| | Cartas de lectores Injusticia con el padre Tomás
| ¿Te acordás, padre Tomás? ¿Cuántas veces lo hablamos? Pensar que vos estabas para llegar a cargos más altos en tu carrera sacerdotal. Fuiste siempre un intelectual. Muy joven recibiste el sacerdocio. Luego fuiste profesor en el seminario y cursaste estudios de teología en Roma y de sociología y pastoral en Madrid. En suma, una trayectoria brillante que culminaría, sin dudas, en un episcopado y algo más. Pero a vos se te dio, de pronto, por los chicos de la calle. Y fuiste todo para ellos. Porque para vos nunca existieron medias tintas. Abrazabas un ideal y a él te entregabas. Con alma y vida. Y no esperaste que llegaran a vos. Saliste a buscarlos. Y los hospedaste en hogarcitos que con el tiempo se hicieron numerosos. Y te preocupaste por darles un oficio. Por apartarlos de la mendicidad, de la delincuencia, de la droga. Y por encender en cada uno la esperanza de que podían también ellos insertarse en la sociedad. Y después, sin dejar a éstos, saliste a buscar a los viejitos sin hogar y te preocupaste por su suerte. En tu afán por seguir brindando amor, nada te detuvo. Y concebiste un plan descabellado, pensaste ¡qué lindo que muchos, sin tantas oportunidades, puedan darle un techo propio a su familia! Y así muchos tuvieron su casa. Pero en este país las cosas se tornan tan difíciles y empezaron los problemas. Se iniciaron los reclamos a las exigencias. Algunos quieren montar una carpa frente a tu propia casa, esa que todos los días sufre una larga cola de gente que va a pedirte soluciones a sus precarias situaciones. Es increíble que quieran instalar una carpa de protesta frente a la casa de uno de los pocos que muestran sensibilidad por los que sufren, como es el caso del padre Tomás. Juan D'Andreta
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