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 viernes, 02 de septiembre de 2005  
Odisea de un hincha de Newell's detenido tras salir el lunes del Gigante de Arroyito
Denuncia que lo fracturaron al detenerlo tras el clásico y que le crearon una causa
Un muchacho de 32 años asegura haber sido ajeno a los desmanes producidos tras el partido. Estuvo preso 48 horas. La policía dice que rompió un patrullero y que las lesiones se las provocó un móvil que lo atropelló

Sergio M. Naymark / La Capital

"Creí que me mataban. Me dieron tantos golpes que pensé que no los iba a resistir. Me hizo acordar a las peores épocas de este país". Así, con frases sueltas y cargadas de dolor, Sebastián Jáuregui le contó a La Capital la brutal paliza a la que fue sometido por policías que lo apresaron la noche del lunes, cuando salía de ver el clásico entre Rosario Central y Newell's Old Boys. El muchacho, de 32 años, fue detenido en medio del desbande que se produjo sobre el bulevar Avellaneda y que no sólo derivó en roturas de vidrieras, autos y mobiliario urbano sino también en una cacería humana de la policía para atrapar a los pocos hinchas rojinegros que cometían los desmanes. Como consecuencia de la detención, Sebastián sufrió la fractura de su codo derecho, un violento golpe con la culata de una Itaka en la cabeza y varios hematomas en el rostro. Tras ello estuvo recluído durante 48 horas en la seccional 8ª imputado de un delito que él jura delante de sus dos hijos no haber cometido: "Dicen que rompí un patrullero y que las lesiones que tengo me las provocó un móvil policial que me atropelló, pero esa es la mentira que arman ellos para excusarse".

Sebastián está casado y es padre de dos pequeños hijos. Trabaja en una fábrica de cerraduras y hasta la noche del lunes no tenía antecedentes penales. "Jamás había pisado una comisaría", confiesa en su casa de barrio Sarmiento. El lunes, cargado con todas sus ilusiones, fue al Gigante de Arroyito junto a su hermano y unos amigos a alentar a Newell's. Al finalizar el partido, con bronca por la derrota, salió caminando por bulevar Avellaneda hacia el sur a pesar de vivir a escasos metros del shopping Portal de Rosario. "Me era imposible volver a casa porque a los leprosos nos obligaron a ir hacia el sur, entonces decidímos con un amigo caminar un rato y tomarnos algo lejos de la cancha para después volver tranquilos", relató.

Pero Sebastián recién pudo regresar dos días después y brutalmente golpeado. "Habíamos pasado el cruce de Avellaneda y Alberdi, siempre esquivando las piedras que volaban de un lado y las balas que tiraban desde los móviles. Los patrulleros pasaban disparando al montón, se veían pibes y mujeres golpeados por todos lados y la cana levantando a quien podía", recordó el muchacho, que comparó esos hechos con "los peores años de este país".


Esposado contra un árbol
Cuando Sebastián y su amigo llegaron a Avellaneda y Casilda doblaron al oeste. "Ahí se nos cruzó un patrullero. Del miedo nos quedamos parados con mi amigo al lado de un árbol y enseguida bajaron dos policías, uno con un revólver y el otro con una Itaka, que nos pidieron que nos tiráramos al piso. Allí uno me agarró el brazo izquierdo y me lo puso en la espalda. Le dije que no fuera bruto porque tengo una luxación de hombro y me lo iba a sacar, pero eso lo enardeció. Me agarró el brazo derecho e hizo lo mismo. Ahí sentí el crack en el codo y un dolor inmenso. Después me esposó, me subió al patrullero y me pegó un culatazo en la cabeza con la Itaka".

Ese fue el comienzo del calvario de Sebastián. Lo separaron de su amigo y otro muchacho y en un patrullero lo llevaron hasta una estación de servicios de Avellaneda y avenida de las Tres Vías. "Me quebraba de dolor y lo único que hacían los tipos era pegarme. Yo estaba esposado a la reja que separa los asientos del patrullero y cada uno que se acercaba me cargaba y me pegaba un puñete sin que yo pudiera defenderme. Cuando se dieron cuenta de que estaba muy mal me llevaron al Heca", contó.

En el Hospital de Emergencias a Sebastián le sacaron una radiografía que constató la fractura del codo derecho, pero no le hicieron otro examen que pudiera comprobar lesiones internas o neurológicas provocadas por los golpes. Allí el muchacho contó a los médicos lo que en realidad le había pasado pero los policías argumentaron nuevamente que había sido atropellado por un patrullero. "Le pedí al médico que no me dejara solo en manos de esos tipos porque temía que me mataran y entonces me dijo que volviera a la mañana siguiente para hacerme otros estudios y poder hablar, pero no me dejaron salir de la comisaría", recordó Jáuregui.

Desde el Heca lo llevaron a la seccional 8ª y allí se reencontró con su amigo y el otro pibe detenido. "Estuvímos dos días encerrados. Ahí no me golpearon pero te aseguro que no aguantaba más", contó.

Mientras tanto, la esposa y el hermano de Sebastián empezaron a buscarlo por todos lados. "En el Heca nos dijeron que había estado allí y que la policía lo había llevado a la 9ª. Pero allí no estaba y a las 3 de la mañana recién pudimos encontrarlo en la 8ª", contó la mujer del muchacho.

La mañana del martes Sebastián fue conducido a la vieja jefatura, en San Lorenzo al 1900, donde lo ficharon imputado de la rotura de un móvil y después a la actual sede de la policía rosarina, donde tuvo que declarar en la División Judiciales. Tras ello volvió a la 8ª y recién el miércoles a la mañana "con una cantidad impresionante de presos" fue conducido a los Tribunales para testimoniar en el juzgado de Instrucción 9, a cargo de Carlos Carbone. "En todos lados dije lo mismo, la verdad de lo que me pasó. Yo ahora me quedo sin laburar al menos por un mes por el yeso y algún tiempo más por la rehabilitación. No sé si voy a volver a la fábrica", se quejó.

"El martes a las 19.30 yo lo pude ver por primera vez", contó la esposa de Sebastián, "y te aseguro que tenía la cara deformada por los golpes, estaba todo hinchado". La pesadilla del hincha leproso terminó a las 23 del miércoles cuando recuperó la libertad y pudo volver a su casa. Ya había pasado lo peor. Pero Sebastián no piensa quedarse cruzado de brazos y va a "pelear en los Tribunales para que alguien pague" lo que le toca sufrir.
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Sebastián Jáuregui la pasó muy feo. No sabe cuando podrá volver a trabajar.

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