Año CXXXIV
 Nº 48.951
Rosario,
lunes  27 de
noviembre de 2000
Min 18º
Máx 31º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





Recorriendo Rosario. Un barrio que crece a pura voluntad de sus habitantes
Hostal del Sol: Con ritmo y costumbres de pueblo
Lo habitan más de 500 familias. Un complejo cerrado de viviendas puede cambiar su actual fisonomía

Sergio Roulier

La mayoría lo conoce por su nombre, pero muy pocos saben donde está. Sólo basta con decir que se encuentra detrás del Carrefour para indicar que se trata del barrio Hostal del Sol. Un lugar en el que se puede apreciar la dimensión del sol hasta que anochece -un verdadero paraje o posada para el astro rey-, sobre el punto más noroeste de Rosario. Rodeado de un ambiente muy natural con un arroyo y un bosque incluídos, el barrio es habitado por casi medio millar de familias que viven en casas casi sin terminar. Los vecinos lo consideran como un pueblo por sus ritmos y costumbres. Enclavado en uno de los extremos de la ciudad, la gente del lugar se conoce y se cuida a si misma y hasta las cuestiones de alcoba trascienden las paredes.
Hostal del Sol ha crecido con el esfuerzo de los vecinos. Así lograron que en menos de 20 años dejara de ser un loteo sin servicios para convertirse en un barrio al que sólo le faltan las cloacas y el pavimento definitivo para que puedan entrar los autos los días de lluvia. Sin embargo no hay lujos como la televisión por cable o un teléfono público.
Hay tres sectores diferenciados. El que está cerca de Circunvalación cuenta con viviendas más bien tipo chalet y ha recibido las ventajas de tener al hipermercado francés muy cerca: pavimiento y alumbrado público nuevos y gas natural. En el otro extremo, pasando el autódromo, recién se están haciendo las primeras casas, tipo residencial, pero todavía con ausencia de servicios públicos.
El corazón de la barriada está por el ingreso de Tarragona. Allí se levantan viviendas, desde las más humildes hasta de dos pisos, donde viven hombres con oficios (albañiles, plomeros, pintores) y mujeres que trabajan en el servicio doméstico. Dicen que casi la mitad de la población está desocupada, pero sobreviven con changas y pasan sus tardes arreglando o pintando su propia casa. Siempre tienen algo que hacer: revocar, cortar el pasto o arreglar la vereda.
Los paraguayos, bolivianos, chilenos y peruanos que eligieron instalarse en la zona lo hicieron porque les recuerda a sus países nativos. Vine por la tranquilidad y porque no hay robos, dijo Roberto Sosa, con tonada guaraní. También a los rosarinos les cautivó el hecho de que al principio era como vivir en el campo y ahora es como vivir en un pueblo, relató Flor Velázquez.
Los vecinos dicen que el barrio es seguro, se conocen entre todos y más que un algún arrebato o el robo de una bicicleta no pasa. Y eso que no cuentan con destacamento policial. Es un barrio nuevo, tampoco tiene escuela, parroquia o centro de salud. Para ello hay que cruzar al otro lado de la avenida Newbery.
La vida social se centra en el local de la vecinal. Dos veces por semana las mujeres asisten a talleres de manualidades, los domingos el padre Sergio -de la parroquia Cristo Rey- oficia misa y de vez en cuando se hacen casamientos comunitarios. Así, el año pasado Mary Olguín -ahora de González- contrajo matrimonio con su pareja con la que tiene cuatro hijos. Hace dos semanas, se celebraron cuatro bodas y hubo fiesta en la calle.
Luis Veloso, presidente de la vecinal, camina las calles, golpea las manos en cada puerta y recibe saludos afectuosos. Es uno de los primeros que llegó al barrio. Todo lo que se consiguió fue a gracias a la lucha de los vecinos, comentó orgulloso. Así se hicieron conocidos por reclamar servicios en los medios de comunicación y golpear puertas en los despachos municipales.
La historia de Hostal del Sol cambió con la construcción de la presa retardadora de crecidas del arroyo Ludueña. En el 86 y en el 91, mucha gente se fue porque perdió sus pertenencias a raíz de las inundaciones. Un complejo cerrado de viviendas que se construirá sobre las ocho manzanas libres linderas a Newbery modificará la visión del barrio y quizás su ritmo de vida. Será otro desafío.



Hace 20 años sólo había un loteo en la zona.
Ampliar Foto
Notas relacionadas
Ramón Paz, el guardián de las historias
Diario La Capital todos los derechos reservados