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 domingo, 30 de enero de 2005  
Lecturas
La ultima fuga de Bolaño

Jorge Carrión

"2666" de Roberto Bolaño. Narrativa. Anagrama, Barcelona, 2004, 1125 págs, $ 68.

En este país se ha venido polarizando el debate sobre el estado de la ficción entre los extremos que encarnan César Aira y Ricardo Piglia. La imaginación y el ensayo. La fabulación como proceso y la novela de ideas. Etcétera. Evidentemente esas abstracciones radicales nunca son ciertas, pero funcionan como motor de la discusión. Y pueden ser interesantes para tratar de ubicar en este contexto de recepción a Roberto Bolaño, el escritor de origen chileno, juventud mexicana, madurez española, errabundeo aún no del todo mapeado y lecturas de un lado y otro del Atlántico.

Porque Bolaño, y con "2666", su obra póstuma y doblemente inacabada (porque le falta la sexta parte y porque no fue sometida al proceso de depuración a que todo autor debe someter sus libros), lo vuelve a demostrar, se situaría en un hipotético punto equidistante entre esos conceptos que se polarizan en Aira y Piglia. Su literatura busca el equilibrio entre la fabulación y la teoría, entre la imaginación desbordada y la enumeración de ciertas ideas absolutamente racionales sobre el mundo, la literatura o la política que todo lo afecta. Ese equilibrio nunca es encontrado, porque la esencia del universo Bolaño es digresiva y por momentos caótica. Pero tanto en un extremo como en el otro el narrador halló la excelencia.

Es imposible abordar aquí los temas, las intuiciones, las intertextualidades de las cinco novelas que conforman la novela "2666". Pero se podría decir que dos son los ejes del libro: por un lado, la búsqueda de un escritor, Benno von Archimboldi, por parte de sus críticos más prestigiosos, y la narración de su propia biografía literaria en la quinta sección, "La parte de Archimboldi"; por el otro, las violaciones y asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, México. Pero se trata sólo de las líneas mayores de un relato que, en la tradición cervantina, se demora en historias paralelas, reflexiones marginales y flash-backs que, como el que cerraba "Los detectives salvajes", devienen completamente inesperados.

Como en toda la obra bolañiana, el asunto principal es la huida. Archimboldi debe ser entendido como "un veterano de la Segunda Guerra Mundial que sigue huyendo, un recordatorio para Europa en tiempos convulsos". La huida, indisociable del exilio. Sobre éste dice Amalfitano, el protagonista de la parte homónima: "ahora lo veo como un movimiento natural, algo que a su manera, contribuye a abolir el destino o lo que comúnmente se considera el destino". La huida y el exilio. El exilio y la huida. Intuyo que en el caso de Bolaño hay que entenderlos a un tiempo como temas y como modus operandi.

Especialmente en "2666", porque en ella el lenguaje, la escritura, los fragmentos de entre diez líneas y cuatro o cinco páginas que proliferan hasta colmar cada una de las cinco partes, otorgando un ritmo unitario a todas ellas, huyen hacia adelante, como si escaparan. El ritmo del fragmento: el ritmo del conocimiento: el compás de la escritura. En sintonía con él hay que entender el uso magistral del contrapunto en la novela, utilizado hasta lo intolerable en "La parte de los crímenes", donde se describen pormenorizadamente los resultados de centenares de asesinatos, y dosificado en "La parte de los críticos" con un resultado exquisito: no sólo porque logra que la novela avance simultáneamente con cuatro protagonistas que viven en ciudades distintas, sino porque resuelve su final intercalando fragmentos del e-mail que ha enviado uno de los protagonistas, de modo que el suspense se dilata hasta una conclusión abierta, memorable.

La escritura en viaje, como lo están o lo han estado o lo estarán todos los personajes del libro. La escritura como deseo de avanzar en la propia escritura, pero no estoy seguro de con el objetivo de terminar, como el sexo que puebla la novela, sexo maratoniano, que no desea acabar. Erotismo contra el punto y final de la muerte. Contra el caos último.

Con un objetivo que reformula concepciones trilladas del compromiso social de la novela y lo hace compatible con la ambición desmesurada. "2666" tematiza el que posiblemente es el gran crimen del cambio de milenio, la muerte con preludio sexual de centenares de mujeres en Ciudad Juárez, lo elabora, lo denuncia, con atención a cada mujer, a cada víctima, sin renunciar a la exigencia, a la invención, a la expresión políticamente incorrecta, a la literatura: "Estas ideas o estas sensaciones o estos desvaríos, por otra parte, tenían su lado satisfactorio. Convertía el dolor de los otros en la memoria de uno. Convertía el dolor, que es largo y natural y que siempre vence, en memoria particular, que es humana y breve y que siempre se escabulle. Convertía un relato bárbaro de injusticias y abusos, un ulular incoherente sin principio ni fin, en una historia bien estructurada en donde siempre cabía la posibilidad de suicidarse. Convertía la fuga en libertad, incluso si la libertad sólo servía para seguir huyendo. Convertía el caos en orden, aunque fuera al precio de lo que comúnmente se conoce como cordura".

La lectura de las más de mil páginas de 2666 absorbe y cansa, pero jamás aburre y sobre todo fascina y causa admiración. Se transparenta en ella la carrera contrarreloj que estaba protagonizando su autor. Su delirio. Su genio, en la dimensión humana y única del término.


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Bolaño, entre la ficción y la teoría.

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