Año CXXXIV
 Nº 48.951
Rosario,
lunes  27 de
noviembre de 2000
Min 18º
Máx 31º
 
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Editorial
Por un tránsito mejor

Así como posee rasgos que la destacan de manera positiva, Rosario cuenta con algunos problemas de solución difícil que, arrastrados desde hace décadas, deslucen su imagen. Uno de ellos es el del tránsito, cuyo origen puede rastrearse en dos cuestiones fundamentales.
Una de ellas responde a que con escasas avenidas estratégicas de circulación rápida -en el macrocentro lisa y llanamente no existen-, la infraestructura vial resulta insuficiente; otra, a que el parque automotor privado posee una dimensión enorme y el sistema de transporte público carece de atractivos para actuar como inhibidor del hábito del uso cotidiano del vehículo particular. A esto se agregan otras dos condiciones: una, las profundas carencias culturales por parte de los conductores acerca de las responsabilidades que cada uno tiene en el desenvolvimiento armónico del conjunto; otra, que los encargados de organizar y dirigir el tránsito en la ciudad no logran cumplir de manera adecuada con sus cometidos.
Precisamente a modificar esta última condición tiende el moderno Centro de Control de Tránsito inaugurado en un edificio erigido al efecto en avenida Francia 1820. Con una inversión de 2,5 millones de pesos y tecnología avanzada, ese comando de operaciones incluye un complejo sistema informatizado de 273 semáforos de los 508 que existen, que, en líneas generales, permitirá un tránsito muchísimo más fluido. Esto a raíz de que, entre otros beneficios, podrán graduarse los tiempos de encendido de las luces según el flujo de vehículos, se dará la alarma inmediata cuando surja algún desperfecto y hará más eficaz el control de las violaciones de los cruces en rojo.
No existen dudas de que el importante esfuerzo de poner en marcha este centro de control representa un positivo y necesario paso adelante. No obstante, cabe reconocer que con ello sólo no basta para que en Rosario se opere una transformación radical en tan delicada materia. Es que se necesitaría, por ejemplo, que, previo estudio pormenorizado, se diseñaran y construyeran todas las avenidas de tránsito rápido que fueran menester, algo que por su inalcanzable costo representa una verdadera utopía.
Empero, lo que sí puede hacerse es influir sobre las pautas culturales de peatones y conductores. Para ello se necesita una presencia disuasoria por parte del poder público mucho más efectiva y constante de la que hoy se lleva a cabo. Presencia que, por supuesto, debe ser mayor en las horas pico y a lo largo de las arterias donde surgen las mayores demostraciones de prepotencia (exceso de velocidad, conducción peligrosa, estacionamiento en doble fila, etcétera) por parte de quienes están al volante de cualquier vehículo.


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