La Capital
edición especial
      miércoles, 17 de noviembre de 2004  
De puño y letra
Capital de la lengua
El Congreso

"Potenciar la palabra y la imagen"
Rosa María Ravera expondrá sobre la correlación del lenguaje verbal y los lenguajes artísticos

Osvaldo Aguirre

Rosa María Ravera está convencida de que el Congreso de la Lengua será un ámbito de discusiones. "Habrá gente preocupada por los temas centrales pero además por los temas de cada cual, que pueden variar y mucho", dice la actual presidente de la Academia Nacional de Bellas Artes, que participará en el panel "Tradición cultural e identidad lingüística".

Profesora honoraria de la Universidad de Buenos Aires y docente de Estética en la Universidad Nacional de Rosario, Ravera destaca que la realización del Congreso en Rosario "implica una posibilidad de federalización, de descentralización auténtica, algo que siempre proclamamos: el país tiene esa necesidad de descentralizar".

-¿Qué va a plantear en el Congreso?

-Mi ponencia tiene como título "Orden lingüístico y orden figural hoy. La lengua y los lenguajes artísticos". Voy a plantear la correlación del lenguaje verbal y los lenguajes artísticos, esta es la investigación que hago desde décadas porque creo en la interacción constante de la palabra y la imagen. Eso es lo que me importa ver hoy, además de las preocupaciones centrales del Congreso. La interacción compleja, la interacción constante de la palabra y de la imagen, del orden lingüístico y del orden figural es a veces algo no muy tenido en cuenta y me importa ver qué sucede hoy en esta extraordinaria circulación de mercancías, de comunicación, de información.

-Es decir, no solamente la interacción de lengua e imagen en el campo del arte.

-No. Eso lo he tratado en el Congreso Internacional de Semiótica que se realizó en julio en Lyon, justamente la interacción de la palabra, el discurso y la imagen en textos artísticos, en el orden plástico y especialmente las controversias del arte concreto, que es tan importante en la Argentina, y en el grupo neofigurativo y en especial en un pintor como Luis Felipe Noé: esa intervención de la palabra que se instala en un nuevo plano, el plástico, y entonces la palabra y la imagen vibran, se relacionan en un cuadro. Más allá de eso, que es importantísimo, porque se trata de un lenguaje artístico, en nuestro lenguaje corriente, en la estructura de la lengua hay una matriz común de origen. En esa matriz común interactúa lo lingüístico, lo conceptual y lo que es lo sensorial y afectivo de la imagen.

-Se suele pensar la identidad casi como un efecto de lo que se conserva por tradición. ¿Está de acuerdo?

-Me parece que no se pierde identidad para la lengua con los aportes continuos, especialmente lo que proviene del inglés, de la tecnología, etcétera. Ese parece uno de los problemas fundamentales de este Congreso: si se pierde identidad a partir de los incrementos por tantos términos que provienen del inglés.

-Ese parece ser un gran fantasma.

-Claro. La identidad y la cultura están labradas, creo, sin correr serio peligro a través de la obra literaria, a partir justamente de la tradición cultural. Pero en cambio lo que también ha sido objeto de preocupación es la calidad, el nivel y el valor de la palabra en las actuales circunstancias de esta colosal circulación de informaciones. Esto es lo que abordo: cómo la palabra pierde prestigio y se desgasta. Es preocupante que la palabra circule como una moneda gastada. Muchas son las causas, pero fundamentalmente hay que leer más.

-En ese sentido serían importantes las expresiones artísticas que tienden a renovar los lenguajes.

-El arte pareciera que tiene una libertad total, no dispone de un lenguaje común. Pero la relación entre los lenguajes artísticos y el lenguaje verbal está en principio basada, según lo que propongo, en la productividad generativa, que está también en la lengua y que se pone a prueba hoy, justamente: cómo la lengua puede mantener su tradición no a pesar de los incrementos y la integración de esas palabras sino incrementándose a veces por esos aportes. Esa productividad generativa hace que la lengua crezca. Y también crece a partir del aporte de los jóvenes, sabemos eso, a pesar de que la deficiencia en la escritura baja el nivel, la calidad, especialmente la importancia y el peso semántico. En el arte hay una liberalización total, lo que para muchos es capricho, pero hay productividad generativa, hay creación. La base de los lenguajes verbales y artísticos está en la capacidad de creación, de incremento del propio estrato textual con todo lo que venga de afuera. Algo que en el arte es una verdadera antropofagia.

-¿El arte sería el discurso que cuestiona la tradición?

-El arte, justamente es lo que pongo en primer término, cuestiona la tradición. ¿Por qué hacer este cotejo, si el arte cuestiona la tradición, si el arte es continua transgresión, al parecer? Pero pienso que a la larga esa historia de construcción, deconstrucción, reconstrucción y transgresión pueda asentar, pueda ir realizando una tradición de la cultura que se basaría en rasgos internacionales y locales. Entonces, a pesar de las continuas transgresiones, una tradición cultural podrá establecerse y además la búsqueda de identidad está en los lenguajes artísticos: una búsqueda de identidad imprecisa pero actuante a través de la necesidad del arte argentino -necesidad muy actual- de ir encontrando ese lugar, especialmente en el ámbito latinoamericano. Eso es algo que se está viendo en los últimos años. Lo ha logrado Brasil, por ejemplo, ya desde la década del 20 del siglo pasado, con la inserción de lo popular y la absorción de la modernidad artística. En cambio, no lo ha logrado la Argentina, que para mí tiene una mayor incidencia del aporte europeo, pero se está notando, además está la voluntad expresa, una política cultural de insertar el arte argentino en el arte latinoamericano. En los críticos hay también cierta exigencia de identidad que a la larga es imprecisa pero que podría intentar delinearse.

Yo hago hincapié en la suerte hoy de la palabra y la imagen. Si la palabra hoy se desgasta, ¿cómo puede cobrar nuevo prestigio? A través evidentemente, yo creo, de una competencia acentuada en la escritura, en la lectura. Y la imagen hoy es fashion, deviene a través de una fascinación que es inmediata, que se torna intrascendente porque está continuamente sustituida. La velocidad de nuestra vida contemporánea se refleja de modo negativo en las posibilidades creativas tanto de la lengua como de la imagen. Hay que reformular esa imagen continuamente sustituida para tender a na imagen potente, al poder de la palabra y a la eficacia de la imagen, porque ambas interactúan y en el arte se potencian. No solamente la literatura hace valer la palabra. Habría que fomentar esa imagen que perdura en la memoria. Potenciar la palabra y potenciar la imagen, esa es la preocupación fundamental de mi ponencia. Se trata de una correlación que ha hecho historia en el arte y en la literatura. Los escritores lo saben, cómo esa imagen aparece, emerge, cómo la palabra la incrementa y cómo la imagen incrementa la palabra y qué pasa con eso en el mundo actual. Y qué pasa hoy, cómo se desgastan y cómo intentar revalorizarlas o no aceptar por lo menos que se desprestigien.

-¿Cuáles serían las imágenes que persisten en la memoria?

-A veces no son las imágenes específicamente artísticas, pero son las imágenes duraderas para la tradición y la cultura. La imagen de la chica vietnamita que corre llorando es una imagen artística pero también una imagen documento, de tradición, de civilización. Entonces hay que cuidar esas imágenes, provengan o no de artistas: esas son las imágenes que hay que valorizar hoy para una tradición cultural.


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