La Capital
edición especial
      miércoles, 17 de noviembre de 2004  
De puño y letra
Capital de la lengua
El Congreso

La conciencia de la lengua
El mexicano Carlos Fuentes, voz del castellano en el contexto internacional, representa a América latina en la sesión de apertura

El escritor Carlos Fuentes es uno de los tres grandes nombres de la cultura hispanoamericana convocados para la sesión inaugural del III Congreso de la Lengua. Compañero de ruta del boom de la literatura latinoamericana en los años 60 del siglo XX, en las últimas décadas se ha erigido como uno de los referentes en el plano de la cultura internacional, como lo prueba su último libro, "Contra Bush". Su voz y su escritura contribuyen a la difusión de la cultura en español, y se ofrecen al diálogo con los representantes del poder, sabiendo que el poder sin la confrontación de los intelectuales se vuelve más inhumano.

La ponencia de Carlos Fuentes en el II Congreso de la Lengua fue una pieza maestra que, sin dudas, inspiró algunos de los recorridos que se plantearon para la tercera edición que se desarrollará en Rosario, entre ellos el tema de la identidad lingüística, las migraciones de hispanoparlantes y la competencia del inglés como lengua globalizada.

En Valladolid, en octubre de 2001, Fuentes presentó un texto titulado "Unidad y diversidad del español, lengua de encuentros". Tras leer tres ejemplos de cómo decir lo mismo -en el habla popular mexicana, en el español de todos los días y en latín-, el escritor adelantó una de las claves de su ponencia: "El español es una lengua impura y en su impureza reside su valor, su tradición, su renovación, y su comunicabilidad". A partir de esa cifra, Fuentes trazó un mapa fascinante de su pensamiento en torno a cuestiones capitales de la lengua.

Fuentes llamó al ámbito hispanoparlante "Territorio de la Mancha". Primero como homenaje la patria chica de Alonso Quijano, y después como una realidad lingüística en constante ebullición en el fin del siglo XX y comienzo del siglo XXI.

Esa realidad lingüística incluye 400 millones de hablantes del castellano y una tendencia a crecer por el fenómeno migratorio. A la vez, la mayor parte de esos hablantes no pertenecen a una sola raza. El mestizaje es su característica principal, como lo fue en la misma España, "acaso el país más mestizo, celtíbero, fenicio, griego, romano, godo, judío y árabe".

¿Lengua del imperio?, se preguntaba Fuentes. Su respuesta: exponer la paradoja de la conquista y revelar cómo la lengua, gracias a sus múltiples influencias, se rebela contra sus usos totalitarios.

"La conquista y la colonización de las Américas por las armas y las letras de España fue una paradoja múltiple. Fue una catástrofe para las poblaciones aborígenes, notablemente para las grandes civilizaciones indias de México y el Perú. Pero una catástrofe, nos advierte María Zambrano, sólo es catastrófica si de ella no se desprende nada que la redima", escribió Fuentes.

Para seguir esa paradoja trágica añadió: "De la catástrofe de la conquista nacimos todos nosotros, los indo-iberoamericanos. Fuimos, inmediatamente, mestizos, hombres y mujeres de sangres indígena, española y poco más tarde, africana. Fuimos católicos, pero nuestro cristianismo fue el refugio sincrético de las culturas indígenas y africanas. Y hablamos castellano, pero inmediatamente le dimos una inflexión americana, peruana, mexicana a la lengua".

Esa mezcla transformó las pretensiones del español como lengua del imperio en lengua de comunicación. Transformación en la que Fuentes "lee", entre otros aspectos, al español como "lengua franca de la indianidad americana". Un guaraní del Paraguay, argumenta el escritor, no se entenderá con el maya de Yucatán, pero el español, "el esperanto de América", es una posibilidad de encuentro.

Los temores frente al dominio del inglés en el mundo globalizado deben, según Fuentes, ser enfrentados con la riqueza y la diferencia del español. Según el escritor, el espacio cultural angloamericano es más reducido que el espacio cultural hispano. Entre otras razones, Fuentes cita la balcanización cultural de la lengua inglesa, en la cual los escritores no nacidos en Estados Unidos o Inglaterra "no se suman a un acervo común anglófono", a diferencia de lo que sí ocurre en castellano, donde Rubén Darío, Antonio Machado, Juan Carlos Onetti y Luis Cernuda, por ejemplo, "son inmediatamente asimilables al gran magma de la literatura en castellano, la ciudadanía literaria mestiza, transatlántica, la lengua de la Mancha".

"El inglés penetra en España y en la América española en el nivel del comercio, las finanzas y la publicidad, el espectáculo y la información. Es una penetración vasta. Pero en la práctica, pocos hombres y mujeres hispanoparlantes son, además, angloparlantes. El inglés hoy, como el francés en el pasado, es lengua de elite en el orbe hispánico. En cambio, el castellano penetra en lo más hondo y numeroso del territorio norteamericano: es lengua de 35 millones de norteamericanos, es lengua de religión, de cultura, de gastronomía, de familia y de amor. ¿Cuántos hispanos en Norteamérica le dicen «mi amor» a su esposa? Muchísimos. ¿Cuántos hispanoparlantes les decimos a nuestras mujeres «my darling»? Espero que ninguno", reflexionó en aquella ponencia de Valladolid, en la cual sus preguntas, descartando la certeza fácil, hicieron brillar la magia del idioma, su capacidad para mostrar un extenso tejido de sensibilidad tanto americana como española, y abrieron camino para esta nueva edición del Congreso.


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