Año CXXXIV
 Nº 48.945
Rosario,
martes  21 de
noviembre de 2000
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Un nuevo libro del escritor sanjuanino
Jorge Leonidas Escudero: La poesía del que está a la espera
"Aguaiten" reafirma la calidad de uno de los autores más singulares y menos conocidos de la literatura nacional

Osvaldo Aguirre

Había leído a Ricardo Molinari y a Leónidas Lamborghini, pero no le gustaban. No conocía a Enrique Molina, ni a Joaquín Giannuzzi; tampoco a Juan Gelman. Sencillamente, esos escritores no le interesaban. Las declaraciones de Jorge Leonidas Escudero al visitar Buenos Aires en 1996 podían parecer una provocación por parte de alguien que se afirmaba como poeta y declaraba el propósito de renovar el lenguaje y los recursos del género. Pero no era sino un indicio del particular lugar en que se situaba.
Escudero nació en San Juan en 1921 y prácticamente no se ha movido de su región. Inició estudios de agronomía en Mendoza, que luego abandonó para trabajar como celador en una escuela. Más tarde se dedicó al trabajo en la minería; entre otros aventuras se ocupó en la búsqueda del llamado tesoro de Osorio, que según la leyenda está enterrado en algún punto de San Juan. Perseguí la quimera y resulta que de toda esa andanza me quedó nada más que un poema, declaró al respecto en un reportaje de la revista La danza del ratón.
En 1970 publicó su primer libro de poemas, La raíz en la roca. A partir de entonces Escudero dio a conocer doce libros, el último de los cuales, Aguaiten, acaba de aparecer en Mendoza. Pese a la extraordinaria calidad de esa producción, todavía es poco conocido fuera de su región de origen y sin duda no recibió el reconocimiento que merece. Sobre todo de parte de la industria editorial, ya que hasta el momento sus libros aparecieron en pequeños sellos o directamente los costeó por su propia cuenta.
La incorporación de expresiones y modismos del habla de grupos definidos (los trabajadores y campesinos, por ejemplo) y de procedimientos narrativos en el armado de los poemas son las características visibles de la poesía de Escudero, que con frecuencia se propone como relato o diálogo. Los personajes y los seres imaginarios del ambiente de la minería, las penas y tribulaciones amorosas (en una perspectiva similar a la tradición de los trovadores provenzales) y las historias de jugadores (el autor se propuso también la utopía de encontrar la fórmula para ganar en la ruleta y dedicó a la cuestión uno de sus libros, Los grandes jugadores) aparecen como los temas más frecuentes. El eje que atraviesa esos recorridos es el de la búsqueda, que viene a ser en última instancia una extensión del interrogante en torno a la escritura poética.
En el reportaje mencionado, Escudero relató que empezó a escribir impulsado por el propósito de entender el mundo y el misterio en el cual estoy empeñado en indagar. En ese marco el lenguaje de su poesía surge naturalmente del hecho de darme cuenta de que el vocabulario común y vulgar, para hablar en una rueda de amigos, no expresa totalmente lo que está enquistado como esencia dentro de lo que quiero decir, por lo que tengo que buscar un idioma propio para eso.
Ese interrogante se despliega con frecuencia en los propios poemas, como en Caza furtiva, uno de los textos del nuevo libro (ver aparte). Aguaiten, el título del volumen, remite a un modismo del campo sanjuanino que califica un tipo preciso de observación: la del que espera, la del que acecha la presencia o manifestación de algo que desconoce y que supone definitivo.
Esta idea tiene múltiples irradiaciones: traza un enlace, por ejemplo, entre la poesía y el juego, ya que en ambos casos se trata de repente ver lejano/ un destello fugaz del pase próximo o la palabra, de acceder a cierta visión, aunque los jugadores/ generalmente fallecen/ sin poder salir de su ceguera (Jugar con fuego). A propósito de su método, Escudero ha explicado que necesita justamente tener una posición de espera para ver cuándo me llega un dato de afuera que pueda captarlo como válido.



Escudero busca la fórmula para ganar a la ruleta.
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Caza furtiva
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