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 miércoles, 01 de junio de 2005  
Buscan al hijo de un comisario para interrogarlo por el crimen de Marisa
Es robusto, de pelo corto y no más de 40 años. Compartieron un negocio. Ella contrató custodia porque le temía

"Un hombre de entre 35 y 40 años, de pelo muy corto, tirando a gordito, del signo de Escorpio e hijo de un comisario retirado que se encuentra en estado de invalidez". Al acoso de una persona de esas características le temía Marisa, la clarividente que se había forjado reputación y prosperidad presagiando el futuro a una variada clientela durante 30 años, que apareció asesinada con ferocidad el sábado pasado en la casona que habitaba, en Pellegrini al 300. La policía ya tiene la identidad de este individuo, al que Marisa designaba como el psicótico o el gordito, y está tratando de localizarlo para ver si consigue aportar una veta de luz al homicidio aún en penumbras.

El pánico hacia esta persona había impulsado a Marisa a contratar a un guardaespaldas para que la custodiara por la noche, entre las 23 y las 5, en la vivienda de Pellegrini 341. En esa propiedad de dos plantas con una fachada que remeda a un edificio de estilo grecorromano, a la cual los allegados a Marisa llamaban "la mansión", la mataron con saña.

No se pudo establecer qué vínculo exacto tenían Marisa y el hombre que era objeto de su terror. Según un hombre de Tribunales que la conocía, ambos habían tenido una relación de amistad que la vidente quería interrumpir. Una amiga dijo que ambos fueron socios en una brasería de barrio Bella Vista. La policía dijo no conocer este dato.

Beneficiaria de una clientela en la que no faltaron abogados, políticos, funcionarios judiciales y periodistas, Marisa atendió durante más de treinta años consultas como adivina y curandera. Nacida hace 53 años como Juan Antonio González, más de dos décadas atrás se sometió a una operación en Estados Unidos para cambiar de sexo. El sábado fue objeto de un crimen despiadado. La autopsia reveló que alguien le asestó no menos de quince puñaladas de la cintura para arriba. La descubrió a las 13 de ese día Martín L., el marido de María José, que es la hija adoptiva de Marisa.

A Marisa la escucharon hablar del hombre al que temía, el psicótico, incluso en el casamiento de su hija. Eso ocurrió el 29 de octubre pasado. La ceremonia religiosa fue en la Catedral y luego hubo una cena en un salón de Ricchieri y Salta hasta entrada la madrugada.

Según comentaron a este diario un par de asistentes a la fiesta, hasta en ese lugar y en esa circunstancia Marisa contó lo preocupada que se sentía por el acoso de una persona que la inquietaba. Por esa presencia perturbadora contrató a un profesor de yudo como custodio. "Marisa decía que el gordito tenía la luna en Piscis y que la iba a matar a puñaladas", dijo a La Capital uno de los asistentes a la boda de su hija.

También contó que esta persona tuvo una brasería que instaló Marisa en la zona de Pascual Rosas y Pellegrini. Y que cuando ese negocio se fundió "el gordito, como compensación, se quedó con un Peugeot blanco de Marisa".

Martín, yerno de Marisa, es sobrino de Norberto Costamagna. Este hombre, de 50 años, estuvo en la boda de María José. Según fuentes judiciales, llegó raspando a la ceremonia: lo acababan de liberar de la cárcel de Ricchieri y Zeballos. "Había cumplido cuatro condenas, todas por robo a mano armada", planteó el portavoz. Costamagna murió por causas naturales el 10 de enero de 2005.

Según contó el jefe de la Brigada de Homicidios, Daniel Corbellini, hasta ahora la policía mantiene la sospecha de que el crimen fue cometido por alguien del entorno próximo de Marisa, probablemente por encargo. La línea que postula un robo tiene menos asidero. "Puede haber ocurrido que alguien se llevara algo pero no tenemos reportado que la víctima tuviera dinero guardado en la casa", indicó. Una persona que la conocía bien, no obstante, asegura que en la casona de Pellegrini estaba oculto el producto "de la venta de tres propiedades".

El crimen de Marisa se perpetró entre las 4 y las 13 del sábado. Junto a ella estaba Esther, su mucama de unos 70 años, que aseguró no haber escuchado ningún ruido anormal. Hasta el momento no se encontró el arma homicida.

La comisaría 4ª tomó hasta ahora más de cuatro declaraciones a allegados y familiares de la víctima con el objeto de determinar "cuáles eran sus amistades y enemistades", dijo a este diario el titular de esa seccional, comisario Jorge Martínez. Uno de los testimonios, señaló el oficial, hace referencia a que Marisa decía haber sufrido amenazas de muerte de parte de una persona.
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Una foto de Marisa en enero pasado.


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