Año CXXXIV
 Nº 48.951
Rosario,
lunes  27 de
noviembre de 2000
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El gobierno, entre la duda y el temor
Luego de la huelga hubo un nuevo cambio en el presupuesto que concede varios de los reclamos sociales

Omar Bravo

Después de la huelga de 36 horas, el gobierno nacional sorprendió a todos al anunciar el nuevo texto del presupuesto nacional, cuya letra concede ahora a casi todos los reclamos sectoriales y en la práctica significa un abandono de la política oficial de reducción del déficit fiscal, puesto que aumenta considerablemente el gasto en varios rubros. Los cambios impuestos -la tercera reforma al texto original- revelan dos constantes del gobierno aliancista: la duda y el temor. La duda que lo lleva a asumir posturas distintas -y hasta contrarias- acerca de un mismo asunto. El temor, en este caso, al castigo de la sociedad en un año electoral.
No hay otra forma de entender semejante cambio. Salvo que el gobierno haya resuelto admitir que ya no le queda espacio para nuevos ajustes o que para empezar a resolver el núcleo del drama argentino, la falta de crecimiento económico, necesita implementar políticas que le acerquen el apoyo del justicialismo. Y este nuevo presupuesto se acerca bastante a los reclamos que el PJ planteara respecto de los textos anteriores, por lo que se presume que los caminos de la llamada ley de leyes, se encuentran allanados para su sanción en el recinto sino ésta, la próxima semana.
A mediados de año, el líder de la bancada oficialista en la Cámara baja, Darío Alessandro, describió a La Capital cuál era su máximo temor. Que la gente avizore como malo al gobierno de la Alianza y perdamos las elecciones del año que viene. Curiosamente, este diario tituló aquella entrevista Gobernar con un paro cada quince días es desmoralizante. Eran tiempos en que aún estaba Carlos Alvarez en el gobierno y el escándalo del Senado recién se iniciaba. Hoy varios dirigentes oficialistas evocan aquellos tiempos con la frase clásica: qué bien que estábamos cuando estábamos mal.
Haya sido desmoralizante o no, el paro convocado por las tres centrales obreras produjo reacciones destempladas por parte del elenco gubernamental, algunas de ellas de baja calidad como la de la ministra de Trabajo, Patricia Bullrich, en un programa de TV, o la del jefe de gabinete Chrystian Colombo, quien en algunos de sus dichos se movió cercano a la arrogancia. Ninguno de ambos venía, precisamente, de cosechar éxitos en sus respectivas gestiones, así que no se sabe bien en qué basaron sus desplantes.
Por otro lado, la gran masa crítica de argumentaciones que el gobierno hizo circular por los medios no puede disimular el sabor amargo que la medida le deja. La resonancia de la protesta tampoco otorga margen alguno para que ese crédito sea tomado por los gremios organizadores o la oposición política. El amargo rostro de la Argentina, económicamente detenida desde hace 30 meses, reapareció el mismo sábado a la cero hora. Triste pero real, nadie tiene motivos para el festejo.
Unas horas antes de que se iniciara la medida, las dos cámaras del Congreso nacional sesionaron. Diputados sancionó la ley de infraestructura y la giró al Senado, mientras que la Cámara alta siguió presa de su estigma: otorgó una ampliación de 15 días de licencia al salteño Emilio Cantarero (PJ), uno de los legisladores más desprestigiados que venía de un permiso anterior de 60 días. También rechazó la renuncia presentada por el santafesino Jorge Massat (PJ), puesto que consideró que su caso es particular y familiar y no guarda relación con el escándalo de sobornos para la sanción de la ley de reforma laboral. En cambio, la insistencia del santacruceño Juan Melgarejo (UCR), logró que el cuerpo le aceptara la renuncia y se fue del Senado.
Fuentes del Senado informaron que, previo a la sesión, el senador santafesino habría pasado por una penosa situación, cuando en medio de un ataque de llanto, rogó a sus compañeros de bancada que no le aceptaran la renuncia que él mismo presentó a inicios de octubre, después que una sobrina suya lo denunciara como evasor de impuestos y lavador de dinero. Abandonado a su suerte por el gobernador Carlos Reutemann, Massat habría descripto a sus colegas sus penurias presentes. El legislador investigado no respondió ninguno de los llamados de este diario.


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