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 domingo, 02 de enero de 2005  
De corchos y sacacorchos

Gabriel Gasparini

Ya hemos visto la importancia que el corcho tiene para el desarrollo y la conservación del vino. También vimos qué pasa cuando no cumple su función como debiera, los intentos por reemplazarlo por corcho artificial, sus ventajas y desventajas. Hace un tiempito se publicitó el uso de la tapa a rosca en vinos que no eran de mesa. También nació un híbrido entre el tapón sintético y la cápsula a rosca que evita el uso del sacacorchos. ¡Dejar de lado el sacacorchos, a quién se le ocurre! Quienes perpetran engendros como este último, de los que primero tendrán que probar sus bondades, olvidan que el preciado implemento es mucho más que una herramienta utilizada para acercarnos a la placentera experiencia del noble jugo: tiene historia, tiene casi ilimitadas posibilidades de diseño y de materiales, sus coleccionistas son capaces de acciones absurdas con tal de hacerse con un original de época, entonces, por qué deberíamos condenarlos al ostracismo sólo para utilizar un novedoso adminículo carente de espíritu.

Como pasa con más frecuencia de la deseada, nuestra herramienta no tiene un padre conocido a quien poder reclamar ya que los primeros descorchadores fueron en realidad sacabalas, unos aparatitos con una espiral simple o doble que servían para limpiar el cañón de los mosquetes o para sacar una carga que no hubiera explotado o no se hubiera usado por equis motivo. Recién en el siglo XVII los herreros recibieron encargos para fabricar implementos pensados específicamente para descorchar botellas. Los primeros sacacorchos de los que se tiene noticias fueron producidos por armeros de Londres, pero los registros los sitúan entre las mercaderías que ofrecía una firma dedicada a la venta de accesorios para carruajes y caballos como estribos, espuelas y frenos.

Durante el apogeo británico de invenciones y manufacturas se competía por registrar patentes de toda clase de creaciones, y nuestro doméstico elemento estuvo entre los escogidos. La primera patente la registró Samuel Henshall en 1795, pero entre mediados de 1800 y principios de 1900, hubo trescientas inscripciones más. Y junto con la aparición de nuevos modelos se introdujeron materiales más caros como el bronce, la plata y el oro que eran decorados con esmaltes o incrustaciones de hueso o marfil.

Cómo realizar una elección adecuada de este amable utensilio, aquí van algunos datos: la parte que penetra en el corcho debe ser en forma de espiral, suficientemente larga y bien puntiaguda. Los más simples, esos que vienen en forma de T, nos obligan a hacer demasiada fuerza y si el corcho está muy ajustado no va a salir.

Lo mejor es que conste de un sistema de palanca que se apoye en la boca de la botella, como el que usan los mozos, que además suele venir con una navajita para cortar la cápsula. Otro modelo muy común es el estilo mariposa, que tiene dos brazos y un mecanismo de engranaje en el vástago que permite hacer palanca sobre el corcho, este es muy bueno si está bien diseñado, cosa que no siempre ocurre.

El que parece ser el más práctico y está más al alcance de nuestro bolsillo es uno que viene dotado de un mecanismo de doble rosca. Quizás el más conocido es el de boj de doble empuñadura: la primera hace penetrar el tirabuzón en el corcho, y la segunda lo hace girar al revés para extraerlo. Su diseño está pensado para colocarlo directamente sobre el cuello de la botella, y hacer girar las empuñaduras.

Un modelo un poco más sofisticado pero no muy económico, fue diseñado no hace mucho por un ingeniero norteamericano llamado Herbert Allen, basándose en los métodos de sondeos petrolíferos. Se coloca el cuerpo de plástico sobre el cuello de la botella, se hace girar el largo tirabuzón para que vaya entrando en el corcho y se sigue en el mismo sentido hasta que sale de la botella. Tiene la ventaja de que permite centrar perfectamente el tirabuzón y en su versión con palanca el corcho se extrae sin necesidad de esforzarse.

Pero, como es sabido, la elección tiene que ver no sólo con la practicidad sino también con el bolsillo, lo bueno es que hay varias opciones y la utilización de las más económicas suele mejorar con la frecuencia de su uso.
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