al lado del barrio Gráfico se instalaron populosas urbanizaciones que impulsó el padre Elmo Gorza como Solidaridad y Magaldi, entre otros. Un paredón separa la vida de esa zona. De un lado se levanta el country Carlos Pellegrini donde viven familias tradicionales de Rosario y hombres de negocios. Del otro lado, habitan los changarines del mercado de frutas.
En el ingreso de la ruta 9, está Fisherton R, un sector de casaquintas convertidas en viviendas de todos los días y al que todavía se lo busca por su paz y silencio, según Gerónimo Bonavera, vecino del lugar. Allí viven comerciantes, profesionales y también obreros.
Cerca del aeropuerto y del Rosario Golf, la tendencia es construir barrios cerrados al que se mudan los que antes vivían en el Fisherton tradicional y quieren una vida aún más exclusiva. En el sudoeste del barrio, las tierras también son muy pretendidas, pero por la gente que viene de otras provincias o de países vecinos para crear sus asentamientos. Otra de las paradojas de Fisherton.



Bellezas arquitectónicas en la zona residencial de Fisherton.
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