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 miércoles, 24 de noviembre de 2004  
Un segundo juez también procesó a Storni por coacción al padre Guntern
El fallo se produjo luego de una nueva indagatoria ordenada por la Cámara de Apelaciones en lo Penal

Jorge Sansóde la Madrid / La Capital

Santa Fe.- El ex arzobispo Edgardo Gabriel Storni volvió a ser procesado por la Justicia santafesina por coacciones agravadas contra el sacerdote José Guntern. El religioso tiene además el mismo dictamen en una causa por presunto abuso sexual contra el ex seminarista Rubén Descalzo. El nuevo fallo fue emitido por el juez de instrucción de la sexta nominación, Carlos Ferrero, luego de una extensa indagatoria que le tomara el pasado 1º de noviembre, al cabo de la cual llegó a la misma determinación que el fallecido Eduardo Giovannini, quien entendió que el prelado tiene responsabilidad penal sobre el caso ocurrido el 22 de agosto de 2002.

Pero tras la apelación efectuada por la defensa en esa primera oportunidad la Sala Cuarta de la Cámara de Apelaciones en lo Penal anuló el dictamen porque se interpretó que Storni no había recibido una imputación concreta y precisa -hecho que motivó el cambio de juez- y ordenó que se repitiera la indagatoria.

Curiosamente, en este nuevo trámite judicial el ex jefe de la Iglesia santafesina volvió a tener un trato privilegiado porque se realizó en el mismo marco de sigilo que la vez anterior, por lo que el sacerdote se trasladó a esta capital e ingresó al Palacio de Tribunales en forma reservada, a tal punto que su presencia en el juzgado se conoció varios días después.

Pese a la desmentida que en esta oportunidad formuló Storni, distintos testigos de la causa han dicho que el día de los hechos él estaba en su despacho y afirmaron que sería casi imposible que una reunión de esas características se haya desarrollado sin su conocimiento y autorización.

El abogado defensor del prelado manifestó que haber exigido llevar al sacerdote al Arzobispado no supone una orden ilícita, "porque no ordenó que lo presionaran", y reiteró que Storni no participó del encuentro y en consecuencia desconoce cómo fue su desarrollo, por lo que consideró que "no puede decirse que hubo instigación a cometer el delito".

Pero la valoración del juez Ferrero fue diferente porque hizo hincapié en la admisión del ex canciller del Arzobispado, Carlos Scatizza, de que la reunión se efectuó a pedido de Storni, en contradicción con lo expresado por el sacerdote Hugo Capello.

Capello había intentado despejar cualquier tipo de responsabilidad de quien era su superior y asumió que la convocatoria del padre Guntern al Arzobispado se realizó a instancias suyas.

Sin embargo, otro de los procesados en la causa, el padre Mario Grassi, señaló que Storni además de estar en el edificio aquel día afirmó que la reunión había sido convocada por él. "Me lo buscan y me lo traen ya", habría indicado Storni.

Otro elemento que el juez Ferrero tuvo en cuenta para su fallo fue lo declarado por Scatizza sobre la orden que recibió para que redactara dos misivas que contenían alternativas opuestas: en una se indicaba una eventual negativa de Guntern a desdecirse y en la otra con la desmentida de sus dichos sobre el desliz del superior, como finalmente ocurrió y con la que acudió de inmediato al Vaticano en busca de apoyo de las autoridades de la Iglesia Católica.


El apriete a Guntern
Este hecho ocurrió en agosto 2002, cuando Guntern fue llevado de manera conminatoria al Arzobispado y obligado a retractarse sobre el contenido de una misiva en la que cuestionaba la conducta sexual de Storni. En sus declaraciones ante Ferrero, Storni habría descargado toda la responsabilidad en el ex vicario Hugo Cappello por el episodio en el cual también se encuentran procesados los sacerdotes Mario Grassi, Edgard Stoffel y el ex secretario de Storni, Marcelo Mateo.

En aquella fecha los colaboradores de Storni se dirigieron a la parroquia San Roque y llevaron en auto a Guntern hasta la sede arzobispal. Una vez allí tuvo lugar una reunión en la que fue presionado para que se retractara de haber admitido en algunos medios de prensa que envió al jefe de la Iglesia una carta reprochándole su conducta con un seminarista en un retiro vacacional de Córdoba.

Sus declaraciones se convirtieron en la primera voz en admitir en público que todo lo que se había dicho y compilado en un libro de la escritora Olga Wornat, otorgándole cierto grado de verosimilitud a las recurrentes versiones sobre una investigación secreta del Vaticano años atrás la que había quedado en hermético secreto.

Los miembros del gabinete Storni que entrevistaron a Guntern lo intimaron -según señalara éste ante la policía- a que se retractara, incluso bajo amenazas de muerte.

El párroco firmó un acta ante escribano público pero luego denunció el hecho también en sede judicial, donde dijo haber sido objeto de extorsión para desdecirse y firmar documentos cuyos contenidos desconocía.

La rectificación de Guntern sobre su misiva le resultaba fundamental a Storni para hacer su visita ad líminen al Papa Juan Pablo II, y fue así que con una de las notas firmadas viajó de inmediato al Vaticano. No obstante, y dada una serie de denuncias en su contra, más las adhesiones y movilizaciones populares que recibió el párroco, lo llevaron en poco tiempo más a renunciar al cargo. Storni conserva no obstante el título de arzobispo emérito, aunque sin tener bajo su responsabilidad ninguna dependencia de la Iglesia Católica y vive en una residencia especialmente adquirida por el Arzobispado de Santa Fe en la cordobesa localidad serrana de La Falda.
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Desde su alejamiento del cargo Storni vive en la localidad serrana de La Falda.

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