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 domingo, 28 de mayo de 2006  
Sergio Sinay: la responsabilidad perdida

Clarisa Ercolano / La Capital

Como un valor que transforma y da sentido a nuestra vida, Sergio Sinay, especialista y consultor en vínculos humanos, resume el contenido de su más reciente libro, "Elogio de la responsabilidad". El tema en cuestión, según el autor, "es como el esqueleto, si falta ese sostén, todo se derrumba".

Al momento de definir a la responsabilidad en sí misma Sinay asegura a Mujer que "es la capacidad de responder ante uno mismo, luego hacia los demás y en tercer lugar, ante Dios, el universo o aquello que nos trascienda o en lo que uno crea".

A modo de introducción, el libro realiza un somero panorama del mundo actual. La elección no es aleatoria. "Somos seres vinculados, todos nuestros actos tienen consecuencias y no podemos evadir eso, no nos podemos hacer los distraídos cuando miramos el mundo en que vivimos, por cómo funcionan los vínculos entre las personas, en el plano doméstico y social, vemos que la responsabilidad está en default", dice.

Las relaciones por conveniencia parecen ser las culpables de esta crisis de responsabilidad. "Vemos al otro como objeto y no como sujeto, miramos si sirve o no, así entonces elegimos parejas, amistades y vínculos, porque el otro es visto como una herramienta", explica Sinay, que aclara que "cuando el otro pierde condición de sujeto, nuestra vida también se vacía de sentido y sobreviene la angustia existencial". Después de la angustia, empieza lo que Sinay define como búsqueda desesperada. "Nos volvemos consumistas, llenamos los vacíos con objetos, con personas y nunca nos satisfacemos".

Instalar la responsabilidad es, según el escritor, ver al otro de nuevo, cambiar el enfoque, empezar a reconocer al semejante.

Responsabilidad deriva etimológicamente de responder. Para ejemplificarlo mejor, Sinay utiliza una imagen conocida: "Imaginemos que una piedra cae en un lago y no hace círculos, así son nuestros actos. Todos los actos y los que compartimos espacios recibimos esas repercusiones. Responder es no evadirse, es el famoso hacerse cargo, no de palabra, sino mediante actos reales". La clave pasa por comunicarse y contactarse: "Preguntarle al otro cómo puedo reparar algo que yo hice y que lo dañó, no reparándolo directamente de acuerdo a lo que yo creo conveniente", subraya.

Los vínculos están desresponsabilizados, no existe una mirada sobre el otro. Para empezar a cambiar, las primeras herramientas recomendadas son: la vista, para mirar al otro; y el oído, para escucharlo. No hay que olvidar, según Sinay, el corazón, para sentir la presencia de los demás en nuestro entorno.

Un concepto que se lleva varias páginas del libro es el de la ética. Definido por el autor como el acuerdo que establece un grupo de personas sobre lo que es bueno o malo para todos. "Etica es respetar ese consenso, una sociedad, adopte la forma que adopte, tiene que actuar en función de la salud de ese organismo". Sin embargo, sobreviene otro mal de la sociedad actual, la falta de comunicación. Encontrarse entre diferentes, consensuar, supone la necesidad de comunicación.

"Si las diferencias son siempre tomadas como enfrentamientos estamos condenados", explica Sinay, y agrega que siempre, son más las diferencias. "Hay que empezar a pensar que, como somos diferentes, este es el potencial que tenemos para crear vínculos humanos de todo tipo, para que el encuentro entre diferentes dé un resultado de complementación que sirva para acceder a algo que no son mis recursos ni mis experiencias".

Para ser más gráfico, Sinay explica que hay que tener una conciencia grupal: "Hay que dejar de mirar el ombligo y ver un horizonte más amplio", dice.

"Cuando no me importan más los otros, cuando los otros son medios que me ayudan a encontrar placer, poder, dinero o lo que sea que nos da la respuesta para la vida, ahí empieza la crisis de valores de la que tanto se habla".

Más allá de la responsabilidad, Sinay brinda un lugar de importancia a otras vedettes de estos tiempos: culpa, felicidad y ansiedad. La culpa, tiene relación directa con la responsabilidad: "Cuando aumenta la responsabilidad disminuye la culpa, cuanto más gente se hace responsable de sus acciones no necesita tirarle el fardo al otro. Puede decirse que si la dosis de culpa es alta, la responsabilidad es baja".

La felicidad es consecuencia de una manera de vivir. "Cuando vivimos vidas coherentes con principios y búsqueda de sentido que nos dan trascendencia, el resultado es que seremos felices. La felicidad es consecuencia de cómo vivimos, no algo en sí, pero demasiadas veces esto se confunde con satisfacción y placer", señala Sinay, y agrega que "en la plenitud del encuentro con el otro reside gran parte de lo que nos hace felices".

Cuando no se consigue la felicidad, se corre para alcanzarla, "se desata una búsqueda sin objetivo claro y esa es la ansiedad, correr desbocadamente adelante para salirnos del presente y para tratar de alcanzar algo que no sabemos bien qué es".
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