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 jueves, 02 de junio de 2005  
Guillermo Francella presenta "Papá se volvió loco", la comedia para la pantalla grande que se estrena en Rosario
"Por suerte, todavía me sigo riendo de lo mismo con que se ríe la gente"
El actor habló de su nueva película, de la sitcom que protagoniza y del musical que comparte con Enrique Pinti

Fernando Toloza / La Capital

Guillermo Francella volvió al cine con "Papá se volvió loco", que se estrena hoy en Rosario. Es una comedia con viaje a República Dominicana incluido y con un elenco que presenta a las bellas Ingrid Grudke y Yaharia Guzmán, la Pimpinela Lucía Galán y Daniel Araoz. En una charla con La Capital, Francella habló de su evolución en el cine, de su trabajo en la sitcom "Casados con hijos" y del musical "Los productores", en el que baila y canta con Enrique Pinti. En un periplo de promoción del filme, el actor pasará hoy por Rosario junto a Araoz y Guzmán.

-¿"Papá se volvió loco" forma una trilogía de papeles de padre con "Un argentino en Nueva York" y "Papá es un ídolo"?

-No, porque en ésta el título fue un poco idea de los productores. Son cabuleros y como les fue bien con "Papá es un ídolo" quisieron probar por el mismo lado. Sin embargo, "Papá se volvió loco" es otra cosa. Se genera una situación en la que mi personaje enloquece pero es más el tema matrimonial que el de padre e hijo. A partir de una segunda luna miel en República Dominicana, una circunstancia particular me hace perder los estribos y la película va por ahí, no forma parte de una saga.

-¿Algunas vez perdiste los estribos por un enamoramiento como le pasa a tu personaje?

-No, gracias a Dios no (risa).

-¿Por qué le agradecés a Dios?

-Porque esas situaciones se padecen en vez de disfrutarse. Es un poco lo que me ocurría a mí en "Naranja y media", en el programa estaba enamorada de mi mujer y el diablo metía la cola, creando una situación que no podía manejar porque había amor. El personaje de "Papá se volvió loco" no es un pícaro bandido que sale con una chica en forma paralela a su pareja. Esto es otra cosa, con más sabor para contarlo, tiene un rulo porque no es el cuento del tipo que hace eso en forma cotidiana. La historia transita por la meseta que se da en la mayoría de los matrimonios, que se transforman en una relación de amigos, rutinaria y sin novedades, comer y dormir a la misma hora. La segunda luna miel es para que algo suceda pero sale para otro lado.

-¿Qué te parece qué representás para el público argentino?

-Soy algo identificable. Creo que por mis personajes la gente me ve muy de ella; pueden absolutamente identificar cualquier personaje mío con algún familiar. Por suerte, todavía me sigo riendo de lo mismo con que se ríe la gente, y me sigo emocionando con lo que la gente se emociona. Digo todavía, porque lo tengo de toda mi vida y gracias a Dios todavía no mermó en mí. Tengo los mismos códigos y complicidad, y me hace reír lo mismo que cualquier persona, no es que algo que yo pueda hacer cause gracia en catorce personas, causa gracia en forma masiva. Y se emocionan del mismo modo, y eso me estar muy cerca de la gente. Lo veo todo el tiempo en la calle: por ejemplo, de la nada una señora o un tipo de cuarenta años me abrazan y me hablan con una naturalidad como si hubiésemos estado comiendo ayer.

-Decís que te reís de lo mismo que la gente, ¿pero sentís que ha cambiado el humor de los argentinos?

-Siento que el humor de los argentinos no ha cambiado. En televisión todo es muy cíclico. En la desesperación reinante hoy, lo que preocupa es dónde se pude generar más encendido y entonces se apela a esto y a lo otro, a buscar propuestas nuevas que se mueren al poquito tiempo. Cuando al público le das algo genuino y con lo que se puede identificar, eso perdura. Para mí la alternativa es entre lo que está cerca del público y lo que no está cerca del público, en este último caso como algunas películas de director que se hacen para él y para un grupete, y para ir a un festival, pero absolutamente alejadas del público.

-En "Casados con hijos" estás trabajando otro vez con Florencia Peña pero un formato distinto, ¿cómo te sentís haciendo una sitcom?

-Necesitás tener mayor precisión. Más allá de que el estilo es bien argentino, debemos tener mayor precisión en cuanto a la letra, con una idea de que todo tiene que ver con todo: cerrar las oraciones para que entre el remate justo; no puede haber esa rebarba de mucha televisión que yo manejo de toda la vida, pero desde otro lugar, con mayor improvisación. En una sitcom no se puede permitir porque se cae a pedazos la propuesta. Hay que ser muy preciso y tener una enorme concentración. Si bien todo parece muy rígido, podemos estar sueltos, porque con mucho ensayo y trabajo se logra que lo que es texto parezcan palabras nuestras.

-¿En ese sentido la sitcom es parecida al teatro?

-No. La sitcom es otra cosa: es con claque, es milimétrica, y el teatro no es tan milimétrico. En la sitcom si cambiás algo se desmorona lo que viene atrás. Pero también depende de qué teatro hablemos.
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Francella dice que el público lo eligió por sus personajes identificables por todos.

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