Carlos Duclós
Junto con otras mujeres de la Justicia santafesina, representa el emblema de la cruzada contra un pensamiento tan cavernícola como reaccionario, aquel según el cual no se puede ser jueza y ama de casa al mismo tiempo. Dice lo que siente y se ufana proclamando que jamás le pedí a un funcionario del gobierno o a un ministro de la Corte Suprema de Justicia un cargo, y eso es el capital más grande que tengo porque me permite ser imparcial y decir lo que pienso. Y aunque no tener pelos en la lengua no es precisamente una buena carta de presentación en una sociedad en la que una sonrisa condescendiente es a veces no más que una fachada, asegura que después de muchos años en la Justicia está en paz con su rol de juez y de madre. Es María del Carmen Alvarez, camarista del fuero civil y comercial de Rosario. Hasta el año pasado fue presidenta de la Cámara de Apelaciones y es actualmente vicepresidenta del Colegio de Magistrados de la provincia de Santa Fe. -¿Le resultó difícil la carrera de la magistratura siendo usted mujer? -No puedo decir que fue particularmente difícil, sin embargo estuve como secretaria diez años, pasó la etapa del proceso y supuse que con el advenimiento de la democracia habría una selección de aquellos funcionarios que realmente trabajaban y se esforzaban por mejorar el Poder Judicial. La verdad es que ví que no era tan así porque entonces no se respetaba mucho la carrera judicial. Recuerdo que por entonces me postulé para fiscal, pero designaron a gente de afuera relacionada con el Partido Justicialista. Y fíjese que increíble, cuando pregunté a un ministro de la Corte (que ya no está) por qué esas personas no habían ingresado como secretarias, me respondió que eso implicaba levantarse muy temprano. -¿Por qué cree que la mujer fue discriminada mucho tiempo en la Justicia? -Cuando era secretaria me preguntaba y planteaba justamente eso, por qué no había mujeres que desempeñaran el cargo de jueza en el fuero civil y penal. Los magistrados me decían que una mujer si tenía una familia no podía rendir adecuadamente en estos fueros. -Pero usted desvirtuó esa paradoja. -Yo, en principio, y muchas otras más que se fueron incorporando a la magistratura. Creo que ellos sinceramente creían que la mujer sólo podía llegar a ser juez de familia o de menores, pero nunca pensaron que fuéramos capaces de considerar temas tan complejos como los civiles y penales. Debo ser sincera no obstante y decir que cuando llegué a ser juez civil y comercial ninguno de los demás colegas me discriminó, aunque debo confesar que a veces sentí un poco de soledad. Jamás falté a una reunión del colegio de mis hijos y creo que los roles de madre y de juez los cumplí. No me siento culposa ni como una cosa ni como la otra. Hoy puedo decir que me siento en paz con el desempeño que tuve en las dos funciones. -¿La juezas también hacen compras y cocinan? -(Se ríe) Sí, por supuesto, y además cocino bien. A veces me sorprendía yo misma estando en el supermercado cuando me encontraba con algún abogado y me preguntaba qué hacía allí haciendo compras. Yo le respondía que la condición esencial de un juez es el sentido común porque el derecho es la vida misma y ese sentido se mejora estando en contacto con la realidad. -¿Qué debe hacerse para mejorar el servicio de justicia? -Los magistrados, junto con las demás instituciones que están vinculadas o forman parte al Poder Judicial, como el Colegio de Abogados, el Poder Ejecutivo y la Corte de Justicia deben trabajar en equipo para producir los grandes cambios que la sociedad requiere. La justicia y sus instituciones deben estar más cerca de la comunidad. En ese sentido, nosotros, desde el Colegio de Magistrados, trabajamos con un grupo de gente joven y nueva que tiene el propósito de alcanzar una justicia más eficiente. -¿Es imprescindible la interacción con los demás poderes? -Por supuesto, el Poder Judicial por sí puede resolver parte de sus problemas reasignando los recursos humanos que tiene más eficientemente, descomprimiendo el trabajo a través de sistemas o métodos que podamos incorporar nosotros mismos; pero también es cierto que muchos de los cambios que la sociedad reclama necesitan del aporte de los demás poderes. Debo reconocer que a partir del nuevo gobierno y de la nueva conformación de la Corte hay un mayor acercamiento entre gobierno y magistrados y ganas de hacer cosas a pesar del marco de la recesión económica y la carencia de presupuesto. El Poder Judicial debe ser independiente y el juez neutral e imparcial, sin embargo la relación con los demás poderes debe ser fluída, porque el Poder Judicial no puede resolver solo todo los conflictos. En un país empobrecido, con una limitación presupuestaria los esfuerzos individuales fracasan. -¿Usted cree que se le reclaman a este gobierno medidas que no fueron adoptadas a través del tiempo o por otros gobiernos? -Es cierto, fíjese que el lamentable episodio que se produjo en la comisaría de Pueblo Nuevo, que es consecuencia de la superpoblación carcelaria, es un tema de vieja data. Cuando integré por vez primera el Colegio de Magistrados, hace más de 15 años, ya lo hablaban los jueces de entonces y advertían de la superpoblación que existía en las cárceles y comisarías. Ningún gobierno tomó este tema en serio como para resolverlo y veo que en parte se le carga las tintas a las actuales autoridades que, por lo que he podido apreciar, tienen el propósito de dar solución a esta cuestión.
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