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jueves,
19 de
mayo de
2005 |
Un país
que sufre
"El hereje no es el que arde en la hoguera sino el que la enciende", decía Shakespeare. Y la hoguera la está encendiendo esta Justicia que no acaba por comprender que es uno de los pilares fundamentales en los que se asientan las instituciones de la República. No puede ni debe la Justicia confabular en las sombras para esparcir impunidad. Los sucesos acaecidos en estos últimos días -que han sido de ampulosa repercusión pública- no son vergonzosos, sino deleznables. No es necesario incursionar en los campos de la sabiduría para determinar que aquella impunidad sigue gozando de buena salud. Es verdad que la honestidad está al alcance de las manos y no es menos cierto que en nuestro país son cada vez más los que no tratan de alcanzarla supliéndola por formas corrosivas y larvadas de inmoralidad. Como casi todos los que habitamos este bendito país, nos inmolamos en el conformismo de la mediocridad. Nos convencen de que los responsables de malversar dineros públicos o lisa y llanamente de robar a mansalva de las arcas del Estado o de adueñarse de la propiedad privada cuya inviolabilidad está taxativamente determinada en nuestra Constitución nacional serán llevados a la Justicia. ¿Qué Justicia y para qué? Si los acontecimientos nos han venido demostrando que entre un gobierno saliente y otro entrante se hacen acuerdos mutuos de impunidad.
Mario Torrisi
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