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 domingo, 18 de febrero de 2007  
[Recorridos]
Un viaje al mundo del cómic
Carlos Albertoni publicó una enciclopedia que reúne personajes y autores clave

Por Lisy Smiles / La Capital

Desde chico, leía historietas. Las coleccionaba. De grande, eligió el periodismo para ingresar al ámbito laboral. En un momento, ambos mundos se conectaron y dieron lugar a un territorio cargado de aventuras, en el que Carlos Albertoni confiesa que siente placer. “Santas Historietas” (Catálogos) es el título de una enciclopedia de cómics que Albertoni publicó en 2004 y que acaba de ampliar en una nueva edición. La idea surgió cuando trabajaba en el diario La Razón y tenía a su cargo la publicación de una página diaria sobre el género.

Albertoni nació en Londres (Inglaterra) en 1965, pero ha vivido en Argentina la mayor parte de su vida. Es escritor, periodista y habitante de ese mundo tan particular que generan las historietas. Desde muy pequeño se sintió atrapado por la fantasía que el género ofrece, alguna vez dibujó historietas y eso sí, las colecciona, obvio.

Con prólogo de Juan Sasturain, “Santas Historietas” sólo intenta ser una “aproximación a lo mejor del género”, advierte el autor ante el temor de la mirada exhaustiva de aquellos lectores que pudieran encontrar “omisiones imperdonables”. “Al hacer el libro me enfrenté a un límite físico que es la extensión —confiesa— pero a la hora de soñar, imagino alguna vez poder hacer esta enciclopedia en un formato más grande, con muchas más páginas y, por qué no, en un par de tomos. Ese día, podré darle su lugar a muchos que hoy se quedaron afuera y que seguramente merecerían estar adentro. Pero bueno, hasta que eso no suceda, tendré que seguir atándome demasiado a mis gustos y mis criterios”.

Y sus gustos y criterios son variados, e incluso su forma de organizar el listado que conforma el libro. Autores y personajes son presentados con igualdad de importancia, pero esa forma de categorizar la información responde, según Albertoni, a cierta “anarquía sintáctica” y “desgobierno idiomático” ligados al “espíritu indomable de los cómics”.

—¿Qué criterios utilizaste para la selección de autores y personajes?

—Esa fue, tal vez, la parte más difícil del asunto. Mi intención siempre fue abarcar la mayor cantidad de corrientes y facetas del género, sin dejar afuera el manga japonés, que por alguna razón la enorme mayoría de las enciclopedias de este tipo que se han publicado en Europa y Estados Unidos dejan de lado. A partir de esa idea, empecé a elegir autores y personajes, basándome un poco en mi gusto personal y otro tanto en la trascendencia histórica de unos y otros. Eso me llevó a juntar un gran cantidad de material de lectura para analizar y, además, a pedir a ciertos historietistas que me ayudaran a la hora de la elección, aconsejándome por tal o cual personaje, o tal o cual autor. Y así fui armando el rompecabezas, buscando nombres representativos de todas las épocas y países posibles.

—Imagino que coleccionás historietas. ¿Es así? ¿Cuántas tenés?

—Sí, tengo una enorme colección de historietas de todo tipo. Pero últimamente he decidido parar un poco de acumular libros y revistas, porque ya no tengo lugar donde ponerlas. Además, eso de coleccionar es casi una obsesión y como tengo otras pasiones, como los viajes, el deporte y el cine, soy de juntar también un montón de libros y videos sobre esos temas? Y todo espacio físico tiene su límite.

—¿Te gustaría conseguir alguna en particular?

—Con respecto a lo que no tengo y me gustaría tener, te diría que mi sueño sería alguna vez recuperar aquella infinidad de revistas que tenía en mi infancia de Súper Hijitus, Isidoro, Patoruzú, Don Nicola, Superman, Batman, Campeones de la Justicia, Piturro y cosas por el estilo, que un día mis viejos tiraron para hacer lugar en la casa. Con solo pensar que comparaba un promedio de tres por día sólo durante el verano, desde los seis o siete años, uno puede darse una idea de la cantidad de revistas de las que estoy hablando. Pero bueno, lograr la resurrección de todo eso es una utopía. Pero me gusta mantenerla viva.

—Agradecés a tus padres por Turok, ¿Fue la primera? ¿Cuál es su argumento?

—Turok fue una revista que me regalaron cuando yo ni siquiera sabía leer. No sé si habrá sido la primera, pero la recuerdo como si lo fuera. Estaba en inglés y aún guardo una cinta grabada en un TK14 (un equipo de cinta de carrete abierto) en la que mi madre me está leyendo esa revista, con traducción incluida. Turok, el Guerrero de Piedra, era un tipo perdido en la Prehistoria, que andaba por ahí junto a un compañero, que se llamaba Andar, buscando salir de ese mundo perdido. No sé por qué habían caído allí, ni tampoco si alguna vez lograron salir. Eran algo así como Tony Newman y Douglas Phillips, los protagonistas de El Túnel del Tiempo, con la diferencia que Turok y Andar no vagaban por diferentes épocas.

—¿Cuál es tu preferida?

—Me encanta El Corto Maltés. Es un personaje decididamente romántico, en el sentido de sus viajes, sus sueños, su búsqueda de imposibles. Y también, siguiendo esa idea de los imposibles, me gusta una tira periódica que se llama Calvin & Hobbes, que protagonizan un chico y un tigre de peluche al que el niño ve como si fuera real. Es una historia muy mágica, un mundo paralelo en donde todo es posible, como sucede con la infancia. Eso me moviliza mucho.

—¿Escribiste o dibujaste una historieta alguna vez?

—De muy chico, en la escuela primaria, dibujaba historietas para mis amigos. Incluso tenía una editorial, con sello y todo, que se llamaba Chino Rojo. Me gustaba dibujar y fantasear. Después, de grande, dejé que otras cosas superaran aquellas fantasías y sólo una vez volví a intentar hacer una historieta, como guionista de una novia que dibujaba muy bien. Pero fue sólo un intento, que no logré continuar en el tiempo.

—¿Cómo ves este momento para la historieta en Argentina?

—Mejor que en otros tiempos, aunque muy lejos de las épocas de oro. Hay muy buenas tiras diarias, muy buenos dibujantes, aunque algunas cosas de las que salen publicadas en los medios más importantes, como Clarín y La Nación, son bastante pobres y no merecerían estar allí. Pero eso sucede en todos los ámbitos de la vida, y no siempre los que llegan son los mejores. Ni mucho menos.


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Albertoni publicaba una página diaria en La Razón sobre el cómic.

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