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 miércoles, 24 de noviembre de 2004  
Efemérides
Un 24 de noviembre...

Guillermo Zinni / La Capital

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De 1632: Nace el filósofo holandés Baruch de Spinoza
Baruch de Spinoza nació en Holanda el 24 de noviembre de 1632 en el barrio judío de Amsterdam. Su padre y su abuelo fueron criptojudíos portugueses; esto es, descendientes de judíos que habían sido obligados por la Inquisición a abrazar el cristianismo, pero que seguían siendo judíos de corazón. Su madre falleció cuando tenía seis años. Durante la adolescencia se preparó para ser rabino, pero el estudio de la física y la lectura de Hobbes y Descartes lo apartaron del judaísmo. En 1654 lo acusaron de ateísmo, lo expulsaron de la sinagoga y tuvo que dejar su ciudad natal, dedicándose entonces al oficio de pulir lentes. Con el tiempo y luego de publicar sus obras, le fue ofrecida la cátedra de filosofía en la prestigiosa Universidad alemana de Heidelberg, pero la rechazó para mantenerse al margen de las presiones y limitaciones de los teólogos. En 1676 recibió la visita de Leibnitz, quien luego negaría este encuentro. Murió de tisis en La Haya el 21 de febrero de 1677. Entre sus obras se destacan "Tratado acerca de Dios, el hombre y su felicidad" (1661), "Tratado sobre la reforma del entendimiento" (1662), "Principios de la filosofía de Descartes" (1663), "Tratado teológico-político" (1670) y su trabajo principal: "Etica demostrada según un orden geométrico" (1675). Partidario de las ideas innatas, sostuvo que Dios existe necesariamente y que tiene infinitos atributos de los cuales el hombre sólo conoce dos: el pensamiento y la extensión. Todos los objetos físicos son las formas de Dios contenidas en el atributo extensión. Del mismo modo, todas las ideas son la formas de Dios contenidas en el atributo pensamiento. Todo cuanto existe es Dios (panteísmo), y los términos "Dios", "sustancia" y "Naturaleza" se equiparan, por lo que para Spinoza no hay nada sobrenatural en Dios, ya que éste es el entramado causal que también podemos llamar naturaleza. También sostuvo que: "Los libros sagrados hablan impropiamente de Dios cuando le atribuyen manos, pies, ojos, oídos, alma y hasta pasiones del ánimo para hacerlo celoso, misericordioso, etcétera y lo representan como un juez sentado en los cielos. Las escrituras hablan de este modo porque no pretenden hacernos sabios sino obedientes".


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