Año CXXXIV
 Nº 48.951
Rosario,
lunes  27 de
noviembre de 2000
Min 18º
Máx 31º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com






Rosario, campeón del seven de la República

Pablo Mihal

Sin dejar dudas, mezclando la experiencia de varios de sus integrantes con el desparpajo de los más jóvenes, Rosario volvió a ser el centro del rugby nacional, está vez por adjudicarse la XVIII edición del tradicional Seven de la República, tras derrotar en la final a Cuyo por 26 a 14. El equipo que conduce César Blanco no sólo ganó la Copa de Oro sino que también tuvo el halago de tener entre sus filas al mejor jugador del torneo: Maximiliano Nannini.
Más allá de contar con muchas individualidades desequilibrantes en este tipo de especialidad, Rosario demostró ser un equipo y como tal demostró con un juego integral y participativo por qué los pronósticos estaban de su lado.
De los partidos que jugó ayer, la semifinal ante San Juan fue el más duro y en el que Rosario vio seriamente comprometido su pase a la final. Los sanjuaninos presionaron mucho y aprovecharon bien las posibilidades que tuvieron. Incluso llegaron a estar adelante en el marcador, pero en dos estocadas Rosario (que hizo los cambios en los momentos justos) marcó la diferencia y se llevó el triunfo por 19 a 12.
En la otra semifinal, Córdoba partía como favorito. Había vencido a Buenos Aires y entraba por eso en la fase decisiva como candidato, pero los Dogos no contaron con la inspiración de Leandro Speroni, quien se puso a Cuyo al hombro y lo llevó hacia la victoria (28 a 12).
Ya con el nombre de los finalistas puestos restó saber en sólo veinte minutos quién era el mejor, a pesar de que ambos equipos habían demostrado en las dos jornadas su potencial.
Y Rosario dibujó el partido a su medida. Basó su trabajo en una muy buena defensa, presionó a Speroni, que era quien movía los hilos de Cuyo, y jugó. Con un mayor resto físico aprovechó los considerables espacios disponibles y bajo las banderas de la velocidad y el oportunismo fue ganando la batalla. Poco importó la levantada de Cuyo sobre el final. Rosario se sabía ganador y nada pudo impedir que la historia tuviera un final feliz.
En los seven cada jugador debe rendir examen continuamente ante su rival. La entrega, la destreza y la habilidad para improvisar son puestas a prueba en cada jugada. Rosario lo entendió así y tuvo su premio. Tras dejarlo por un año, volvió al sitial más alto, tal como lo hizo por primera vez en el 95 y luego en el 97 y el 98. Ayer nuevamente se colocó el cetro y como ya suele ser un acto repetido, muchos piensan que lo de Rosario es una marca registrada. Algo de razón tienen. Los resultados lo avalan.


Diario La Capital todos los derechos reservados