Susana Merlo
Mientras el clima con sus situaciones extraordinarias sigue causando graves daños, en algunos casos irreversibles a pobladores y producciones de distintas zonas del país, otra amenaza comienza a sobrevolar sobre uno de los productos más emblemáticos de la Argentina: la carne. Es que como si los males internos fueran pocos, la situación sanitaria en Europa a partir del recrudecimiento del mal de la vaca loca que afecta básicamente a los vacunos empieza a derramarse sobre otras regiones incidiendo tanto en los consumidores como en los productores, tal el caso de la Argentina. Y si algo de esto ya se venía alertando desde semanas atrás, ahora el tema va tomando ribetes alarmantes que pocos (y da la impresión de que la mayoría de las autoridades nacionales no se encuentran en este grupo) entienden en el verdadero alcance que puede alcanzar. Por un lado está, naturalmente, el daño directo sobre este producto a partir de la disminución natural de su consumo en Europa (uno de los principales destinos de las exportaciones argentinas) que pega al volumen de ventas externas, pero también en los precios de tales colocaciones, que cayeron dramáticamente en los últimos días. Pero la cosa no termina allí ya que, por la misma razón, comienzan a afectarse también terceros mercados y, en no mucho tiempo más, la situación todavía puede verse agravada significativamente si no se toman los recaudos necesarios. Aunque algunos crean que esto resulta casi alarmista, otros prevén que la conmoción europea necesariamente va a complicar otros frentes, muchos relacionados directa e indirectamente con la ganadería, pero que exceden holgadamente a la carne. Lo que sostienen, con bastante lógica, es que ya hoy existe una serie de productos europeos, tal el caso de embriones, semen, etc., que prácticamente dejaron de tener valor comercial porque en su propia región no los quieren por inseguros. Eso los hace muy atractivos para cualquier transgresión como sería por ejemplo, intentar venderlos en países cuyos controles sean más flexibles. En el caso de la Argentina, que acaba de pasar por una experiencia casi traumática para la región por el tema de la aftosa, queda suficientemente claro el peligro en el que se encuentra la ganadería local, tanto por razones internas, como de fuera de su frontera. El tema se agrava sensiblemente por el recorte de financiamiento que muchos programas, entre ellos el de vaca loca (que ya tiene casi 10 años) están sufriendo y que imponen una discontinuidad de las acciones, justo en el momento en que, por el contrario, deberían ser ampliadas. En tal sentido, aún está pendiente el plan de control de feed lots, el aseguramiento de las inspecciones que garanticen que la prohibición de utilizar en la alimentación vacuna harinas de proteínas animales (como la de hueso o carne, entre otras), que data de 1995, se cumpla efectivamente; que las fronteras actúen correctamente en el contralor del ingreso de materiales, productos y/o animales que impliquen riesgo directo o potencial, etc. También es imprescindible un programa de concientización ya que, por caso, algunos productores utilizan en sus balanceados la ceniza de hueso que, cuando es obtenida industrialmente -por calcinación a 600 grados- no implica ningún riesgo para los rumiantes pero cuando se obtiene caseramente, quemando directamente huesos en el campo, entonces el asunto cambia. Pero si todo esto es parte de lo que debería hacerse para adentro, no son menos las acciones que tendrían que ponerse en marcha para afuera, comenzando por el planteo ante la Unión Europea de una compensación económica, ya que su mal manejo del tema -político y técnico- en los últimos 10 años le causan a la Argentina un perjuicio económico doble: por pérdida de volúmenes de exportación y por caída en los precios de estas colocaciones. Además se impone una fuerte protesta por el incumplimiento interno de las normas técnicas y sanitarias que ellos mismos, unilateralmente, le exigen a otros países como el nuestro y, además, cabe finalmente el replanteo de todas las negociaciones. En definitiva, es la propia política agrícola común (PAC) la que cayó bajo sospecha, y no por sus más que objetados subsidios, aunque estos constituyen una de las principales causas de lo que está ocurriendo. Para que todas estas acciones tuvieran alguna viabilidad, sería necesario que internamente se estuviera muy consustanciado con los temas y hubiera una sólida estrategia política interna y externa. Lamentablemente, si es existe no se conoce.
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