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 viernes, 18 de febrero de 2005  
El incondicional banderazo rojinegro
Más de 10 mil leprosos alentaron al equipo. La fiesta se vio empañada por la muerte de un hincha

El banderazo rojinegro ya se transformó en un clásico. Tiene tanta identidad que es casi como un hecho paralelo, simultáneo, al partido más importante del año. Claro que cobra vida a partir de eso. Y habitualmente también está emparentado con esa fiesta espectacular que suelen desatar los fieles rojinegros en la tribuna popular Diego Armando Maradona, que ayer estuvo cubierto con más de 10.000 almas. Pero, al margen de la magnitud del festejo, es imposible hablar de fiesta cuando durante ese hecho falleció un hincha (ver aparte), noticia que se conoció una vez que el banderazo había concluido.

Antes de ese lamentable hecho, que dejó en segundo plano la pretendida fiesta, el pueblo leproso le tributó un recibimiento espectacular al equipo y le brindó, como viene sucediendo edición tras edición, su apoyo incondicional. Ese apoyo que despertó el asombro de propios y extraños, como el del preparador físico chileno Manuel Astorga, quien desde unos minutos antes que salga el plantel al césped del Coloso miraba inmóvil, y casi sin poder comprender, la magnitud de la celebración. "Esto es algo espectacular. Muy pocas veces visto", confesó este chileno que anduvo mucho por el mundo. "Los jugadores se lo merecen", remató. Y enseguida empezaron a asomar los integrantes del plantel. Uno a uno. Primero se quedaron en el círculo central, y después, casi tímidamente se fueron acercando hasta el área donde estaba la gente que no paraba de cantar y de alentar. Y, obviamente, de dedicarle cada uno de los cánticos a sus históricos rivales: los canallas. "El que no salta no es campeón..." y "pobrecito los canallas, que amargados de los ve, cada vez nos falta menos para volvernos a ver ...".

De a poco los jugadores se fueron enganchado hasta armar el tradicional semicírculo, donde se prendieron en un cántico que atronó en el Coloso y traspasó todas las paredes del estadio. "El que no salta es de Central ...", cantaban a coro en la cancha y en la tribuna.

El banderazo se consumió con el color que siempre le pone el pueblo leproso, pero esta vez la fiesta quedó trunca. La barbarie y la violencia volvieron a quedarse con las imágenes predominantes. La muerte de un pibe dejó todo en segundo plano. Y abrió un enorme signo de atención para el dispositivo de seguridad para el domingo.
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El apoyo leproso de costumbre en vísperas de un clásico. El equipo de Ribeca estuvo bien respaldado.

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